Para la sección de Ciencia del blog Ancile, seguimos reflexionando sobre la ciencia y los influjos de disciplinas consideradas como protocientíficas o incluso opuestas a la misma ciencia, esta vez bajo el título: La intuición trascendente, entre el cisma de la ciencia y el usufructo de la religión.
LA INTUICIÓN TRASCENDENTE, ENTRE EL CISMA
DE LA CIENCIA Y EL USUFRUCTO DE LA
RELIGIÓN
Será una paradoja exquisita aquella que dé respuesta a la interrogante de por qué los humanos creemos de forma innata. De dicha
refinadísima paradoja se deduce que uno de los productos de esa mentalidad mágica es
la propia ciencia.[1]
Ante
esta primera exposición, seguramente para muchos harto sorprendente, debemos
hacer presente una interrogante: pero ¿hasta qué punto pudo el pensamiento
mágico pudo influir en el método y la dinámica legal de la propia ciencia?
Muchos
de los padres de la ciencia, es claro, que bebieron de las fuentes arcanas,
ocultas, esotéricas de las que el hermetismo ocupa un lugar muy destacado, sin
menoscabar las corrientes de pensamiento neoplatónicas y la misma cábala judía.
La
idea avalada por no pocos cosmólogos por la que el universo más parece un gran pensamiento
que una estructura netamente material regida por leyes azarosas, es en realidad una visión
netamente hermética (reconocible en la gnosis)
que deviene como la fórmula: Dios es el
universo, y el universo es Dios.
Resulta
para mí inevitable también traer a colación la figura del genial Giordano Bruno, mártir
no solo de la ciencia, sino de la sabiduría hermética, quien establecería en su
momento una idea revolucionaria que más encajaría con una teoría cosmológica
moderna que de su propia época, para ello no tenemos más que asomarnos a su De l’infinito universo e mondi, que
dejaría a Copérnico periclitado, ya que creía que el universo no estaba sujeto
a un espacio limitado de estrellas fijas, sino que este era infinito, posición que le
sitúa muy cercano a la visión de la curvatura espacio temporal de Einstein, pues más allá de la circunferencia convexa
imaginaria del universo se encuentra el tiempo,[3]
idea quizá inspirada a su vez en un pasaje de Asclepio, en el que Hermes habla
de una región más allá de los cielos ilimitada.
No
serán estos los únicos que encontraban fundamento a su teoría científica en
principios del hermetismo, podíamos añadir a la lista a Tommaso Campanela y al
propio Galileo, contemporáneo suyo, que, aunque intentó buscar distancia del saber
esotérico, no puede negarse la relación de admiración hacia Bruno y su
inevitable conexión con el hermetismo (que habría de dar lugar a Al khem, la alquimia) y todo el
despliegue de interés sobre esta disciplina en personajes destacados de la ciencia
moderna como el ya mencionado Isaac
Newton.
Seguiremos
avanzando en este sendero de ¿extrañas? relaciones entre las ciencias oscuras y
la ciencia moderna en próximos capítulos de este blog Ancile.
Francisco Acuyo
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