PÁGINA PRINCIPAL Y PERFIL COMPLETO

martes, 1 de septiembre de 2020

EL SUFRIMIENTO A LA LUZ DE LA FE (III), DE ALFREDO ARREBOLA


Hacemos llegar la tercera entre de El sufrimiento a la luz de la fe (3), de Alfredo Arrebola, para la sección Apuntes histórico teológicos del blog Ancile.            

            


El sufrimiento a la luz de la fe (3), Alfredo Arrebola



  EL   SUFRIMIENTO  A  LA  LUZ  DE  LA  FE  (III)


                                               


     En el pasado mes de Julio – día 16, Festividad precisamente de la Virgen del Carmen, no sólo “Patrona de los marineros” sino también “Salud de los enfermos” - el Estado Español llevó a cabo una “Ofrenda floral en memoria de las víctimas de la Pandemia”. Una ceremonia, para mí, totalmente pagana, realizada por todos los representantes de la sociedad civil. España ha perdido – no tengo el menor reparo en decirlo –  “su memoria”. Seguí el acto – por Televisión - desde sus inicios hasta el final. Por mi mente pasaron los míticos, legendarios y paganos hechos tributados a quienes perdieron la vida en favor de su  patria natal.

   En la memoria de una persona medianamente culta está presente que las antiguas mitologías proponían divinidades caprichosas y, especialmente, temibles, que eran aceptadas de forma ingenua y  acrítica. En la actualidad, la mitología moderna manifiesta su agnosticismo y ateísmo sin el más mínimo discernimiento racional. En España, por ignorancia filosófica, teológica e histórica, existen movimientos  que pretenden, incluso de forma violenta, arrancar toda idea inmanente  de religiosidad  que  hay en el  ser humano. Pero tengan cuidado porque, aunque les duela, Dios sigue siendo la referencia humana más esencial, más importante y -¡cómo no! - inevitable. Ya nos la recuerda la Biblia en el salmo de David: “Dijo el necio en su corazón: no hay Dios”. No intento, bajo ningún concepto, enfrentarme a estos movimientos que blasonan de su incredulidad. Yo les doy la razón a filósofos – teistas y ateistas – que afirman  que el  ser humano, en última instancia, es un “animal  religiosum”.


    Ya he manifestado, en repetidas ocasiones, que la finalidad de mis sencillas y humildes “Reflexiones filosófico-teológicas” es simplemente  ayudar a cuantos están preguntándose los ¿”por qué”?  de la terrible y persistente  crisis mundial, originada por este Coronavirus, que nos lleva ineludiblemente a replantearnos nuestra propia vida.  Lógicamente, la situación  traumática experimentada desde finales de febrero, parece abrirse paso hacia nuevos horizontes, aunque  llenos de incertidumbres y de interrogantes. Es normal: cada uno puede mirarse hacia dentro de sí mismo y comprobar sus miedos, sus inquietudes, sus fortalezas y sus deseos. “Seguro  que es una mirada – escribe el Capuchino Manuel Muñoz – que hemos hecho, y puede ser saludable hacerlo cada día. Pero, además, la mirada adquiere nueva perspectiva si contemplamos nuestro entorno humano y geográfico, y más aún si se abre a una visión global”, cfr. “Capuchinos  Editorial”, pág. 10. N.º 70.
El sufrimiento a la luz de la fe (3), Alfredo Arrebola



 Estoy plenamente convencido de  que el dolor despierta de manera acuciante la pregunta sobre    Dios. Un Dios cuya existencia o cuya bondad son salpicadas por el dolor y sufren entredicho. ¿Cómo mantener la fe, cómo no dudar cuando se muere un chiquito de hambre, o en medio de grandes dolores, de leucemia o de meningitis, o cuando un jubilado se ahorca porque está sólo, viejo, hambriento y sin nadie?, se preguntaba el  escritor Eduardo Sábato  (1911 - 2011). Al mismo tiempo , Dios es ardientemente deseado como garantía  de inmortalidad y  como Padre  compasivo, tal como leemos en “10 ateos cambian de autobús”, pág. 40 (Madrid, 2019), de José Ramón Ayllón.

   El eminente Profesor, converso,  de Oxford, C. S. Lewis  (1898 – 1963) nos dice  que el dolor, la injusticia y el error son tres tipos de males con una curiosa diferencia: la injusticia y el  error pueden ser ignorados por el que vive dentro de ellos, mientras que el dolor, en cambio, no puede ser ignorado, es un mal desenmascarado, inequívoco: toda persona sabe que algo anda mal cuando ella  sufre.  Y es  que   Dios - afirma Lewis – nos habla por medio de la conciencia y nos grita por medio de nuestros dolores: los usa como megáfono para despertar a un mundo sordo. Y  sigue explicándonos que  un hombre injusto al que la vida sonríe no siente la necesidad de corregir su  conducta  equivocada. El dolor como megáfono de Dios es, sin la menor duda, un instrumento terrible, cfr. op. cit. Pág. 78.

    Vienen bien, pues, las palabras  que nos dejó escritas el  Papa  Juan XXIII (1881 – 1963): “La Iglesia asiste en nuestros días a una gravísima crisis de la humanidad – hasta hoy la  Covid-19  no
acaba de irse – que traerá consigo profundas mutaciones. La humanidad alardea de sus recientes conquistas en el campo científico y técnico, pero sufre también las consecuencias de un orden  temporal  que algunos han querido  organizar prescindiendo de Dios. Por esto, el progreso espiritual del hombre contemporáneo no ha seguido los pasos del progreso material. De aquí surgen la indiferencia por los bienes inmortales, el afán desordenado por los placeres de la tierra, que el progreso  técnico pone con tanta facilidad al alcance de todos, y, por último, un hecho completamente nuevo y desconcertante, cual es la existencia de un ateísmo militante, que ha  invadido ya a muchos pueblos”, cfr. “Concilio Vaticano II. Documentos, págs. 8-9 (BAC 1970).

El sufrimiento a la luz de la fe (3), Alfredo Arrebola
    Cualquier creyente cristiano sabe que la Biblia nos dice que Dios enviaba a los profetas para que anunciaran su amor al hombre. Ahora bien, en la Iglesia, el Señor manda a los santos quienes no  tienen miedo de dejarse acariciar por la misericordia de Dios. Por  este motivo, pues, los santos son hombres y mujeres que entienden muchas miserias humanas, y acompañan  al pueblo en su continuo y penoso sufrir. No cabe la  menor duda – hablo desde mi amplia experiencia vital – que el eterno problema del mal origina un  grave y delicado dilema, cuya solución no es nada fácil a la luz de la razón (Filosofía), o a la luz de la fe (Teología).

  Sin embargo, los que, sin mérito alguno, hemos recibido el don de la fe, encontramos la  solución: JESUCRISTO, único hombre a quien se ha asociado sin mediatizaciones el nombre de Dios. Es curioso saber  que en la Biblioteca Nacional de París, signo inequívoco de la cultura occidental,  su nombre es el segundo en el número de fichas. El primero, y también es muy significativo, es Dios.

   El periodista y escritor, también converso, Vittorio Messori (Sassuolo, Italia,1941) relata  que,  en  el  Antiguo Testamento,  las profecías sobre Jesús son más de trescientas. Blas Pascal (1623 – 1662) reflexiona sobre este dato y concluye  que, si un hombre hubiera compuesto un libro de  profecías sobre la venida de Jesucristo, el cumplimiento de esas profecías  tendría una fuerza divina. Sin embargo, lo que ha sucedido es mucho más: una sucesión de hombres, durante dos mil  años, han  profetizado el mismo acontecimiento.

   Buda, Confucio, Lao Tse, Mahoma y todos los iniciadores de las grandes religiones aparecen por generación espontánea, sin  que una tradición religiosa anterior les haya anunciado. Jesús, en cambio, viene precedido por  una expectativa de dos mil años, y su Iglesia prosigue su obra durante otros dos mil. Un desarrollo ininterrumpido a lo largo de cuarenta siglos es contrario a las  leyes  que rigen los fenómenos históricos, cfr. “Hipótesis sobre Jesús” (1978).

   Es innegable, al margen de la fe, que, históricamente analizado, lo  que profetizaron hace milenios los profetas de  Israel se ha cumplido totalmente. Israel ha transferido su predominio religioso a un pueblo  que nació de él y que afirma, además, haber sido congregado por un Dios que ha bajado al terreno de la historia para situarse como  pastor. Y este nuevo pueblo se ha extendido por toda la  tierra de forma increíble. Hay que admitir que la expectación general en Israel caminaba en dirección opuesta a la que siguió Jesús. El pueblo judío esperaba un “rey liberador” del yugo político  de Roma y se encontraron con un ajusticiado  al  que Roma misma crucifica. No obstante, los profetas ya  habían anunciado que el Mesías reinaría en los corazones de los hombres. Pasaron, como así fue, los grandes imperios – Egipto, Babilonia, Roma -, pero, en los veinte siglos transcurridos desde la aparición de Jesús, su reino ha demostrado ser el único que no lleva camino de terminar de la misma forma. Porque… “su reino no era de este mundo”. La alegría de “su Evangelio” llena el corazón y la vida entera de aquellos que se encuentran con  JESÚS DE NAZARET.




    Alfredo  Arrebola


  Villanueva Mesía-Granada, Agosto de 2020.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                         

El sufrimiento a la luz de la fe (3), Alfredo Arrebola
                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                           
                                                              
                     
                                                     
                                                                         
























































   

No hay comentarios:

Publicar un comentario