DE LA REALIDAD DE LOS FUNDAMENTOS
ELEMENTALES DEL MUNDO:
EL SIGNO CAPAZ DE IDENTIFICAR
SIGNIFICADOS EN UN INFINITO DE
SUCESOS
Si la mecánica cuántica, en muchas ocasiones, apuesta por la sentencia -universitaria e investigadora- de, no preguntes el por qué de la misma (mecánica cuántica) y calcula, y para colmo del asombro al sentido común ofrece -con sus paradojas, ya incidíamos en esto en anteriores entradas- será porque ofrece una perfecta descripción de la naturaleza y sobre todo del funcionamiento de lo más ínfimo de la materia, amén de adecuarse idóneamente a la articulación y marcha de mecanismos (tecnológicos) de la más diversa índole. No obstante, todo esto nos lleva a una situación que debe implicar necesariamente una seria reflexión, más allá de sus incontestables éxitos científico descriptivos y prácticos; ponderación que debe ir de la mano de los significados que puedan extraerse de esta extraña y aparente, al menos, dicotomía entre su teoría (cuántica) y su praxis (mecánico cuántica) totalmente coherente e incontestable en sus descripciones de las partículas subatómicas y en sus realizaciones tecnológicas. Por la tanto, consideramos y seguiremos insistiendo en que es muy relevante identificar la semiótica en la que se mueven aquellos signos (matemáticos y lingüísticos) que la definen y la conforman singularmente.
La
problemática de la medición en física cuántica es proverbial desde sus primeros balbuceos como teoría y como vía puntera de aplicación funcional tecnológica, y lo será porque pone de capital relieve la necesaria y fundamental intervención de la
conciencia (del observador) y de su interacción como elemento de perturbación -por decirlo suavemente, puesto hay quienes afirman su total necesidad- en la
fenomenología material de las partículas elementales. Mas, ¿no es el hecho de medir, de
cuantificar, una manera a veces raramente subrepticia de interpretar los
fenómenos físicos? Para la medición correcta se precisa de la aceptación de
patrones que han de encajar con nuestra concepción de las supuestas constantes
del espacio y de tiempo, pero hasta qué punto dichas constantes no conforman
parte de la conciencia? ¿Y si la propia conciencia no fuese un fenómeno estrictamente
subjetivo, sino que forma parte del todo que conforma la realidad de lo que
entendemos como universo? ¿Pero, no será la conciencia objeto de estudio extracientífico, o, al menos fuera del curso legal metodológico de la ciencia física? En otra ocasión pasada advertíamos:
Estas interrogantes atribuidas a lo que denominamos realidad material objetiva (acaso ingenuamente) derivan con precisión de la observación del mundo de los signos y sus relaciones con las representaciones de una supuesta realidad objetiva. ¿Pero, esta analogía podrá ser compatible, nada menos que con la realidad a la que quieren acceder las ciencias naturales que entienden además su objeto de estudio como una entidad objetiva y determinista?
Todo
parece indicar que el potencial problema de lo que la realidad sea parte de una
aceptación capital que se infiere de la propia física de los constituyentes
íntimos de la materia, aceptación que trata de explicar y aplicar la física cuántica para un óptimo entendimiento material de cómo funciona el mundo; pero, en modo alguno atiende o responde al significado que puede presuponer el aparato de la teoría que sustenta dicha teoría, y que en cierto modo conlleva también la interrogante (John Wheeler) de indagar no tanto el porqué funciona,
sino de dónde proviene tal optimización y adaptación a la realidad de dicha teoría. Aquí se debate intrínsecamente otra cuestión capital, a saber: que cuando hablamos de signos (formales de la matemática o de la lógica matemática y de los signos y símbolos lingüísticos de carácter intuitivo), veremos que no resulta nada fácil establecer claras distinciones entre unos y otros, acaso porque tales distingos son artificiosos cuando no espurios.**
Si, como ya adelantábamos, distinguimos entre lo que es la mecánica y la teoría
cuántica[1],
que a su vez parecen debatirse entre dos visiones distintas: instrumentalista y realista,[2]
en modo alguno, si lo miramos detenidamente, observamos que no serán satisfactorias sus posturas para explicar el o los
significados que puedan extraerse de dicha teoría, llegando incluso a
plantearse la imposibilidad científica de encontrar posibles significados para la sazón de su realidad práctica. En verdad es que este debate
es antiguo, y viene a resumirse en la idea referida anteriormente: La realidad –empírica- del mundo como un
hecho incuestionable abarca el objeto de entendimiento del científico (y del
matemático que aplica su disciplina a la descripción de dicho objeto), como
indiscutible fin –y principio- de su disciplina de conocimiento,[3] ante lo cual no cabe sino
preguntarnos si las teorías científicas
no han de intentar representar la realidad, sino que deben ser instrumentos
para manejarse en el mundo.[4]
Pero la cuestión es que, al margen de la interpretación de
los signos (a nuestro juicio claros) que conforman la representación de la realidad en la teoría
cuántica, la efectividad de la teoría es (o debe ser) un síntoma de un aspecto
muy importante de la realidad [5] que nosotros no enjuiciamos ni ponemos en duda. Pero al albur de que las
leyes de la física clásica han quedado en este ámbito periclitadas (pues en el dominio de la teoría cuántica no
serán capaces de determinar nada, a no ser probabilísticamente para la obtención de cualquier medida), será que nos encontramos en una lucha contra el prejuicio determinista
del mundo que nos impide aceptar la presunta aleatoriedad que insiste en mostrarnos la
misma naturaleza. Es así que no podemos evitar que la interpretación de la teoría cuántica no solo nos invite a
superar el determinismo clásico, sino que la susodicha interpretación sea objeto de estudio merecedor de atención para el método científico, y desde luego para la misma semiosis, y todo para que intente indagar en sus significados,[6] que acaso emparentan también con el lenguaje conque nos habla la naturaleza.
Veremos más y nuevas aproximaciones sobre este asunto en
próximas entradas del blog Ancile.
Francisco Acuyo
*Acuyo, F.: Blog Ancile, El signo lingüístico y matemático y el símbolo poético https://franciscoacuyo.blogspot.com/2017/02/el-signo-linguistico-y-matematico-y-el.html?spref=fb&fbclid=IwAR3jWoh-SG-lgHK2ExuOdCNCZ9taKYhx5p8dy5Z8YVPYCL7fQjK1bu_0BKE
** Ibidem.
[1] La
mecánica cuántica como una sistemática de carácter matemático mediante el cual
algunas teorías físicas funcionan a la perfección a la hora de aplicarse de
manera efectiva. La teoría cuántica, por otra parte debería entenderse como un
conjunto de hipótesis basadas en abstracciones probabilidades que se debería
desligar de las aplicaciones prácticas.
[2] S.
Weiberg, visto con anterioridad en este debate.
[3] Acuyo
F.: El signo lingüístico matemático y el
símbolo poético, Ancile: https://franciscoacuyo.blogspot.com/2017/02/el-signo-linguistico-y-matematico-y-el.html?spref=fb&fbclid=IwAR3jWoh-SG-lgHK2ExuOdCNCZ9taKYhx5p8dy5Z8YVPYCL7fQjK1bu_0BKE
[4] Cabello,
A.: El puzzle de la teoría cuántica,
Investigación y ciencia, nº especial, La interpretación de la mecánica
cuántica, pág. 29.
[5] Ibidem.
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