Recientemente impreso, el libro intitulado Un girasol flotante (KRK ediciones, Oviedo, 2011), del excelso y nunca suficientemente ponderado poeta –no menos carísimo, inolvidable y venerado amigo-, Antonio Carvajal, será la primicia que esta nueva entrada de Ancile, gozosamente, quiere regalar para deleite de los paladares más exigentes, si enteramente avezados en las innumerables sutilezas de la poesía; o para los espíritus sinceros, fraternales y más finamente intuitivos, si curiosos de toda suerte de profundas emociones y solidarias experiencias adjuntas siempre a las que son imposibles de soslayar por la poesía verdadera, pues así se sustenta esta, en los fundamentos acaso más elevados y genuinos de la humanidad: la verdad, el amor, la amistad y la belleza. Quede pues, con la semblanza que pueda obtenerse del libro en estos pocos poemas, adjunta la más clara y sincera recomendación para que se hagan con el mismo y entiendan vivamente que aquello de lo que les hablo es de total y plena sinceridad e indubitable garantía.
ANTONIO CARVAJAL
DEL LIBRO: UN GIRASOL FLOTANTE POEMAS DE
CARTAS A LOS AMIGOS:
DE EMILIO LLEDÓ PARA ANTONIO CARVAJAL
D. Emilio Lledó |
Instrucciones para poder seguir estando como una rosa. . .
de Alejandría, después de haber aceptado escribir sobre
Alma región luciente y seleccionar poemas.
¡Da vueltas al encargo!
Lee, repasa, mira los poemas,
sumérgete en palabras mojadas por la lluvia,
por las, a veces, lágrimas
-esa lluvia que sala los melancólicos párpados del cielo
entristecido siempre, y que te arrastra-.
Remójate en el agua,
diluida de sombras y sentires.
Pierde en ella el dolor, no la esperanza.
Piénsate lento, mírate en ese espejo
que se hace líquido y en el que para
dójicamente te me esfumas.
¡Anda!, reencuéntrate.
Dite, a poquitos, que eres tú lo ya dicho,
que tú eres yo,
que el yo es el nosotros
y el nosotros es todo
en la contemplación de esa mirada,
dura como un espejo, crispada en la pupila.
Toma la pluma y escribe ese poema,
en prosa, de al menos cinco páginas:
y no como una rosa, y no de Alejandría
estarás.
Pero sí, al menos,
como un inmenso girasol flotante
que amarillea sus coronadas pipas
para que, una a una, cascadamente, te las comas.
Uf, ¡qué descanso!
Haber podido, al fin, apagar la bombilla
con el deber cumplido:
la bombilla del alma -habitación luciente-
que te dejaba insomne, noche a noche,
nocheramente,
por la brillante, oscurosa, noticia
de los benditos, maravillosos, implacables versos.
RESPUESTA DE ANTONIO CARVAJAL
D. Antonio Carvajal
A don Emilio Lledó
Señor Lledó, quien tanto gusto tiene
en darle cuenta de sus pensamientos
hasta en las cosas que no tienen nombre
no podía esperar -no la debiera
nunca esperar- su voz vuelta poema,
digo, envueltas sus voces y mezclada
en el poema con que usted responde
a la provocación de un buen amigo.
Cuando solicitó Antonio Chicharro
selección comentada de mis libros
anteriores, buscando que las múltiples
miradas a mis versos consiguieran
dar idea cabal de mi poesía
(una poesía donde se oyen tantos
trinos y se marchitan tantas rosas:
jardín de otoño la que fuera selva
salvaje de pasión e idea, y húmedo
más de relente que de blanda lluvia),
no podía esperar, aunque debiera,
una comparación como la suya
que me describe generosamente:
«como un inmenso girasol flotante
que amarillea sus coronadas pipas,
para que, una a una,
cascadamente te las comas». Nuestro
buen amigo Aristóteles lo dijo,
lo tradujo en buen verso Garcilaso:
goza más el amigo regalando
que recibiendo: pero yo recibo
el don de su amistad y no recuerdo
haber gozado nunca con mis versos
tal calor, tanta luz, tanta esperanza
como su voz medida en mí ha cantado.
MATERIA DE ESPERANZA
A José Antonio Muñoz Rojas
«¿Esperar? No del hombre», le escribiste
a tu hermano. ¿De quién, en quién o dónde
la esperanza? Te miro en el agobio
de la edad, cuando solos conversamos
en tu alta habitación, que al campo se abre,
y me hablas de la muerte que no llega
aunque hace tiempo la invitaste: espera,
me permito decirte, pues no falta
nunca a la cita, mas la hora es suya.
Dejo vagar la vista por el campo
que con primores cultivaste, miro
el olivar que aguarda un mar futuro
de sol licuado; sin faena humana,
no hay rumor y el olivo no me sirve
como ajustado ejemplo de tu vida:
enhiestos los ramones, quieto el aire,
cada despojo consolida y nutre
sus días futuros. Quienes te conocen,
quienes te contemplamos bien sabemos
que a ti cada despojo te reduce,
que tu honda soledad sobrevenida
te ha dejado sin voz. Mustia la rosa,
¿qué esperar del jardín sino el suave
vuelo de un ave que tu aliento acoja
y lleve a un alma nueva tu palabra,
bálsamo y pulso de un amor que es vida?
POSTAL DE BREMEN
Para Teresa jiménez Almagro
Clarísima Teresa: Son las flores
duraderas en Bremen y tardías;
no temen ni el transcurso de los días
ni el aire seco ni del sol rigores.
Generosas de pétalos, de olores
son algo avaras: tilos y petunias
se dan enteros; mas las alegrías
y las celindas y las rosas, pobres
o nulas de fragancia... La fragancia
de esta hermosa ciudad es de otra suerte:
huele a riqueza bien administrada.
Si tú me acompañaras, esta estancia
mía, tan breve, rica fuera y fuerte
con tu expansión de rosa soleada.
MÚSICA ROTA EN EL CONVENTO DEL ROSAL
(Variaciones sobre un tema de Diego Jesús Jiménez)
A Társila Peñarrubia
I
Áspero acorde
entre flores de escarcha y rezagados
pájaros de agua, por el roto techo
nos sorprende. Quien llora es quien no sabe.
Porque saber nos seca la mirada,
nos colmata de espinas
la boca. Oh flores blancas, flores simples
del rosal primitivo, ahora compuestas
de sangre mucha en agrupados pétalos,
de tanta piedra que ha rodado el aire,
de tanto viento que ha trizado súbito
la opresión del acorde.
Queda un tasto
de penuria en los labios, que no saben
al vidrio limpio que se llama Escabas
sino a desidia, a desazón, a sucia
pereza por cumplir su prometido
curso del agua al cielo cada pájaro.
SONATA DE OTOÑO
A José Manuel Peña
I
Humos tendidos, valles
sin norma, cielos huecos,
rastrojos vanos, vana
la espera, vano el cauce:
vacía la luz que, apenas
traspone montes y ojos
ávidos, abre un pecho.
Acumulada sed, remota fruta
que los labios no gozan.
Así triunfó el estío. Así el otoño
suspira nieves y reclama nieblas,
jardín umbrío y derramadas hojas
para cubrir la desnudez del sueño.
Antonio Carvajal, de, Un girasol flotante
Qué inmenso placer es disfrutar las voces de Lledó y Carvajal escribiendo a sus amigos. Y esos versos a mi querido José Antonio Muñoz Rojas!...
ResponderEliminarVerdaderamente un lujo, Francisco. Gracias por Ancile.
Un fuerte abrazo desde Miami, USA.
Jeniffer Moore