Hemos seleccionado un puñado de poemas del maravilloso volumen, el quinto, de las Obras Completas de José Jiménez Lozano, para la sección de Poesía del blog Ancile, editado con la calidad y belleza acostumbradas por la Fundación Jorge Guillen de Valladolid. Introducimos dichos poemas con el párrafo inicial del prologuista de este volumen, Fermín Herrero, para que, con esta breve muestra, pueda nuestro lector hacerse una idea de la hermosa totalidad de este volumen y de todos los demás que componen estas Obras completas, las cuales recomendamos con verdadera pasión, dada la excelsa calidad del autor y la no menos impresionante factura de la edición.
De la obra de José Jiménez Lozano puede decirse, como Borges
afirmara de la de Quevedo, y aun con más razón, que constituye toda una
literatura. Y qué literatura, sin igual en nuestras letras, tan extensa como
intensa, de una hondura y, al mismo tiempo, verticalidad trascendente, en
verdad asombrosas. Salvo el dramático, Jiménez Lozano frecuentó todos los
géneros, con la particularidad de que en cada uno de ellos parece un escritor
distinto —a tal punto se ciñe a las poéticas correspondientes— y por completo
original, difícil asimilarlo específicamente, ni en sus relatos, ni en sus
novelas, ni en sus diarios, con ningún autor, pese a que su escritura se
integra y fructifica en la tradición del castellano, a la que siempre se atuvo.
Fermín Herrero
Prólogo (fragmento)
LA LUNA ROJA
Cuando la luna es niña
su alto y plateado rostro
te observa imperturbable
como el ojo de un dios.
Mas luego crece roja
y es un volcán de ira.
Asomada a las bardas
de tu jardín te increpa,
te urge, te interroga
o incendia la cresta de los pinos.
Se torna justiciera
cual los hombres.
DESAYUNO
EN EL JARDÍN
Mira,
cada mañana
la umbría del tilo, el olmo,
el sauce, la morera,
el castaño y el pino
¡cuán perfumada y pura!
Sobre
la hierba consolada
por la noche, nueva,
el olor a Génesis te acoge;
y
las tostadas, el periódico,
el bordado mantel, la taza
del café y Hesíodo.
Estrenas,
ahora, el mundo,
¿me
oyes ? Sé digno enteramente
de esta hora. Y luego
de las otras más duras
como puntas de lanza.
LOS
BÁRBAROS
¿Y
si vienen los bárbaros?
¿Cómo
podría defenderme
con un puñal lleno de herrumbre,
un libro amarillento,
el jardín de las lilas y alhelíes,
o la luz de Rembrandt ?
Mas,
si llegan al alba,
estaré
esperándolos vestido
con el té perfumado en la tetera
azul de China y con Erasmo.
Al
menos el rocío, su repulsa
de irisado cristal elevará
contra los borceguíes que lo pisen,
y
yo tendré cien ejércitos de ojos,
implacables testigos.
EL
GATO
Mira
a monseñor el gato,
cuando,
adormilado, abre
de
vez en cuando un ojo.
Es
un discípulo de Berkeley,
sueña
el mundo, y, a intervalos
vigila
por si se ha ido.
Aunque
no le importe nada; lo hace
por puro hábito de escuela.
EL
GATO DE SPINOZA
En Ça qui
conceme les choses
humaines, ne pas rire, ne pas
pleurer, ne
fas s’indigner, mais
comfrendre.
Baruch de Spinoza
La
casa de Espinosa
es particular,
no
tiene tristeza
como las demás.
El
viejo judío,
cuando pule lentes,
se fuma una pipa
y escribe papeles.
O
se está tranquilo
el
mundo resbala,
y un gato le espera
sentado en la sala.
Es
doctor político,
y también teológico,
no caza ratones,
ni lee los periódicos.
Sólo hace preguntas,
alzando
la cola
—geometría
y ética—
se
pasan las horas.
VÍA LÁCTEA
Un gorrioncillo se esforzaba
por quebrar la gélida corteza
de un jardín de invierno, en busca
de un gusano, una semilla.
Como los hombres contra el cristal del cielo
miran encandilada la Vía Láctea,
por si esa luz viene de lo Alto,
según pensaban los
antiguos.
Vanamente.
NOCHE DE ESTÍO
Una
noche así, en su negrura,
la lámpara de plata iluminando
mi duda y un poco de esperanza,
es como un antiguo santuario ya en desuso.
Pero ahí, aún se oye, lento,
el paso cansado de los dioses.
¿O
es sólo el cárabo en vigilia
de mis pensamientos ?
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