Abundando sobre la singularidad del lenguaje poético y la emulación de este por la lA, traemos un nuevo post para la sección de Ciencia, del blog Ancile, bajo el título: La conciencia poética y su realidad inmarcesible (más allá del significado).
LA CONCIENCIA POÉTICA
Y SU REALIDAD
INMARCESIBLE (MÁS
ALLÁ DEL SIGNIFICADO)
Recordamos que en el lenguaje poético toda aquella cadena de significantes que caracterizan dicho lenguaje devienen por la experiencia, razón por la que someterlas al mero cómputo de datos es un propósito que resulta inverosímil, inferimos pues, que la mera emulación de dicho lenguaje (poético) por uno o varios algoritmos seleccionados para tal fin, limitados siempre al manejo de datos, fuera de toda experiencia, queda en eso, en una emulación.
No obstante, la tarea del manejo en el ámbito de la emulación de la IA de este lenguaje singular aunque sea para su imitación, es extraordinariamente compleja, pues, va más
allá de que dicho lenguaje resulte transparente, (no solo pretende es transmitir
una idea), que al estar dirigido hacia sí mismo (Tzvetan Todorov) es opaco. Este lenguaje y sus figuras llegan a situarse más allá del uso común de la lengua,
siendo este desvío el rasgo distintivo del mismo. No hará
falta hacer aquí una descripción de todas u cada una de las anomalías que pueden
detectarse y que provienen de lo más genuino de la experiencia de aquel que las
usa, ya sean anomalías de sonido-sentido, sintácticas, semánticas o las que
tiene que ver con la ruptura del signo y su referente, y esta especialidad será
así, incluso en los casos que intentan una poesía (pura) en la que no aparezcan
figuras (si es que este no es también un ejercicio retórico siempre subjetivo,
personal e intransferible).
Si entendemos el lenguaje como algo vivo, lo será también, aunque de manera muy singular en el lenguaje poético. Y cuando advertimos de que está vivo, lo hacemos atribuyendo las características propias de lo que lo está: su organicidad sistemática está llamada a sostenerse por sí misma y a replicarse y a evolucionar y sobre todo dispuesta para crear.
Así
pues, el lenguaje poético impone su ley de creación que, más que oponerse a la
presencia de las cosas, busca su sustitución abstracta, la cual se sustenta en lo
que se dice o se supone que es ficción, y que yo digo que es conciencia. Conciencia que
está presente en el que concibe el discurso poético, así como en el espíritu avisado que lo lee o
transcribe o interpreta, y que sabe en el fondo le es común, como es común y a la vez
distinta cualquier conciencia y que, no obstante participa del rasgo misterioso
que la hace, aun en su invisibilidad, real e indiscutible, acaso más que cualquiera otra cosa que sobre
el mundo exista.
La
conciencia poética se hace inmarcesible en virtud de que crea y se sustenta en la
consecución de la belleza. Esta se distingue y se crea no solo en virtud del
manejo del tropo, también de la música (métrica) del verso que estará íntima
(orgánicamente) configurada y por tanto viva, y del tratamiento peculiar de su gramática, vinculados
a todos y cada uno de estos elementos a la secuencias experienciales que se
traducen en su peculiar discurso poético.
La IA puede emular este lenguaje, sí, y ofrecer un simulacro más o menos conseguido del mismo en virtud de la complejidad e ingenio del matemático que configure sus algoritmos, e incluso, a través de la emulación métrica y de rima, proponer la ilusión de dislocar el paralelismo fono-semántico del discurso genuino poético, pero jamás sustituirlo, y es que, a diferencia del poeta, o del lector avisado de poesía, jamás podrá tomar conciencia de su propio funcionamiento y advertirlo y sujetarlo a su propia experiencia vital, hacerlo, en fin, autorreflexivo, y como la vida misma moverse en la ambigüedad que acaba por relajar las conexiones lógicas para decantarse por las emocionales y subjetivas, aunque luego tengamos que volver al código para hacerlas inteligibles, aunque se sostenga siempre un aura enigmática que va más allá del significado y que acaso conecta a la poesía con el lado más profundo de lo que la vida manifiesta de manera más enigmática, que es la conciencia misma.
Francisco Acuyo
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