Os traigo una serie de breves pero intensas y creo que muy interesantes entradas sobre la tan traida como llevada cuestión de la realidad (y la conciencia), y todo para la sección de Ciencia del blog Ancile. Porta el título de La materia: ¿más allá o más acá de la conciencia? Muy brevemente.
LA MATERIA: ¿MÁS ALLÁ O
MÁS ACÁ DE LA CONCIENCIA?
MUY BREVEMENTE
En el ámbito, por cierto, hoy
indiscutible, de la primacía de la materia y el materialismo como explicación
del mundo, acaso muy bien nutrida y muy mal educada, no deja, sin embargo, de
resonar una duda más que razonable sobre la veracidad de sus presupuestos en
los que basa dicha presunción, si es que en verdad queremos fundamentarla en
los principios básicos que a su vez sustentan el método científico; a saber: la
constatación empírica de la realidad de la materia (si podemos situarla antes o
más allá de la conciencia). En cualquier caso, todo parece indicar en el reino
del materialismo, que todo a lo que naturaleza concede ciertas prendas, puede
desembarazarse sin ningún aprieto en la materia.
Es
un hecho incontestable que, para experimentar algo, es imprescindible la
conciencia de la susodicha explanación de su realidad. Así las cosas, ¿no partimos,
pues, de un presupuesto muy discutible en nuestras aproximaciones sobre la
realidad última y primera de la materia si es a través de la conciencia desde
donde podemos obtener respuestas de lo que aquella sea? Parece que la mejor
respuesta, a pesar de la contradicción, será aquella que satisfaga todas las
preguntas, y aunque no sea cierto, radica en la realidad ¿lógica? indiscutible
de la materia como principio y fin de cualquier cosa, como silla de barbero que
se adecúa a cualquiera morfología de posadera.
Pero la materia, como hipotético origen de todo y universal respuesta de nada se ajusta a todas las preguntas, incluida el origen y naturaleza de la propia conciencia, aunque nos resultará bastante dudosa si hacemos un análisis de juicios lógico somero. ¿Cómo es posible afirmar algo (incluida la misma materia) a priori de aquel instrumento básico (la conciencia) mediante el cual conocemos dicha sustancia primordial cual es la materia?
De
todos modos, la certidumbre de la materia antes de la conciencia no puede ser
en verdad más desconcertante y la respuesta de la materia una respuesta tan
inmensamente larga que nunca responda todos los caracteres de algunas
interrogantes. Veremos por qué.
¿No
será que aquello que damos por supuesto apriorísticamente (la materia, en este
caso) no es sino una paradójica e inquietante abstracción? ¿No será lo
incuestionable que presuponemos como materia, en realidad, lo desconocido, y lo
ciertísimo y conocido no es la conciencia mediante la cual establecemos los
parámetros de lo que es o no es ciertamente?
Lo
cierto es que, si nos barajamos con presupuestos indiscutiblemente lógicos,
habría que comenzar la disposición de juicios sobre lo que verdaderamente
conocemos, la cual se basa en la propia conciencia como capacidad de conocer y
su potencia reveladora la que expondrá lo que ha de existir o no, por lo que el
viejo remedio material puedo medio servir por mucho tiempo, pero no para
siempre.
Estos
cuestionamientos no son solo un juego más o menos ingenioso de logicidad,
tienen fundamentos de razón científica, así lo reconocieron genios de la talla
de Einstein, quien afirmaba que el marco de referencia (materia, valga la
redundancia, en el que basaba sus presupuestos de ciencia) era indemostrable.
Esta
aserción nos ha de llevar a otro franco y no menos lógico cuestionamiento: ¿Es
la conciencia un mero epifenómeno del cerebro? O lo que es lo mismo ¿es el
cerebro el verdadero y único origen de la conciencia?
Que
físicos (y reconocidos adeptos de la realidad de la materia como objeto de la
ciencia) como Max Plank consideraran a la materia como un derivado de la
conciencia, es algo que a todos los materialistas convencidos lleva a una
contradicción flagrante. Pero no serán estos los únicos (padres de la física
moderna) que tengan una opinión similar (así lo podemos constatar en el caso de
James Jean), que se expresa en términos parecidos. Parece que tenemos otros
científicos y filósofos que consideran como acontecimientos corrientes y ordinarios
(aunque no puedan explicarlos) los fenómenos aún incomprensibles, es el caso de
la misma conciencia.
En
filosofía puede ser aún más numerosas las aproximaciones que pueden emparentarse
con la de estos supuestos díscolos físicos de la materia. Servirá, como
ejemplo, Schiller, quien afirma que la materia no sólo no produce la
conciencia, sino que la materia limita y confina su intensidad dentro de
ciertos límites.[1]
Si
el sentido común de nuestras convenciones ya se puso en total cuestionamiento
por la física relativista y cuántica (también la física del caos), dichas dudas
no parecen haber surtido mucho efecto, no solo en el sentir común de las
gentes, tampoco en el dominio medular de la misma ciencia. No obstante,
seguiremos indagando sobre esta cuestión tan interesante en posteriores
entradas del blog Ancile.
Francisco Acuyo
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