Sobre los cimientos del constructo científico y su metodología, ofrecemos nuevos apuntes de interés para la sección de Ciencia del blog Ancile, y esta vez bajo el título: El orden y la belleza del "Kosmos": más allá de una descripción mecanicista.
EL ORDEN Y LA BELLEZA DEL KOSMOS:
MÁS ALLÁ DE UNA DESCRIPCIÓN
MECANICISTA
Que la fenomenología física
estuviese sustentada por la creencia (actualmente vigente) de que podría
traducir su funcionamiento mecánicamente era (y es para muchos) uno de los fundamentos de
la metodología científica (de la que, a su vez, hubo de inferirse la idea
cartesiana de la dualidad entre la mente y el cuerpo, el sujeto y el objeto....),
cuyos argumentos han sido usados como metralla para atacar el hermetismo y cualquier
manifestación de esoterismo que pudiese confundirse con la ciencia.
El
Kosmos, como orden y belleza, expone
(al margen de su significado y etimología ambiguos y acaso indescifrables),
serias dudas sobre el mecanicismo como interpretación última de la realidad. La literalidad aplicada de los
modelos mecanicistas desde Kepler, Galileo, Copérnico… ha establecido un
curioso credo que no dicta mucho del primum
mobile medieval, si lo llevamos a la compresión del kosmos en sus confines, ajena a toda inteligencia (cosa curiosa es
que esta visión mecanicista debe mucho a la apreciación cristiana del mundo).
Muchas
veces, asombrado ante el genio de Einstein, no dejaba de apesadumbrarme hasta
qué punto su idea de la curvatura del espacio tiempo no seguía alimentando esa
visión mecanicista del universo ante el terrorífico panorama de los espacios
infinitos que amedrentaban a Pascal. Y que incluso no fuesen lo suficientemente
infinitos, suposición que hubo de deparar la hipótesis de los múltiples universos (Wheeler,
Everett… en la actualidad) para poder llenar esos inmensos e inquietantes
vacíos que, como la nada, rechaza, dixit, la propia naturaleza.
Uno
de los efectos más perniciosos del materialismo positivo materialista manifiesto
en su método (dogma, diría yo) mecánico, es la separación de la conciencia de los
procesos naturales que pretende aprehender. ¿Hasta qué extremo esta visión no
extiende un velo oscuro que, en realidad, nos impide entender la verdad profunda del mundo? ¿Es esta óptica la sombra inconsciente que impide ver la profunda realidad que anima la conciencia?
Si
el propio Leibniz, hace siglos, se dio cuenta de los límites del mecanicismo (…cuando
analicé las razones últimas del mecanicismo, me sorprendió darme cuenta de que
no se podían encontrar en las matemáticas, sino que debía volver a buscarlas en
la metafísica),[1] ¿qué
ocurre en la actualidad que bebemos de este dogma como si fuese la verdad
mesiánica de la tierra prometida de la modernidad?
Como
buen escéptico, curado en salud de tanto sofisma y credo sintomático de unas ideologías
que suplen incluso la honradez de tantos buenos científicos, he llegado a la
conclusión de que el Nullius in verba,
en el que base buena parte de mis criterios de escepticismo, se ha vuelto en
contra de la propia ciencia mecanicista.
Abundaremos sobre esta cuestión
en próximos post del blog Ancile.
Francisco Acuyo
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