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martes, 6 de agosto de 2024

LA RUINA DE LA DIGNIDAD ES LA QUIEBRA DE LO MÁS BÁSICO CONSTITUTIVO DE HUMANIDAD

 Seguimos abundando en el valor de la dignidad con esta nueva entrada, para la sección de Pensamiento del blog Ancile, esta vez bajo el título: La ruina de la dignidad, es en lo más básico constitutivo de humanidad.


LA RUINA DE LA DIGNIDAD ES LA QUIEBRA 

DE  LO MÁS BÁSICO

CONSTITUTIVO DE HUMANIDAD



 

La ruina de la dignidad, es en lo más básico constitutivo de humanidad. Francisco Acuyo



Decíamos en el anterior capítulo introductorio, que íbamos a centrarnos en el concepto de dignidad afín al principio de racionalidad que se extrae de la autonomía e idiosincrasia del ser humano que, entre otros, Kant, deducía de normas y juicios propios que la ofrecen como acreedora del respeto de los demás y de uno mismo.

                Muchas me veces me pregunto por qué aquel valor interno de la persona, portadora del mismo por el mero hecho de serlo, mérito atribuido en su reconocimiento fundamentalmente a la era de la modernidad, se ha ido si no poniendo en tela, diluyéndose en muchos de sus fundamentos en la era que se ha denominado posmodernidad. Esta consecuencia no está extraída al antojo o el capricho de una reflexión superficial, sino que podría ir acompañada de una casuística prácticamente infinita de la que poder constatar esta pérdida de dignidad nunca suficientemente ponderada y que pasa inadvertida en muchos casos en la actualidad.

                Que la falta de dignidad es manifiesta en el ámbito de la política, es un hecho incompresiblemente aceptado, y es una tristísima y peligrosa realidad actual. Pero que esta indignidad haya acabado por calar en ámbitos bien distintos de la vida humana, creo que es algo que merece alguna atención, aunque sea sólo por mero y patético divertimento, sobre todo porque nos lleva a extremos no solo infaustos de falta de respeto hacia el sí mismo, sobre todo porque la falta de respeto se trasluce en lo más básico y necesario, incluyendo cualquier valor que se tenga o se haya tenido por excelente, propicio y capital para el bienestar personal y social.

                Diríase que el pilar básico de cualquiera ética, si es que puede considerarse uno de sus fundamentos estructurales, es la dignidad. Se diría que que quieren emularla viva solo en el interés ideológico de aquellos, cuyas aspiraciones de poder, precisan ver justificada la eliminación del justo medio en pos de la obtención del fin, casi siempre ilegitimado por la ambición y la más profunda estupidez, aunque no es raro que ambas vayan de la mano muchas veces. Olvidamos que la dignidad está contemplada como fundamento en la filosofía, por supuesto en la ética, pero también en la antropología, el derecho y, supuestamente, en la política. ¿Pero, qué decir del arte? Veremos que no está exenta de manipulación la imprescindible dignidad del artista, acaso por que se ve permeada por la recurrencia de aquella ambición ideologizada de poder que justifica cualquier medio para obtener sus fines, que, como veremos, nada tiene que ver con el proceso creativo del objeto artístico. La ética y la estética tienen a la libertad y a la dignidad como bastiones singulares de su constructo creativo. Pero, ¿hasta qué punto la entia moralia de la dignidad puede ser considerada categoría ética estrechamente vinculada a lo más genuino de la persona humana?

                Kant nos avisaba de que el hombre es un fin en sí mismo, no un medio para ser utilizado discrecionalmente por esta o aquella voluntad (incluyendo la propia, que nos puede hacer acreedores muchas veces de la más lamentable y ridícula indignidad, se verá algún que otro grotesco e irrisorio ejemplo), mas teniendo muy presente que ese valor de dignidad nos avisa de que es impulso creativo (de cocreación que realiza el mundo, rodeado de otros como yo -Mitdasein que advertía Heidegger-) que pone en evidencia que ser persona es ser relación.

                La cuestión es que la manifestación más clara de pérdida de dignidad radica en que aquella relación, no puede ser sino de encuentro, jamás de dependencia (Levinas). Es así que el grado de egotismo narcisista que embarga al hombre, llega a ser en el artista, que olvida su dignidad, una suerte de necia ignorancia de la esencialidad de lo ético como fundamento (Aristóteles) de la vida social, pero que también es una capacidad que nos trasciende por ser superior a la razón, si es virtud hexis[1] mediante la cual podemos detectar la actitud del sabio. De aquí, que la indignidad, manifiesta, ya de inicio, un grado de necedad incompatible con la sabiduría y de franco peligro de cualquier otro valor moral.

            En próximas entradas daremos cuenta de algunas reflexiones, análisis y, como decía divertimentos, sobre aspectos de la indignidad manifiesta en comportamientos francamente narcisistas, acaso manera más estúpida de mostrar indignidad.

 

 

Francisco Acuyo



[1] Aristóteles: Ética Nicómaco, Alianza Editorial, Madrid 2004.





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