Exponemos en esta entrega de nuestra bitácora una suerte de aproximación e interpretación de la obra de Roman Jakobson, Lingüística y poética, a la luz de criterios de la disciplina y la ortodoxia lingüística así como por vía de una exégesis algo más heterodoxa (más poética que lingüística), con un carácter en cierto grado, excéntrico, como acaso no puede ser de otra manera, si es que, como es el caso, será un poeta quien interprete el funcionamiento del lenguaje reconocido como genuinamente poético.
SOBRE LINGÜÍSTICA
A MODO DE SINTÉTICA INTRODUCCIÓN quiero hacerles una breve semblanza de la lectura del influyente ensayo Lingüística y Poética, de Roman Jakobson, mas no antes sin advertir muy seriamente de las seguras limitaciones de su análisis; limitaciones, digo, producto de la indubitable parcialidad de la exposición de aquel que suscribe estas modestas líneas con tan torpe como apremiante discurso. No obstante, si en ellas se apresura quien les habla, quiere mostrar en su premura que su parcialidad radica no tanto en la falta de interés y aviso por la lectura que nos ocupa (sin duda fundamental para la Teoría del Lenguaje Literario), sino porque las inclinaciones que ocupan la mente y el corazón de quien este momento tan desmañadamente se justifica, desequilibran la balanza en pos del uso (y acaso del abuso) práctico del mismo fuego (que diría Lorca)* y que se hace expreso gracias al lenguaje literario, mas centrado en el manejo del verso, cuyas singularidades (tengo que confesarlo) me dan muchas veces la impresión que sobrepasan mis parcos conocimientos sobre lo que la poesía sea y que, como el mismo Jakobson reconocía, en todas sus singularidades no convendría limitarlas exclusivamente al elemento lingüístico, acaso también sería conveniente a los ámbitos literarios, filosófico, estético, antropológico... que puedan dar alguna luz más sobre lo que la poesía es, aun reconociendo (así me lo parece a mí al menos) a aquella como autosuficiente, autónoma y autóctona con unas exigencias interpretativas igualmente singulares.
Pero no será esta la cuestión a debatir en este instante (emplazamos tan interesante discusión para mejor oportunidad),* y nos centraremos en el documento aportado por Jakobson en el Congreso de 1958 sobre el estilo literario que, como dijimos se intitulaba: Lingüística y Poética.
Adelantaré algunas concepciones básicas del formalismo que puedan detectarse fácilmente en el discurso jakobsiano en su concepción del fenómeno poético como singularmente lingüístico, y que a la postre servirán para la mejor comprensión de su ensayo.
Veremos la idea de constructo singular que tiene del verso en base a un patrón rítmico (previamente estudiado por Tomachevski), y donde, en sentido amplio, el ritmo se entiende como una alternancia regular en el tiempo de fenómenos fónicos comparables; concepto que, como veremos, Jakobson, superaría ampliamente. Observará también la idea formalista de que el ritmo no depende de forma exclusiva de los acentos y su distribución, el fenómeno denominado y reconocido como isocronismo.
La idea jakobsiana general sobre el ritmo gira en torno a aquél ritmo significativo, propio de la poesía, mediante el cual nos anticipamos respecto de sus repeticiones e intervalos, encontrándonos ante lo que denominaba como tiempo de la expectación; del cual deduce que la poesía no puede identificarse únicamente por sus características métricas, y es que, según los formalistas, hay poesía sin metro, pero no sin ritmo.
Los desvíos detectables serán, en poesía, momentos de anticipación frustrada, causantes, en consecuencia del efecto estético del poema, mas siempre en relación con la paridad desvío-canon.
Anticipamos también en Jakobson el rechazo de otros formalistas respecto a las viejas categorías, como pueden ser el pie de verso, para reconocer otra unidad autónoma capaz de observar el significado del ritmo y, cómo incide éste, según su lugar predominante sobre aquel (ritmo); infiriéndose las necesarias relaciones entre la prosodia y la semántica, cuestión esta que, si no me equivoco, anticipaban ya algunos estilistas (aunque llegando a muy diferentes conclusiones), véase Dámaso Alonso en: Poesía Española;* así la estructura no se percibe sólo fonética, sino fonémicamente: como interacción entre el sonido y el significado, para colocarse, al fin, en una perspectiva netamente lingüística. A partir de aquí, deduce Jakobson los tres métodos para marcar las señales significativas; distingue: 1-ACENTUACIÓN, 2-TONO y 3- CANTIDAD. Mas cada lengua elegirá como base el ritmo que tenga mayor importancia ( por ejemplo, la poesía griega, el 3, cantidad; la española el 1, acentuación).
Del carácter artificial o construido de la poesía, en la jerarquía de elementos que la conforman, trascienden el prosódico, debiéndose tener en cuenta, además los extralingüísticos, tales como los aprotados por la tradición, los clásicos, las lenguas extranjeras...) habida cuenta de que el patrón lingüístico no puede ser traspasado ni siquiera por el poeta.
Anticipándonos muy brevemente a la conferencia que nos ocupa diremos que, en una primera parte veremos que la denominada función poética se orienta hacia el propio mensaje, esto porque en la lengua literaria no sólo existe dicha función poética, sino que esta es la que predomina fundamentalmente; en una segunda parte hablará del principio de equivalencia en el lenguaje literario, el cual viene a presentarse como axioma matemático en poesía, pues será gracias al juego de equivalencias (fonéticas, semánticas, sintácticas...) que se detecta precisamente dicho lenguaje poético. Pero estas equivalencias están destinadas a dificultar la comprensión, pero teniendo en cuenta que aquellas no pueden entenderse sólo como fenómenos formales, pues en virtud de dichas equivalencias se determina el significado del mismo discurso poético.
II
SI ALGUNA, AL MENOS, DE LAS VERDADERAS y eminentes autoridades ante la conspicua, insigne y eximia dignidad de su eminente ciencia, hubieren reconvenido tan siquiera un instante con quien ahora suscribe tan apresurado vuelo en su discurso, una noción tan sólo que le satisficiese de lo que integralmente la poesía fuera de aquella proposición en este ni en ningún otro instante (acaso porque poeta), no podría ni querría sustraerme: y es que la poesía, en su presunta unidad conceptual, es resultado manifiesto de una polivalencia que bien puede describirse como poseedora de una singular naturaleza, la cual afecta al arte literario, y acaso también a otras artes, mas siendo siempre particularmente expresiva; así también se manifiesta a nuestro juicio como forma peculiar de pensamiento (estético y para-estético), incluso como una epistemología en principio de enigmático rango que la viene a situar en una rara disposición para aprehender el mundo como totalidad.
Así, si Jakobson(1) nos advierte del injustificado divorcio entre la crítica (o poética)(2) y la lingüística, todo ello no es, ante nuestros atónitos ojos, sino la pálida e injusta referencia ante las innumerables escisiones reduccionistas a las que, de forma permanente, ha sido sometida la ciencia (especial y) viva en la paradoja,(3) y que nosotros denominamos poesía.
Se nos antoja que urgiera al erudito y avisado, mas, sobre todo al poeta mismo, quien debiera tal vez como nadie prestarse a su ejercicio: ¿limpio de mente y corazón? (y si no ajeno al saber de cualquiera disciplina que habilite para su conocimiento, o, aun sabiendo perfectamente de todos y cada uno de los mecánicos motores o de los etéreos entresijos de su rara ciencia): que no debe obviarse bajo ningún concepto su naturaleza viva, cuyo atributo primordial será su dinámica totalizadora e indivisible.
Centraremos, no obstante, nuestra modestísima indagación en la labor de Jakobson sobre la escisión, tradicionalmente proverbial, entre la lingüística y la poética, mas, sin atender a las entidades que vienen a denominarse como extralingüísticas que, aun cuando excedieren todos los límites de sus consideraciones eruditas, no deben obviar su segura incidencia los lectores avezados y avisados de poesía.
De cualquier forma, Jakobson, viene a afrontar la problemática de la separación lingüístico-poética exponiendo aquella interrogante que resultará a la postre esencial en el ámbito de la teoría del lenguaje literario; a saber: ¿Qué hace que un mensaje verbal sea una obra de arte? Se verá, evidentemente, que el objeto principal de la poética se centra en los problemas de índole o carácter estructural, de lo que, a su vez, cabe inferirse que aquella (la poética, decimos) se distingue como el arte verbal por excelencia, así, también se diferencia respecto de otras artes y de otros tipos de conducta verbal; es por esto que la poética, según palabras del propio Jakobson, estará destinada a ocupar un puesto de preeminencia dentro de los estudios literarios.(4)
No obstante de lo ya adelantado, si reflexionamos sobre el alcance de la propia lingüística, tendríamos que reconvenir que su disciplina científica debe englobar así mismo la estructura verbal y, por ende, la poética, debiendo conformar ésta última parte obligada y necesaria de la lingüística. Esto es así, aun cuando los diferentes argumentos exhibidos en contra tradicionalmente, no han sido determinantes para disociar ambas disciplinas, aun cuando los recursos de la poética no se han de limitar al arte verbal (vease las diferentes posibilidades de adaptación de creaciones literarias a otros ámbitos artísticos de muy diversa índole), lo cual, no viene a demostrar otra cosa sino que las diferentes artes son susceptibles de comparación. Ahora bien, es cierto que también podemos reflexionar un instante para ver si, uno de los aspectos coincidentes entre esta o cualesquiera otra arte verbal, pueda ser, precisamente, lo que según las especiales características del texto puede considerarse como genuinamente poético.
Proseguiremos en aquel punto, mas sin entrar en otras controversias con el análisis jakobsiano. Sabemos que los problemas una vez presentados por el barroco (acaso trasladables a cualquier otro período o estilo histórico), conllevarían forzosamente traspasar los límites de un solo arte. A partir de aquí, lo que añade, se nos antoja de una gran relevancia en tanto que aquellos rasgos poéticos forman parte, no sólo de la ciencia del lenguaje,(5) sino que también se encuentran totalmente implicados en el ámbito de la teoría de signos (semiótica general), y es que, partícipe de ese rasgo singular pansemiótico (es decir que contiene rasgos poéticos que no serán propios sólo del arte verbal), puede participar también con cualquier otros sistema de signos.
Veremos más tarde el alcance de tal afirmación (¿no suficientemente explotada y derivada por Jakobson?), y las consecuencias deducibles de ella pero, por ahora, indaguemos en otra grave objeción que se infiere y que puede llevarnos a la conclusión de que muy bien no tiene que ver con la literatura: obsérvese con un poco de atención que las relaciones que se establecen entre la palabra y el mundo no serán un problema que se cierre de manera exclusiva con el arte verbal, extremo que puede extraerse fácilmente reflejo en cualquier tipo de discurso; ahora bien, estos valores de verdad, si exceden los límites de la lingüística (y en lo que afectan a la poética como parte integrante de aquélla), ¿también sobrepasan los valores intrínsecos de lo que, casi siempre de forma intuitiva, entendemos que constituyen el ser de la poesía?
En otro orden de cosas ¿es cierto, pues, que aquella valoración (como poética) se sitúa más allá del ámbito de lo lingüístico? Dice Jakobson que en realidad cualquier conducta verbal tiene un propósito aunque los objetivos sean diferentes, y esto porque la correspondencia es mucho más cercana de lo que en principio cabe pensarse (sobre todo por parte de los críticos), pues los fenómenos lingüísticos en su extensión espacio-temporal tienen correspondencia en el mismo ámbito de espacio-tiempo que aquel que se pensó propio de los modelos literarios. Nos dice que la confusión entre estudio literario y la crítica puede ser uno de los factores determinantes de esta diatriba, por lo cual estima que: los estudios literarios, de igual manera que la lingüística, enfrentan dos grupos de problemas sincrónicos y diacrónicos(6) y sólo en momentos muy determinados justifica la distinción entre poética y lingüística.(7) Y es que, aunque (¿lo predominante sea la formación de ideas?) en el lenguaje(8) no puede la lingüística descuidar los factores secundarios, elementos emotivos(9) que, aunque son clasificados como elementos no lingüísticos del mundo real, forman parte ineludible del fenómeno literario en general y del poético particularmente. No podemos menos que hacer un inciso para detectar una reminiscencia sobre la clarividente visión anticipatoria de Dámaso Alonso(10) a este respecto y sobre la rigidez de los presupuestos estructuralistas saussurianos.
Será en este instante cuando Roman Jakobson hará gala y despliegue de su célebre aparato funcional del lenguaje,(11) desde el cual poder colegirse que la función predominante del mismo será aquella que marque la estructura verbal del mensaje. Será, por tanto, para nuestro autor la función emotiva (o expresiva) la que se dirige singularmente hacia el hablante, el cual, aspira de forma precisa a una expresión directa, la cual vendrá marcada por la actitud del que habla hacia aquello que está diciendo. Prefiere Jakobson el término emotivo(12) al emocional, concluyendo que no podemos restringir el lenguaje (máxime si éste entendido como información) al aspecto netamente cognitivo. Hoy nos parece (en buena parte gracias a él) del todo evidente que la longitud y la brevedad, al ser invariantes ejecutadas por fonemas variables, sean consideradas como unidades emotivas más que como simples variantes fonemáticas.(13)
Las referencias llevadas a cabo hacia la lógica moderna para distinguir entre el lenguaje de objetos y el metalenguaje,(14) sirve principalmente para centrarse en la función poética como la que manifiesta una tendencia inclinada hacia el mensaje como tal, por lo que puede entenderse que, a partir de ahora, se plantee como erróneo el hecho de estudiarla (la poética, decimos) fuera de los problemas generales promover la cualidad evidente de ellos, por lo que la lingüística, en lo referente a la función poética, no puede limitarse únicamente al campo de la poesía.(15)
del lenguaje, por lo que, además, será fundamental la decidida consideración en el análisis del lenguaje de la función poética. La conclusión será por otra parte lógica, sobre todo si observamos que esta función, aun no siendo la única que posee el arte verbal, sí será la mas determinante y sobresaliente, por lo que el resto de actividades verbales pasarán a ser accesorias (o subsidiarias); se observará también con mayor profundidad la dicotomía de signos y objetos y la necesidad de
del lenguaje, por lo que, además, será fundamental la decidida consideración en el análisis del lenguaje de la función poética. La conclusión será por otra parte lógica, sobre todo si observamos que esta función, aun no siendo la única que posee el arte verbal, sí será la mas determinante y sobresaliente, por lo que el resto de actividades verbales pasarán a ser accesorias (o subsidiarias); se observará también con mayor profundidad la dicotomía de signos y objetos y la necesidad de
Mas ¿en qué consiste el criterio lingüístico empírico de la función poética? Interroga Jakobson, a lo que nosotros podemos añadir ¿será este único y acaso suficiente? Estas consideraciones estimamos serán, cuando menos, de interés para la cuestión de si la poesía es ese arte (¿ciencia o saber?) cuya contemplación, estudio y presunto análisis es posible a la luz solamente de la lingüística, la literatura y la poética, en cuanto disciplina que puede considerarse aneja de ambas, o si, además de esa observación evidente, cabe empezar a considerar la posibilidad de que la poesía, como entidad autónoma, es capaz de explicarse a sí misma.
No obstante, Jakobson, fija su atención una vez más en la necesaria implicación lingüística de la poética recordándonos los modelos básicos que vienen utilizándose en la conducta verbal,(16) para dejar claro que la función poética proyecta el principio de la equivalencia del eje de la selección sobre el eje de combinación,(17) y donde los elementos secuenciales tienen una repercusión fundamental en dicha equivalencia (situación de los acentos, las sílabas, las moras...) siendo esta característica la clave para distinguir la poesía del metalenguaje (del habla), porque éste usa la secuencia para generar y plantear la ecuación (lingüística), mientras que la poesía establece la ecuación con el fin de garantizar la formación de una secuencia. Además, la métrica de dichas secuencias será un recurso inaplicable fuera de la función poética en el lenguaje.
El tiempo musical (la reiteración de unidades equivalentes donde se experimenta el tiempo de la fluidez del habla) nos lleva a un nuevo planteamiento que debe responder a la interrogante: ¿se puede llamar poesía a todo el verso? Cuestión que desde luego no nos resulta novedosa pues ya era advertida por Aristóteles en su poética,(18) o por Leissing en su estudio de contraste del tópico ut pictura poiesis,(19) y que nos sirve para debatir los límites de la poesía al tiempo que la función poética del verso más allá de la poesía, amén de su utilitario carácter de base (o criterio) importante para debatir sobre lo que la poesía verdaderamente sea y, en fin, para mostrarnos que el análisis del verso es cuestión que compete de forma exclusiva a la poética, mas siempre como elemento integrante de la lingüística. No obstante, distingue entre la poesía y la función poética por verterse otras funciones del lenguaje donde la facultad versificadora(20) se sitúa fuera de la poesía misma (21) y que, a nivel particular, nos hace reflexionar sobre si es necesaria una poética (lingüística) al uso de la lengua en general y otra poética (de la poesía) poética, en tanto de aplicación, contemplación y estudio del fenómeno de la poesía en sí, con todas aquellas connotaciones lingüísticas, literarias y extraliterarias y extralingüísticas que la poesía, en su extraordinaria dinámica, vive y es, y que desde ella misma, (o fuera de ella) autonomamente se contempla.
Todo parece indicar que, aunque el lector sea incapaz de ordenar todos y cada uno de los ingredientes (frecuencias) numéricos del metro, sí va a vislumbrar inconscientemente su ordenación.(22) Demuestra que el modelo (o modelos de verso) es un fenómeno lingüístico amplio que trasciende un tratamiento fonético aislante,(23) y es que un poema, como representación, es un acontecimiento, mas, si verdadero poema, debe ser (sobre todo) un objeto perdurable;(24) y esto se consigue gracias a que el verso actúa como una figura fónica recurrente; mas no será esto lo único, pues la poesía ha de ser una vacilación entre el sonido y el sentido,(25) por lo que será rechazable cualquier polaridad o aislamiento fonético de la poesía. Así también debe tratarse la rima, cuya simplificación fonética llevaría a otro error que nos hará olvidar la necesidad de su relación semántica entre sus respectivas unidades.(26)
En definitiva, en poesía, no sólo la secuencia fonológica tiende a plantear una ecuación en la misma forma, también cualquier sucesión de grupos semánticos; todo lo cual revestirá a la poesía de su esencia múltiple, polisemántica que ya advirtiera Goethe(27) (cualquier cosa que sucede no es sino una semejanza).
Por eso la poesía mantiene en su naturaleza la consecuencia de una manifiesta ambigüedad que le imprime carácter; no es que la preponderancia de la función poética destruya el referente, sino que lo hace ambiguo,(28) haciéndose a su vez necesario el valor del simbolismo del sonido en el poema como una relación verdaderamente objetiva que conecta los modos sensoriales: lo visual y lo auditivo.
Puede observarse cómo cuando hay escasez de imágenes en los poemas se verá compensada la supuesta carencia con la aparición de figuras y tropos gramaticales, de lo cual cabe colegirse que los recursos poéticos que subyacen en la estructura morfológica y sintáctica no han sido seriamente conocidos por los críticos, y acaso desdeñados por los lingüistas, aunque los poetas y escritores creativos hayan hecho un magnífico uso de los mismos.(29)
En fin, que el discurso poético, desde luego, no ha sido concebido para añadirle recursos retóricos vacuamente, porque cualquier elemento poético y verbal se convierte, o puede convertirse, en parte sustancial al transformarse en una figura del lenguaje poético: y es que la poesía (entre otras aportaciones y singularidades) se manifiesta como un tipo singular (especial) de lenguaje,(30) al que el lingüista debe incluir en su análisis y estudio, por lo que nos parece, con Jakobson, que no hay razón aparente para desvincular la literatura (y por tanto la poética) de la lingüística general.
Otra cuestión no menos compleja será plantearse en los términos anteriormente expuestos, si la poesía trasciende el ámbito puramente lingüístico (e incluso el tradicionalmente considerado como poético literario), y cuáles serían los mecanismos propios para la dilucidación completa de la dinámica poética como fenómeno a la vez singular y totalizador que, en muchos momentos, trasciende los ámbitos de la lengua y de los mismos planteamientos poético-literarios, aun siendo totalmente consecuentes de que la visión lingüístico-poética (literaria) nos ofrece una perspectiva de auténtico privilegio para su contemplación y entendimiento.
Notas.-
* Federico García Lorca: Antología del 27 de Gerardo Diego, Taurus, Madrid,
1977.
* Francisco Acuyo: Fisología de un espejismo, Artecittá ediciones, Granada,
2010.
(1) Roman Jakobson: Ensayos de lingüística general, Seix
Barral, Barcelona, 1981.
(2) Roman Jakobson: Lingüística y Poética,
Cátedra, Madrid, l982.
(3) Francisco Acuyo: Fisiología de un
espejismo Artecittá ediciones, Granada, 2010.
(4) Roman Jakobson. Ensayos de
lingüística general. Ver nota 1.
(5) Roman Jakobson. Lingüística y Poética. Ver nota 2.
(6) La descripción sincrónica considera,
no sólo la producción literaria en cualquiera de su niveles, también
aquella parte de la tradición que ha permanecido viva (o ha sido
revivida) en una época determinada; visión que no debe interpretarse como
estática, sino en su dinámica temporal e histórica.
(7) Sólo el campo de la lingüística
aparece restringido de forma abusiva: cuando la frase es una construcción
idónea para su análisis, cuando el alcance de la lingüística está limitado a la
gramática o a cuestiones no semánticas de forma externa, o bien a la
existencia de recursos significativos que no hagan referencia a variaciones
libres.
(8) E. Sapir: Language, Nueva York, 1921.
(9) M. Joos. Description of language
desing, Jasa.
(10) Dámaso Alonso: Poesía Española,
Gredos, Madrid, 1977.
(11) El HABLANTE envía un MENSAJE al OYENTE; este mensaje requiere un CONTEXTO susceptible de ser captado, así
como un CÓDIGO común
a ambos y, finalmente, un canal o CONTACTO por el que transmitir el mensaje.
(12) Marty A. Se refiere al estrato
de la lengua representado por las interjecciones, las cuales difieren por su
patrón sonoro y su papel sintáctico.
(13) Expone como lúcido ejemplo, el de un
actor de Moscú del teatro de Stanislavski, y la variedad o diversificación del
matiz expresivo de determinadas frases. «La función conativa, dirá más tarde,
encuentra su más pura expresión gramatical en el vocativo y el imperativo; y el
aspecto sintáctico y morfológico que a la postrer se desviarán a otras
categorías nominales y verbales». Véase la referencia a la función fática como
primordial en tanto que ésta es la primera que adquieren los niños.
(14) Fija su atención en la necesidad del
hablante y el oyente para comprobar si emplean el mismo «código», infiriéndose
la función metalingüística «del habla» al fijar su atención en dicho «código».
(15) Véasen las referencias a la épica (en
tercera persona), la lírica (primera persona) y las modalidades en segunda
persona... para describir las seis funciones básicas de la comunicación verbal
en el compendio: EMOTIVA, REFERENCIAL POÉTICA, CONATIVA, FÁTICA,
METALINGÜÍSTICA.
(16) Los cuales
establece como: la selección y la combinación.
(17) Jakobson: Lingüística y poética. Ver
nota 2 y 5.
(18) Aristóteles: Poética, Gredos, Madrid,
1990.
(19) Leissing: Laocoonte, Tecnos, Madrid,
1990.
(20) Prosigue con un análisis del metro,
donde la sílaba será la unidad de medida al menos en ciertas secciones del
verso, para después recalar en los tipos de versificación tonémica para
diferenciarlos de los anteriores (cronémicos); y, finalmente, haciendo un
repaso a los versos ingleses, rusos y chinos y sus singularidades métricas.
(21) Anuncios versificados, músicales o
pictóricos, no separa al verso o a la forma musical y pictórica del estudio de
la poesía, la música y las bellas artes.
(22) Nos habla del «acento léxico» cuando
se exhibe una preferencia en la acentuación en palabras claves; lo cual
demuestra que el metro, lejos de ser un esquema abstracto y teórico se
manifiesta como la base estructural del verso (véanse los ejemplos recogidos).
(23) El metro aparece también en otras
artes y tiene que ver con la secuencia temporal, mas hay que tener en cuenta
que hay muchos problemas lingüísticos que trascienden los límites del lenguaje
comunes a diferentes sistemas semióticos, aunque conviene describirlo desde el
punto de vista lingüístico no debiendo descuidar ninguna de sus propiedades
(tales como la entonación) desde las cuales podemos observar como
coincide, por ejemplo, la pausa sintáctica y la entonación de la misma en
el límite métrico. No obstante, es posible también esconder una deliberada
discrepancia entre la sintaxis y la métrica.
(24) Wimsatt y Beradsley: esto es la
esencia misma de la métrica moderna. En este extremo, Jakobson, de los modos de
recitación, cuyo «montaje» tendrá como resultado aquella ambigüedad
característica del lenguaje expreso en verso.
(25) Paul Valery: The art of poetry,
Bolliguen, Nueva York, 1958.
(19) Leissing: Ver nota 19
(26) Aclara que hay escuelas que si bien
pueden orientarse hacia la rima gramatical, también hay otras que pueden
manifestarse contra ella (rimas agramaticales) estando ambas muchas veces
necesariamente implicadas; además de conllevar un problema poético tal como es
el «paralelismo» o repetición de palabras o pensamientos que necesariamente
observa a una equivalencia semántica así como a nivel lingüístico.
(27) Goethe: Obras completas, Aguilar,
Madrid, 1978.
(28) Añade que las palabras semejantes en
sonido están unidas en el significado, sin olvidar el poder de la etmología
poética que analiza en un poema de E.A. Poe. Si cualquier similitud en el
sonido conlleva un nexo con el contenido, aunque Jakobson expone que la falta
de resultados en investigación en este aspecto ha sido debido al descuido de
los métodos bien psicológicos o lingüísticos. En este punto cabría disentir en
cuanto que estudios anteriores como el anteriormente advertido de Dámaso Alonso
dan noticias de una preocupación evidente por superar tanto una visión
estructuralista como puramente psicológica.
(29) Recurre a un ejemplo del Julio Cesar,
de Shakespeare, para ilustrar su afirmación.
(30) Francisco Acuyo: Poesía y semiosis
No lo había leído antes. Y ahora me veo tan escaso teóricamente para entender la poesía. Me siento empulsado a buscar conocimiento sobre estas materias, que leídas así, se me hacen complejas en ciertos aspectos técnicos. De linguística conozco escasamente, demasiado poco, y de ahí te agradezco doblemente esta entrega, amigao. Un abrazo.
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