Ofrecemos una semblanza sobre el Ars poética de Aristóteles y de los aspectos aún permanentes de esta magna obra en el entendimiento del fenómeno poético en nuestros días.
SOBRE LA POÉTICA
NO ADMITE CONTROVERSIA LA PLAUSIBLE potestad y predicamento del Ars Poética(1) del influyente genio de Aristóteles, cuya autoridad incontestable vino a exceder su crédito, no solamente en la ciencia que engalanara con tan grande conocimiento y maestría, digo, del saber filosófico con el que habría de configurar también su particular doctrina literaria, ya aún la esencia misma de las artes; pues bajo el auspicio de idénticos y singulares postulados con los que habría de construir el extraordinario monumento de su física o ciencia natural, y articulados en la construcción de una impecable (lógica) casuística (autónoma y verosímil), querrá alzarse, igualmente, tan compacta y colosal la Poética, y aun la misma Retórica(2).
Es así que, una vez asumido el parentesco del arte (como tecné) con la ciencia, y ya dispuesto en su jerarquía lógico-científica cual ciencia teorética, veremos traslucir excelentemente su sistemática, mas, con acorde perfección respecto de los principios de su Metafísica (que estudia lo que es en cuanto que es,(3) la cual, como se verá se enfrenta sin ambages al sugestivo mundo de lo ideal platónico.
Veremos discurrir entre sus aquilatadas páginas las esencias y sustancias (si sustitutos de la idea) en equilibrado y sobrio desfile, perfectamente apercibidas para explicar el accidente de sus cambios posibles, sostenido todo su complejo en una complexión vigorosa, cuya sólida estructura muestra los pilares del principio de causalidad como el fundamental cimiento desde donde construir seguro su extraordinario aparato lógico.
El esencial movimiento aristotélico es perfectamente perceptible, no sólo como concepto, acaso también como naturaleza indiscutible de lo que es en cuanto es,(4) pero totalmente asumible en lo que interesa para su teoría poética. Los elementos fundamentales que explican y sostienen la poética (la mímesis, la verosimilitud y la fábula) se estructuran, sabiamente gobernados, en torno al arte verbal, y desde cuyas firmes plantas habrían de buscar seguro asiento las raíces consistentes que extendieron tan luengamente su extraordinario vigor nutricio en forma de mímesis del cambio y que, durante tanto tiempo ha sustentado la dinámica poética de tantas como significativas corrientes y tendencias literarias, estéticas y artísticas en la historia de la humanidad.
Véase, si no, qué actualidad mantienen sus gustosas apreciaciones sobre lo que sea verso y lo que fuese poesía; ésta última no lo será, desde luego, porque esté manifiestamente expresada en el discurrir rítmico del verso, pues la condición ineludible para que la poesis sea, a todas luces será la mímesis, y es que, al amparo de su dinámica singular, inferimos nosotros que la poesía será posible como episteme. Mas será, al fin, con la verosimilitud mimética que la poesía alcance el rasgo de universalidad a que aspira el saber científico, pero trascendiendo incluso el prestigioso conocimiento histórico pues, si lo verosímil es lo que puede suceder, será precisamente aquello que es o que puede ser (lo verosímil probable), lo que construye la estructura de la realidad y se vierte como el rasgo universal adelantado, mas siempre en conexión directa con el espíritu imprescindible de la lógica causal; estructurándose el corpus y la dinámica de la literatura en virtud de las mismas leyes (de causa y efecto) que rigen la naturaleza.
Así, dará lugar también a nuevas vertientes de lo poético reconocidas en periodos más o menos inmediatos a la redacción de la poética (y otras, entonces, potenciales, que afectarán a más modernas concepciones), y todo esto en razón de su reconocimiento de lo irracional en poesía. A través de su importante concepción de la metáfora y del talento innato, tendrán lugar conceptos, posteriormente, tan sugestivos como modernos: así el de sublimidad. (5) Mas, ahora, sin conmover la elegante y firme estructura que se eleva en el excelso y equilibrado ámbito de la fábula. Desde aquella y la mímesis se deduce el ser orgánico que define y constituye en su particular andamiaje (principio, medio y fin) la obra literaria, la cual alcanzará, mesura, claridad, carácter y elegancia extremos de seguir lo establecido en la poética.
La aprehensión y acercamiento al lenguaje en el sistema aristótelico es, a mi juicio, una de las partes más influyentes e interesantes de su arte poética en tanto que puede reconocerse en ella al auténtico y primer nuncio o iniciador de la lingüística moderna, pues parte para la estructuración, estudio y análisis del lenguaje de un esquema de semejanzas y diferencias muy similar al que describen los actuales estudios en la materia.
Habíamos hecho una brevísima referencia a su visión y concepción de la metáfora, la cual, aún defendiendo la mesura (elevación y claridad) para su buen uso, no deja de abrir posibilidades nuevas cuando reconoce su posible irracionalidad (o carácter enigmático) aunque sea en su abuso, y desde cuyo reconocimiento pensar en una presunta superación del estilo y la didáctica para su manejo, no se nos antoja ningún dislate para situarse después más allá del nivel lingüístico. Acaso comenzar a poner en duda la metáfora difícil y el enigma, como transgresores de lo racional es ya el primer atisbo de una lógica metafórica con la que sustentar la verdadera poesía; dar una posibilidad de entendimiento de la metáfora y la poesía que, después, iría más allá del nombre para vislumbrar el discurso (el enunciado) y todo para superar el concepto tradicional de lenguaje, y acaso anunciar la moderna concepción del mismo como ente figurado.(7)
Lo racional, equilibrado e inteligible se describe y se aspira en la mesura de la poética y así, con lo didáctico, se ofrece como uno de los fines del arte o de la creación en la belleza, es decir: como estética. Mas, De lo sublime,(6) trazaría aquí también algún bosquejo; de cualquier forma dejará esbozados los ecos todos donde la poesía, acaso de manera incipiente para la primera crítica, aspira a lo excelso y metafísico, y donde observar, también anticipadamente, que lo augusto de cualquier arte reside en la labor de lo que, posteriormente, se reconocería como genio (la capacidad o disposición innata para crear, que diría Aristóteles) doctamente conducida.
Mas, hoy, ¿qué vemos, o, mejor, qué no vemos de su maestría y ciencia filosófica en la poética? En propiedad, lo que, acaso, no pueda verse y, apenas soslayarse de la verdadera poesía, pues, además de lo perceptible de su ejercicio tan sabiamente señalado en la poética, es decir: todo lo expreso y cuajado de razones, de equilibrio, de lógica y belleza, mas parecen además intuírse las necesarias (y propincuas) voces del silencio que anuncian lo que esconde (lo secreto y misterioso) y que, sin embargo, es, y que supone otra vida latente pero sublime y vitalmente necesaria de pasiones extáticas con las que exaltar para siempre el ser en la poesía.(8)
Francisco Acuyo
(1) Arte Poética: «Aristóteles: Ars Poética», Gredos, Edición de Valentín García Yebra, Madrid, 1974.
(2) Retórica: Aristóteles: «Arte Retórica», Gredos, Madrid, 2000.
(3) Metafísica Aristóteles: «Metafísica»: Gredos, Madrid, 2000.
(4) Metafísica: idem
(6) Longino: «Sobre lo sublime», Gredos, Madrid, 1998.
(7) Véase Ortega y Gasset o Paul Ricoeur.
(8) Estimo como punto necesario la poética de Aristóteles para la consecución de tantas concepciones modernas de la poesía en la actualidad.