Bajo el título de IA (inteligencia artificial) y la conciencia emergente, ofrecemos un nuevo post para la sección de Ciencia del blog Ancile.
IA Y LA CONCIENCIA EMERGENTE
De la avalancha de las informaciones recibidas y recogidas sobre la IA, cabe inferirse una lógica inquietud por ciertos sectores de la sociedad en relación a las perspectivas que caben imaginar en un futuro, por otra parte, inmediato, en torno a sus influencias y al desarrollo vertiginoso de este tipo de inteligencia de la información, y hasta qué punto es beneficioso o peligroso para el devenir del propio ser humano.
No seremos nosotros los que pongamos en duda los beneficios tecnológicos de estas ciencias técnicas e ingenierías de última generación, aplicadas a sectores muy concretos como la propia informática y su extensión a ámbitos como la medicina, la ingeniería, la robótica, la empresa…., no obstante, es de rigor tener claro las implicaciones que tiene la mala interpretación del uso (y del abuso) de estas tecnologías, teniendo en cuenta las implicaciones sociales, jurídicas, éticas, filosóficas y desde luego también científicas de este tipo de inteligencia artificial.
Si traemos a colación los relatos de Asimov (¡Cómo se divertían!, por ejemplo), vemos que esta preocupación no es nueva, y el propio escritor acabaría por diseñar un protocolo que acabaría por postularse como leyes de aplicación estricta de la IA en el territorio de la robótica, y que se vierten en el relato Runaround (El círculo vicioso)[1], podemos hacernos una idea de las inquietudes que despiertan estos avances tecnológicos entre los propios científicos (no olvidemos que Asimov, era asimismo bioquímico y divulgador científico).
Es interesante traer a estas alturas de nuestra exposición una cuestión lingüística y o filológica (también etimológica) que puede conllevar controversia y confusión a la hora de saber de lo que hablamos cuando decimos inteligencia, y sus potenciales analogías con otro término fundamental, necesariamente relacionado con aquella, me refiero a la conciencia. Ya establecíamos una relación conceptual sobre el término inteligencia en anteriores capítulos de esta sección sobre la IA[2], y lo haremos ahora en relación a la conciencia: para manifestar inteligencia se ha de ser consciente. Esta es una apreciación muy conveniente para establecer conceptos relacionados y analógicos, pero también de diferencia entre uno y otro término.
La conciencia (conscientia, cuyo prefijo con, viene a significar: unión, totalidad, algo que esta junto a; y ciencia, establecida como la cualidad del que sabe, a su vez compuesta del verbo scire, cortar, separar, escindir… y de los sufijos nt, agente, que lleva a cabo la acción, e, ia, el que tiene determinada cualidad), es una palabra que, además, atribuye rasgos éticos, en tanto que, según la RAE, conlleva conocimiento del bien y del mal. Otras acepciones no aclaran (en su polisemia) un valor significativo particular, puesto que conciencia también es un conocimiento claro y reflexivo de la realidad, pero también lo contrario, según la acepción anterior de nuestro diccionario. Por fin, la acepción del término en el ámbito de la psicología nos ofrece un término más riguroso, ya que, para tener conciencia, hay que ser consciente de uno mismo en el mundo.
Si entramos en el ámbito de la neurociencia, la conciencia tiene una estrecha vinculación con el órgano por excelencia que atribuye (según las nuevas corrientes de esta disciplina) al ser humano cualquier tipo de conciencia, es decir, el cerebro, siendo esta propia, singular y ¿únicamente? de este.
En cualquier caso, la conciencia es calificada como el término ya proverbial en ciencia del problema difícil. Y desde luego que lo es, sobre este asunto ya debatimos de manera harto extensa y dedicada en otro espacio y no lo haremos de manera rigurosa ahora. Pero sí precisaremos que es fundamental una distinción entre ambos términos, si es que afectan, como así lo creemos, a realidades diferentes.
No obstante haremos una apreciación, creo que oportuna sobre, si se puede considerar la IA una manera de conciencia emergente. Este apunte es de capital importancia, en tanto que, si bien no podemos negar inteligencia en el manejo y computación de datos al artefacto generado por la IA, no nos atreveríamos a decir que este sea consciente, con todas las implicaciones que conlleva.
En la próxima entrada de este blog Ancile, entraremos en esta cuestión verdaderamente peliaguda para no pocos curiosos de la ciencia que sustenta la IA.
Francisco Acuyo
[1] Primera Ley: Un robot no hará daño a un ser humano ni, por inacción, permitirá que un ser humano sufra daño. Segunda Ley: Un robot debe cumplir las órdenes dadas por los seres humanos, a excepción de aquellas que entren en conflicto con la primera ley. Tercera Ley: Un robot debe proteger su propia existencia en la medida en que esta protección no entre en conflicto con la primera o con la segunda ley.
[2] ). La intelligentia latina, analizada desde el prefijo inter (entre), el sufijo -nt- agente, y el sufijo que indica la cualidad, -cia-, y el verbo legere, que viene a significar escoger, separar… inferimos, a través de su etimología, que la inteligencia es la habilidad para escoger la mejor alternativa entre varias.
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