Curioseando sobre diversas materias llegamos a conclusiones paradójicas que se recogen para la sección de Ciencia del blog Ancile, y todo bajo el título de: La paradoja como curiosidad.
LA PARADOJA COMO CURIOSIDAD
SI la curiositas latina
nos habla del cuidado y la inquietud a un tiempo (sufijo cura) como la
cualidad (dad) que atempera el deseo de saber, es del todo cierto que
cuando me enfrentaba a los convencionalmente aceptados como distintos e incluso
contrapuestos conceptos de physis y psyché, no podía menos que
sentir una grande incomodidad, porque no acababa de integrarme ni sensorial, ni intelectual ni
espiritualmente en el status quo de dicho divorcio, por cierto, no del
todo bien razonado, pues su ruptura no acaba de acomodarse a una intuición
profunda que se arraigaba no sabía entonces muy bien a dónde.
Recordaba algunas aproximaciones al fenómeno sinestésico, porque sería precisamente a través de esta rareza sensorial (y retórica) donde nos encontraríamos con mayor grado de dificultad la
supuesta precisión diferencial y dicotomía ya proverbial, a saber: entre mente y cuerpo. Acaso porque es la
misma dualidad que se manifiesta entre el hecho medible y el valor
subjetivamente apreciable.
En el ámbito de la ciencia positivo materialista, ante fenomenologías como la sinestesia, pretende ofrecer respuestas desde ópticas estrictamente biologicista (neurociencia), con las que ofrece un mundo de facticidad donde la mente no tiene cabida. La conciencia subjetiva no pasa de ser una irracional interacción que no explicaría la realidad de lo que acontece. El racionalismo empirista impone su ley. Pero, ¿no olvidan algo fundamental?: la dependencia de que alguien o algo experimente necesita y exige en sus relaciones lógicas (entre las afirmaciones o proposiciones y su experiencia abstracta), de la conciencia.
Si se dice que el ejercicio científico exige un reduccionismo mediante el que se excluya al
observador para poder acercarse a lo que la realidad sea, dicha simplificación
no solo pone de manifiesto su exclusión de la creación conceptual[1]
racional, también de uno de los pilares de la realidad misma, como es la conciencia. Curiosa e
inquietante paradoja.
Si
es verdad, como relata su etimología, la paradoja es un más allá (para) de la
creencia u opinión (doxa), estamos en disposición de indagar ese más allá que
bien pudiera llevarnos al entendimiento de la experiencia misma. Mas para ello
debemos contar, necesariamente, con la conciencia.
¿Tendremos
que reconsiderar, a estas alturas de la ciencia, junto a la ontología y la epistemología, a la metafísica? Los grandes paradigmas de la ciencia y sus derivaciones filosóficas más parecen intentar imponer una suerte de desiertos de significado, que soluciones a dichas paradojas, sobre todo porque no acaban de superar el agotado paradigma positivo materialista, donde los significados, propósitos, sentido o valores no, dicen, aportan nada a la metodología y conclusiones de su ciencia.
Es cierto que a raíz de la contemplación de las paradojas que conlleva la curiosidad por la búsqueda de significados en la propia ciencia, se hace difícil establecer fronteras contundentes entre las paradojas que se dice*, son artificio de la mente (la dicotomía cartesiana rex cogitans y rex extensa, o lo que es lo mismo, entre mente y cuerpo), y las que siempre se han tenido como propias de los misterios naturales (origen del universo, de la vida, de la conciencia...).
La necesidad de encontrar sentido y significado sitúa en el limite lógico racional al lenguaje mismo (esto puede observarse de manera privilegiada en el dominio del lenguaje poético), y al concepto de racionalidad., y a la poesía como una manera de epistemología participativa, que se mueve entre la intelectualidad de lo racional y, paradójicamente, entre lo irracional intuitivo.
Abundaremos sobre esta y otras cuestiones en próximos post de este blog Ancile.
Francisco Acuyo
[1] Schrödinguer.
E.: ¿Qué es la vida?, Tusquet, Barcelona, 1987.
*De Quincey, C.: Naturaleza esencial: el alma de la materia, Atalanta, Gerona, 2022, pág. 39.
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