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jueves, 26 de abril de 2012

LA POESÍA DE RAFAEL RODRÍGUEZ ALMODÓVAR

En esta nueva entrada del blog Ancile, nos complace traer una breve selección de los poemas de Rafael Rodríguez Almodóvar,  uno de los promotores de la Revista Literaria Extramuros (junto a José Espada y Antonio Díaz Lafuente), Académico, amigo y poeta de vocación verdadera. Adjuntamos al contenido de esta página los enlaces correspondientes con la Revista Extramuros, lugar en el que podrán ir contemplando la trayectoria de esta publicación de obligada referencia.


La poesía de Rafael Rodríguez Almodóvar, Ancile



 LA POESÍA DE 
RAFAEL RODRÍGUEZ ALMODÓVAR




La poesía de Rafael Rodríguez Almodóvar, Ancile


A MITAD DE MI VIDA
TUVE QUE AUSENTARME




A mitad de mi vida tuve que ausentarme.
Te dejé en las alturas de tu San Miguel,
que adivino en la noche, sonando tus campanas.

Lejos de ti, he perdido en el aire muchas primaveras
y mi corazón contigo, cansado y peregrino,
perdió la raíz que me ataba a la tierra de vides y de trigos.

Ya no siento a los vinos envejecer en el roble,
ni su aroma punzante cuando llega setiembre,
ni el rítmico pisar de las botas de clavos
sobre el verde cristal de la uva brillante.

¡Aquellos carros cargados de toneles, tirados por mulas,
en mi Xerez de niño!
¡Aquellos naranjos de tantas calles,
cuyo aroma punzante mató la polución!
Se fueron para siempre mis mejores amigos.
Perdí para siempre la sonrisa materna
y el abrazo fuerte, paternal y triunfante,
que me enseñó la palabra, la verdad y la vida.

Sobre la piedra perenne, el gozo del aire.
Sobre el mar que adivino, la mediata llanura
que el Guadalete baña, donde Tartessos tuvo
su esplendor y su gloria.

San Miguel me abre a todos los caminos.
Me lleva a todos los recuerdos,
acrecienta del gozo la tristeza infinita.
¡Oh mi ciudad perdida! ¡Oh mi querida ciudad
que te alzas y exiges mi dolor!
Me convocas todas las mañanas a tu presencia
y allí donde la esquina adelgaza la mirada
y donde la piedra de la calle amortigua la pisada de los siglos,
me llenas de silencios, de aromas de los vinos
dormidos en el frescor de los claustros oscuros
de tus viejas bodegas.

Me convocas, ciudad, a los largos silencios
de los parques,
a los otoños tristes de las calles vacías,
al amor imposible, roto cada tarde,
para volver mañana gozoso y triunfante.

Oigo ahora tus campanas.

Cerca de mí, el mar y la montaña.
Por el aire, tú, ciudad. Tú, torre, por el aire.




ESTA SOLEDAD QUE ME CIRCUNDA




Esta soledad que me circunda,
sentida así, tan dolorosamente,
hablando y riendo, y doliendo
el corazón, y por la frente
fundir allí dolor y sufrimiento.

Sentirme en soledad, gritando
ante el mar, y en su oleaje
ver una vez y otra vez
como se rompe sobre la roca el agua,
que salta en pedazos de mil soles
y ver ante el mar como también se quiebra
como las mismas olas, mi dolor de hombre.

La angustia de estar aquí,
añorando la plaza donde jugar solía
de mi ciudad natal.
Oír la voz maternal que me llamaba,
la voz que ya se fue, que ya no es nada.
Que sí es. Esta tarde en el pecho
una opresión gigante me atormenta,
un viento letal quema mi piel
y una congoja mi soledad aumenta,
como crecen los soles y se ven
en el día perderse las estrellas.

Volver otra vez a mi niñez perdida.
Solo, sí. Pero ayer una rosa era una rosa.
Una ilusión, un paso gigante por la vida.
Ahora la soledad me cubre. Me duele
el libro que en las manos tengo.
Me duele la razón de vivir. Me violenta
el saber que no es vivir, cuando se está muriendo.

Que me pongan mi vida ahora,
mi soledad primera,
para que esta angustia que me va creciendo,
la grite al mar y en el mar se pierda.




EL PUENTE DEL TIEMPO, QUE APRISIONA





El puente del tiempo, que aprisiona
el pasado y el ayer por el que anhelo
cruzar la alameda y el parque
donde jugar solía, bajo la vigilante
mirada cariñosa de mi madre solícita.

El otoño triste del árbol derribado
sobre la acera estrecha del pasado
donde jugaba ilusión, jugaba alegría,
donde el destino programaba
la presa rota de una meta
que nunca alcanzaría.

Ahora que la nieve oculta la montaña
y el sol se rompe en dos mil soles,
aquellos naranjos de mi ciudad perdida
se tornan en fantasmas imposibles
de una angustia interior que me aprisiona
como una losa de mármol o un vino amargo
de una mala cosecha, de una sucia vendimia.





MI CARTA ESTA ECHADA




Mi carta está echada,
no tiene retorno.
La he franqueado con nubes
que presagian una fina lluvia
que, en las barandas del día,
pondrán brillantes perlas.
Podrá la tarde retrasar su llegada,
pero ella la espera
como ocasión propicia
para encontrarse conmigo
donde no exista solución de pasado.
Pero claridad diáfana de futuro
aguarda la esperanza
de volver de nuevo
al mundo de la gracia,
a la recoleta plaza,
a la paz primavera
de los días inefables.
Sí, mi carta llegará
con un mensaje de amor
desde los balcones del alma.


En ningún tiempo
[1990]





 HAY UN MUNDO DETRÁS, QUE ME PRESIONA


I


Hay un mundo detrás, que me presiona.
Un ayer que conforma este presente,
que se cuelga a mi espalda como alforja

pesada, de dolores y de gozos.
Una ciudad natal, que no se olvida.
Un presente en Granada, que cautiva,

queriendo serenar mis emociones.
Vencer y convencerme que sí vivo,
que grito, aunque por dentro me desgarre,

que me rompe las noches y los días
las fuerzas que me explotan en el aire.
Necesito una mano que me oriente,

un escalón de paz que me sostenga,
un mar azul de infinito horizonte,
una ilusión, un sueño, una quimera.




 DEJAS QUE EL AGUA DE MI FUENTE




Dejas que el agua de mi fuente
en tus manos juegue. Estrellas fugitivas
por tus dedos alborotando salten
y que la noche silente nos enseñe
y nos lleve alrededor de los días.
Que olvide los malos presagios
de aquellos adivinadores de lunas,
que perdieron el futuro en una carta vacía.

Pon aquí, por una vez tan sólo,
un signo de esperanza, con vocación de entrega
y no te adelantes al tiempo y la miseria
de un cordel que se rompe cada tarde
si tiras de un desmayo y la fisura
de una flor que se abre al mediodía.

Cuando el tiempo no conduce a esperanzas
de alborotados días, ni tranquilos atardeceres,
dejas que el dolor de tu enfermiza angustia
tenga en mi boca la última palabra.



Ámbar de mi vino
[1992]




La poesía de Rafael Rodríguez Almodóvar, Ancile




SOLEDAD TEJIDA





Juntas estáis en la memoria mía
GARCILASO


En mi reloj llovían los desánimos
clavados en tictac impenitente
a todas horas.
Amanece ya.
Hay un clamor de esperanza en mi ventana
que ata y desata el pensamiento yermo,
buscando de sus luces la presencia
que nunca acaban de alumbrar
del todo.

Hago y deshago, por hacer
sin rumbo, en mi torpeza mañanera
y mis pasos se cruzan con mis pasos
en esta soledad que voy tejiendo.

El tiempo va quedando
atrás irreversiblemente
con un tictac doliente...

Será que ya no existo,
que me he perdido en la memoria mía.






DE VOCES Y SILENCIOS




Reabrir los pasos dados
y pisar por encima de sueños quebrantados
si el futuro se agosta
como arroyo en verano.

Tras la idea queda
un esquivo remanso;
contra el muro se aquieta
un reclamo de voces que alteran los silencios
y el dardo que no llega
al centro de los días.

Los pies sobre el asfalto no pisan con firmeza.
La duda y la zozobra, sollozo de las horas.
La claridad en mis manos
en niebla se confunde.

No bastarían mil años, ni mil palabras nuevas
para encauzar lo incierto.

  
De nieblas y silencios
[1998]



La poesía de Rafael Rodríguez Almodóvar, Ancile



EN SOMBRAS





Sintiera el peso de mis años
y, sin más, se quebrara
el pausado andar de los días
en la ciudad perdidos;
buscara algún encuentro
donde pudiera hablar
del pasado reciente
con alguien que atendiera,
sin asombro posible,
y sufriera las pausas
que genera el dolor.
Que aceptara una copa y otra copa de vino
y, sin cambiar los pasos,
el fiel amigo me dejara,
por el alcohol rendido,
en el patio de casa
en las sombras del día.

Si esto ocurriera, que rechazo
por ética de hombre,
cuando el deseo me puede,
me conmueve y me inclina
a perderme en la nada,
me afirmo en la miseria
de saberme agotado
y mi tiempo cumplido.

Memoria del tiempo cumplido
[2001]






SIN VOCES




Filtraba la mañana
por rendijas del amplio ventanal
primeras luces.

Serenaba la soledad sin voces,
que el peso de las horas
hacían barro y tierra.
Ningún contacto
de la llamada externa.
Podridas las raíces
sin necesario arraigo,
jardines agostados,
vencidos los girasoles y trigos.
Pero llenar los odres
no frena la derrota
cumplida en este tiempo
sin posible regreso.






PREGUNTA




Le voy ganando al tiempo
parcelas de poder en la memoria
como paso las páginas de un libro,
en sucesión de horas,
hasta encontrar
la palabra que cifra
la identificación de un verso
que se enmarque en la vida.

Si marchas hacia atrás en tus recuerdos
y es severo el juicio
y templas el agobio
de saber que te enfrentas
con el dardo en la mano
para romper los hitos
engañosos, las pasadas afrentas,
aventadas por aires de sorpresas.

Si esta película de vuelta
de impenetrable niebla
es huella del pasado
certifica el mal oficio
que generaron otros,
¿cómo salir airoso
destruyendo imágenes?




 Vigilia de los días
[2006]




                                         Rafael Rodríguez Almodóvar











La poesía de Rafael Rodríguez Almodóvar, Ancile


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