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lunes, 27 de febrero de 2023

INAUGURACIÓN DE LA BIBLIOTECA DE LA ENCINA CENTENARIA

Para la sección de Noticias del blog Ancile, traemos un texto que escribí con motivo de la Inauguración de la biblioteca de la Encina Centenaria, y que, como suele sucederme, no leí porque movido por la emoción y el entusiasmo de la ocasión, hablé e improvisé durante el tiempo que tuve para expresar la significación de aquel acto. Aprovecho la coyuntura para mostrar mi agradecimiento a los que intervinieron solidariamente en dicha inauguración: al maestro Ángel Alonso, quien con su excelso virtuosismo nos regaló momentos inolvidables a la guitarra; a Paco Pérez, que recitó e interpretó con maestría los poemas que seleccionó para esta oportunidad; a Luis Gualda, que hizo vibrar al auditorio con sus interpretaciones y nos hizo recordar vivo a Carlos Cano; a Quico Carrillo, responsable de la Casa de Campo, que lo tuvo todo a punto y compartió simpatía y el buen hacer que le caracteriza; a Juan Francisco Navarro que, con la competencia y bonhomía que le caracteriza, mantuvo todo el aparato técnico en su justa medida y perfecta disposición; a Cristobal Carpio por su buena disposición y los libros donados; a Entorno Gráfico Ediciones, en la persona de José Antonio Rodríguez, con gran generosidad, donó muchos libros a esta biblioteca; a todos los que están, o mejor forma parte de la familia de la Asociación TOC Granada que nos acompañaron personalmente, y a los que lo vieron vía YoTube, y a los que no pudieron asistir, porque gracias a todos ellos tienen ocasión de surgir proyectos y realidades como esta, a todos los donantes presentes y futuros que harán de esta biblioteca un referente de humana solidaridad. Un abrazo grande para todos.


Clicar en este enlace para ver la grabación del acto:






 INAUGURACIÓN DE LA BIBLIOTECA 

DE LA CASA DE CAMPO DE LA  ENCINA CENTENARIA



Inauguración de la biblioteca de la Encina Centenaria. Francisco Acuyo


LA ETIMOLOGÍA de las palabras bien pudieren servirnos para acceder a una definición inicial con la esclarecer su significado. Así pues, en virtud de su valor etimológico, podemos adelantar, si no un dictamen riguroso y amplio de lo que sea una biblioteca, sí una descripción competente mediante la que saber con aproximación, al menos, de lo que hablamos. Si desglosamos la composición de la palabra en su raíz y desinencia del griego: bliblíonthéke (biblíon, libro, théke, armario o caja), podemos concluir que será el apropiado lugar donde han de guardarse con garantía de reserva los libros en su amplia variedad. En la antigüedad, se guardaban como escritos primitivos singulares, así se custodiaban en Babilonia las tablas de escritura cuneiforme; o en Egipto, cuyo formato especial de papiro, se conservaban cuidadosamente en los recintos adecuados; después, en el mundo grecolatino será el codex, el que habría de recogerse y administrarse en espacios apropiados; hasta la aparición de la imprenta, cuya invención daría lugar a su vez a la configuración actual reconocida por todos del libro impreso y encuadernado, y con él la biblioteca para el acopio y orden de los ejemplares que habrían de constituirla.

Así las cosas, la biblioteca pasa por ser una colección de libros organizada para el uso de determinados usuarios. No obstante, se establecen diversas normativas para su reconocimiento y desarrollo, a saber: según la ALA (American Library Association) se define la biblioteca como una Colección de material de información organizada para que pueda acceder a ella un grupo de usuarios. Tiene personal encargado de los servicios y programas relacionados con las necesidades de información de los lectores. La norma ISO 2789-1991 (Norma UNE-EN ISO 2789) sobre estadísticas internacionales de bibliotecas que la define como: Organización cuya principal función consiste en mantener una colección y facilitar, mediante los servicios del personal, el uso de los documentos necesarios para satisfacer las necesidades de información, de investigación, de educación y ocio de sus lectores.

Inauguración de la biblioteca de la Encina Centenaria. Francisco AcuyoPodemos decir que la antigüedad de las bibliotecas se remontan a más de cuatro mil años, surgiendo a la par de los primeros documentos dignos de reserva y archivo: véase las bibliotecas mesopotámicas como las de Mari Lagash y Ebla, así como la del rey asirio Asurbanipal; o las egipcias, donde se guardaban con no poco primor los papiros en su escritura jeroglíficahierática o demótica; o en la antigua Grecia, en su período helenístico, donde destacan las legendarias bibliotecas de Alejandría o de Pérgamo; o las de Roma, como la Octaviana y Palatina, creadas por Augusto, y la Biblioteca Ulpia, del Emperador Trajano. Ya en la Edad Media, las bibliotecas se ubicaban en los monasterios y escritorios catedralicios, como Saint GallFuldaReichenauMonte CasinoSanto Domingo de SilosSan Millán de la CogollaSahagún o Santa María de Ripoll en España, que acabarían convirtiéndose en los centros de saber y de conocimiento de su tiempo.

En la contemporaneidad podemos enumerar algunas portentosas, impresionantes como la a George Peabody Library,  La biblioteca barroca del Klementinum, The Library of Birmingham, Real Gabinete Portugués de Lectura, The New York Public Library, The Old Library – Trinity College, Stuttgart City Library, entre otras muchas.

Pero esta brevísima enumeración, definición e historia de las bibliotecas no es más que una semblanza aproximada y harto gélida de lo que en profundidad encierra cada biblioteca. Las taxonomías de los ejemplares y su organización, es solo la superficie de lo que cada habitáculo con libros entraña, comprende y recoge. Muchas veces, tienen un aspecto enigmático, sobre todo para el que no lee con frecuencia, no obstante, esa traza, compostura, presencia, misteriosas, la sabemos desentrañar muy bien los que amamos los libros y todo el dominio inabarcable que, por cierto, inútilmente pretenden confinar los que sólo ven papel encuadernado, legajos maltrechos y documentos añosos y oxidados.

Aún conservo mi carnet de la Biblioteca Pública de Granada. Contaba siete tiernos, pero muy inquietos y curiosos años de edad, y cuando comenzaba, además, a adquirir con el poco dinero del que podía hacer acopio (a través de las pagas semanales exiguas que mis padres podían hacerme llegar, para ir al cine o a tomar un refresco) y que utilizaba para comprar mis primeros y muy vibrantes ejemplares, que todavía conservo. Esta precocidad que puede parecerles exagerada, es tan cierta que todavía ahora parece verme recorriendo los pasillos y escrutando los anaqueles de la biblioteca, experimentando lo que acaso todos aquellos que yo suponía sabios, escribieron en sendos y, muchos de ellos, lujosos volúmenes, que curioseaba con grande avidez. Supe que aquellas redacciones no solo eran la tarea literaria de escribir con corrección académica, ya fuese investigación, historiografía, taxonomías científicas varias o creación literaria o poética, sino que implicaba un sentir y entender en profundidad, que conllevaba la pasión y la curiosidad sobre lo que incitó a sus autores a escribir.

Inauguración de la biblioteca de la Encina Centenaria. Francisco Acuyo

Entrar en una biblioteca es mucho más que recreo y entretenimiento lector. Es abrirse a tantos mundos y conciencias como escritores hubo, hay o puede haber. Es más que aprender, educarse, adquirir conocimientos: es vivir muchas vidas, hacer muchos viajes y compartir el enigma mismo de la existencia con los autores que llenaron aquellas páginas. Es trascender el propio conocimiento que los libros aportan, es crecer interiormente para elevarse incluso sobre uno mismo y comprender que la conciencia es algo que nos distingue y al tiempo nos iguala. Cada libro es un ser vivo. Por tanto, con conciencia, voluntad, emociones y deseos. Por eso amo tanto los libros, porque con ellos dialogo sobre lo más inmenso del universo, pero también con lo exiguo, pequeño y hermoso que pueda portar una diminuta flor, o una austera y silenciosa piedra.

Que no os cause extrañeza este relato, porque lo que quiero decir es que lo que aquí hay, entre estos libros, no es sino pasión, reverencia, entusiasmo, profundo agradecimiento hacia aquellos que cada día salvan mi vida con sus ficciones, sapiencia, emociones, con el rigor de su ciencia o la fantasía de sus proposiciones literarias o verdades poéticas. Además, cada libro lleva el sello del artificio más sublime que se manifiesta en una pulcra impresión, en un diseño cuidado, en una encuadernación acertada. Todo esto conforma el cuerpo de cada libro, mas, la sangre, la sangre es la emoción, la curiosidad, el anhelo de entender de cada lector, quien aviva, al fin, cada anaquel como las venas de la biblioteca y que palpita corazón en cada libro. Y el espíritu inmortal de la conciencia se respira como aliento perpetuo de autor a lector y con ellos vive en este espacio infinito, en este eterno instante que constituye el acervo todo de cada biblioteca.

Una biblioteca tiene espíritu, un espíritu ecuménico que abarca lo más selecto del ser humano en el mundo. Por eso merece el mayor de los respetos, pues, en cierto modo está allí, aquí, lo más granado y excelente de cada cual que quiere acercarse a la fuente donde mana el agua más fresca, para saciar la curiosidad, el ansia de saber, que va más allá del conocimiento, pues, quiere, a través de este espíritu singular, merecer el entendimiento de nuestro devenir en el mundo. Eso lo aportan los libros y está encerrado en cada biblioteca deseando abrirse para todo aquel que quiera beber las excelencias de sus aguas cristalinas.

 

 

Francisco Acuyo

 

 

 

Inauguración de la biblioteca de la Encina Centenaria. Francisco Acuyo

1 comentario:

  1. Que te puedo decir, querido amigo sobre estas hermosas palabras. Qué sería de nosotros sin los libros? Yo personalmente, me siento orgulloso y agradecido de tener la fortuna de que gracias a los libros he podido, crecer en conocimientos y emociones sublimes. Muchas gracias por tu amistad

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