Para la sección de Pensamiento del blog Ancile, traemos un nuevo post que lleva por título: Existencialismo y posmodernidad.
EXISTENCIALISMOS Y POSMODERNIDAD
No deja de sorprenderme ciertas
corrientes de pensamiento posmoderno, ubicadas en la necesidad de la superación
de los errores reconocibles de la modernidad entroncados por los avances científicos, sobre
todo en su vertiente tecnológica, y a su vez enfrentados a las diversas
corrientes existencialistas, cuyos fundamentos críticos de pensamiento, son,
paradójicamente, opuestos a no pocos de los presupuestos de la intelectualidad
cientificista de la modernidad.
Mi
admiración y adhesión a muchos de los valiosos presupuestos de estas corrientes
(a mi juicio mal denominadas) posmodernas, no es, sin embargo, seguidora de
algunos de sus argumentos (no sé si suficientemente reflexionados, o acaso
huérfanos de conocimiento sobre lo que el complejo y variado movimiento
existencialista supuso para el pensamiento en su tiempo y los ecos inevitables
de influencia en la actualidad).
Ensalzan los existencialismos la fenomenología para estructurar sus razonamientos con el fin de tratar de depurar o refutar el pensamiento de la existencia. Sobre todo cuando el punto de partida de todo existencialismo que se precie se sustenta sobre la subjetividad del individuo y sus vivencias arraigadas estrechamente en lo fenomenológico, que es donde engarza precisamente este pensamiento particular de la posmodernidad. Y cuando percepciones o emociones como la angustia (enraizada en la constante inevitable del sufrimiento humano) ponen en evidencia las insuficiencias del pensamiento científico, manifiesta el existencialismo la necesidad de las acciones del sujeto, las cuales deben obtener coherencia con sus deseos y creencias, siendo esto el tronco, el eje de una autenticidad que se necesita para aceptar un papel coherente en el mundo, necesidad que supera cualquier aproximación científica.
Buena
cuenta de estos y otros presupuestos dieron las vanguardias literarias y
artísticas, hija de un movimiento filosófico que en modo alguno puede o debe
considerase como sistemático ni deudor de una escuela de asignación rigurosa,
si no, más bien de diversas corrientes (cristianas, agnósticas o declaradamente
ateas) que hacen comunes algunos de sus presupuestos filosóficos.
Hay
otra curiosidad que muy bien puede emparentar al movimiento posmoderno con el
existencialismo, muy a pesar de algunos de sus componentes, la indefinición de
sus movimientos. Otra curiosidad análoga de no menor entidad intelectual y
filosófica será que, en ambas, impera la importancia de la conciencia (existencial) para el
reconocimiento de una ética de responsabilidad ajena a cualquier tipo de
creencias dogmáticas. La existencia y la conciencia de existir, es antes que la esencia, declaran los existencialistas.
Acaso
el mal entendido parta del entendimiento de lo fenomenológico como vía de conocimiento no tanto de objetos como de
estos reducidos al ámbito de la conciencia, aunque esta conciencia sea
intencional siempre. El vivir en la mente
del mundo, como gustan muchos de estos pensadores posmodernos, será la
mayor y más específica diferencia, en tanto que la conciencia ya no es sólo una
cuestión individual, sino que participa de ella todo lo que existe en el mundo, y el hablar sobre este va a depender del lenguaje que seamos capaces de
proponer a la naturaleza.
En
cualquier caso, en lo que sí estarían de acuerdo existencialistas y posmodernos
será que el reduccionismo positivo cientificista no es en modo alguno
suficiente para explicar el mundo. La materia pasa a ser imaginada o percibida,
en cuyo proceso es fundamental la conciencia. Daremos en próxima entrada
algunos detalles sobre estas contradicciones que son muy interesantes para
comprender el pensamiento (¿y su crisis?) en la actualidad.
Francisco Acuyo
No hay comentarios:
Publicar un comentario