Nos parece muy oportuno incluir esta magnífica entrada en nuestro blog Ancile, dedicada nada menos que a Primo Levi y a su libro excepcional Si esto es un hombre; decimos que es oportuna porque es un libro de exigida y rigurosa lectura por la importancia de la obra y del escritor, así como por cumplirse este mes de abril los veinticinco años de su (trágico) fallecimiento. Por todo esto es muy recomendable la lectura de esta nueva entrada llevada a cabo por nuestro amigo y excelente colaborador habitual Tomás Moreno.
PRIMO LEVI Y, SI ESTO ES UN HOMBRE,
SEGÚN EL PROFESOR TOMÁS MORENO
Libros que debemos leer: “Si esto es
un hombre”, de Primo Levi
En este mes de abril de 2012 se cumple el
veinticinco aniversario de la muerte del escritor italiano -piamontés- Primo
Levi (Turín, 1919-1987), uno de los escritores
fundamentales de nuestro
tiempo. Hasta ahora -en prensa, revistas literarias y “medios” en general-
nadie ha recordado la triste conmemoración, ha pasado desapercibida. Nosotros
queremos recordarla y recordarlo.
Su
trágica muerte tuvo lugar el sábado 11 de abril de 1987, arrojándose por el
hueco de la escalera de la casa en que nació y donde había pasado casi toda su
vida, un año después de que publicara la tercera obra de su impactante trilogía sobre Auschwitz, Los Hundidos y los salvados, cuarenta y
tres años después de salir del campo de exterminio de Auschwitz (1944), y tras
toda una vida consciente y expresamente dedicada a dar testimonio del calvario sufrido por millones y millones de
hombres, mujeres y niños inocentes, por el simple hecho de ser judíos, gitanos,
eslavos o simplemente por ser calificados de infrahombres, en diferentes libros, en conferencias, en entrevistas
y charlas para jóvenes, y a proclamar
constantemente la necesidad del recuerdo de lo acontecido, “la necesidad de
hablar a los demás”, de hacer que los demás supiesen la experiencia límite que
había sufrido y vivido.
Necesidad
de “contar”, pues, que obedecía, según cuenta el propio Levi en su presentación
de Si esto es un hombre, a un
“impulso” casi biológico, tan “inmediato
y violento […] que rivalizaba con nuestras necesidades más elementales”[1].
Su obsesión, tras salir del campo, fue exclusivamente esa, “pues vivir en silencio hubiera significado no alertar a los
hombres acerca de los sufrimientos que unos seres humanos habían sido capaces
de infligir a otros, y si las nuevas generaciones ignoraban lo que habían hecho
sus antecesores, la historia podría volver a repetirse”[2].
Como
tantos otros escritores, testigos y víctimas de la barbarie nazi -Tadeusz
Borowski, Jean Améry, Bruno Bettelheim, Paul Celan[3],
y muchos otros- Primo Levi no pudo soportar el peso, la cruz de ese constante e
imborrable recuerdo. Tenía 66 años y había pasado por un reciente proceso
depresivo, intensificado por la angustiosa enfermedad de su madre de 92 años y
por una reciente operación de próstata. Como cuenta su biógrafa Myriam Anissimov[4],
aquel superviviente de Auschwitz, conocido en medio del mundo por sus libros
acerca de su confinamiento y sus reflexiones sobre el Holocausto, acababa de
confesarle al gran rabino de Roma, Elio Toaff, minutos antes de arrojarse al
vacío, que el rostro cadavérico de su anciana madre, afectada de un cáncer
terminal, le recordaba a los compañeros que, desnutridos y desahuciados, viera
yacer moribundos en los camastros del campo de exterminio.
El
libro de M. Anissimov relata
fielmente las distintas etapas de su vida: desde su niñez y juventud hasta su existencia sedentaria de químico y
escritor a la que dedicó su vida hasta su muerte, pasando por los años de
internamiento en el campo de Auschwitz -período que, en el libro lógicamente
ocupa la mayor parte del mismo- ya que como el propio Levi consideró
siempre esos 18 meses de internamiento
en los Lager (Fossili y Auschwitz) en plena juventud, a sus 24 años,
constituyeron el punto culminante de su existencia, la traumática experiencia
de la que surgieron todas sus reflexiones y libros posteriores y el motivo
fundamental que desde entonces inspirará y guiará la tarea exclusiva de su
existencia: tratar de entender lo que
había pasado. Gracias a Auschwitz,
“había nacido, sin él haberlo buscado anteriormente, un escritor”[5].
Un escritor que, además de su famosa trilogía
de Auschwitz, nos ofrecerá, ya en el terreno de la ficción, relatos y
novelas entre los que destacan El sistema
periódico (1975), La llave estrella
(1978) y Si ahora no ¿cuándo? (1982),
así como dos libros de poemas L’osteria
di Brema y Ad ora incerta, varios
volúmenes de ensayos memorialistas (escritos entre 1952 y 1987) como La masacre como fin en sí misma, Verdad y mentira, La huelga moral del fascismo y numerosas entrevistas y
conversaciones como la famosa Primo Levi
en diálogo con Ferdinando Camon (1987).
Nacido
en Turín (1919) en el seno de una
familia burguesa judía asimilada, no tuvo especiales dificultades por su
ascendencia judía hasta la promulgación en 1938 de las leyes raciales por el
gobierno de Mussolini. Sin embargo, a partir de entonces, la cuestión de la
identidad racial supuso un serio peligro para él y para toda la comunidad
hebrea italiana[6]. A pesar de ello, logró
acceder a la universidad y doctorarse en química en 1941, así como trabajar
casi clandestinamente en una mina de níquel.
A
sus 24 años, en 1943, tras una
denuncia hecha por un traidor del grupo de partisanos al que pertenecía, Primo
Levi fue arrestado por las milicias fascistas e internado en el campo para
judíos de Fossili. Producida la
ocupación alemana de Italia, en febrero de 1944,
fue enviado a Auschwitz, tras un
viaje de pesadilla durante cinco días, hacinado en vagones de ganado con otros
cientos de deportados, la mayoría de ellos inmediatamente destinada a la cámara
de gas. Levi se salvó al ser declarado como apto
para el trabajo. Su formación
de químico le salvó su vida y le
permitió trabajar durante casi un año en la fábrica I. G. Farben del Lager de Buna-Monowitz (Auschwitz), un complejo
químico industrial donde se producía gasolina y caucho sintéticos, que se beneficiaba
de la explotación de una mano de obra compuesta de esclavos.
En
enero de 1945, liberado por los
soviéticos, con los pocos internos italianos que aún sobrevivían, tuvo que
superar toda una inexplicable odisea de repatriación a través de media Europa,
antes de llegar a Turín. Su tortuoso periplo, de casi nueve meses, le hará
atravesar Polonia, Bielorrusia, Ucrania, Rumania y Hungría. Tras infinitas
penalidades el interno número 174.517 del campo de Auschwitz llegaba a su
destino en octubre de 1945. En Turín, pronto reemprenderá su profesión de
químico, la labor “de anfibio, de centauro” de toda su vida: mitad escritor,
mitad científico, como solía afirmar.
En
su voluminosa y documentada biografía la escritora suiza Myriam Anissimov indaga con fidelidad y objetividad -basada, sobre
todo en abundantísima documentación autobiográfica- además de las distintas
etapas de su singular biografía ya aludidas, las polémicas y desacuerdos
surgidos por su interpretación del holocausto con otros escritores judíos
(Bruno Bettelheim, Hannah Arendt, Jean Améry), así como la odisea que tuvo que sufrir para
publicar su primera obra, Si esto es un
hombre, rechazada por varias editoriales y sobre todo por la editorial Einaudi, directamente salida
de la Resistencia (cuyos consejeros lectores eran nada menos que Cesare Pavese
o Natalia Ginzburg) porque el momento no
se juzgaba “oportuno para su publicación” y tal vez, también, porque su autor
era un desconocido del mundillo literario
que, a la sazón, se movía en Italia en el terreno de una literatura de corte experimentalista.
Se publicaría en 1947 por un pequeño editor, casi clandestinamente y sin que
nadie se hiciera eco de la misma durante decenios. Mucho más tarde la editorial
de Giorgio Einaudi, que durante 11 años seguidos le negara el pan y la sal,
pudo sobrevivir gracias precisamente a las ventas de ésta y de sus otras obras.
Como
hemos indicado, Si esto es un hombre[7] fue
su primer libro, el primero de una trilogía, desarrollada a lo largo de su vida,
en la que se incluyen La Tregua[8]
(1963), que trata de su viaje de regreso a Italia tras su liberación del Lager
y Los hundidos y los salvados[9]
(1986), la última reflexión sobre la experiencia de los campos, su summa moral y también su alegato a favor
de la piedad como categoría básica de
la ética humana. De este impactante primer libro Claudio Magris afirmaría que “volveremos a encontrarlo en el Juicio
Final”. En efecto, si tuviéramos que recomendar un sólo y único libro para
tomar conciencia de lo que supuso la Shoah
y los campos de exterminio nazi, el elegido, sin ninguna duda, sería Si
esto es un hombre. Si, por el contrario, se tratara de reflejar el otro infierno, el averno estaliniano de los campos
de trabajo y de eliminación el libro
elegido no sería otro que el Archipiélago
Gulag de Alexandr Solzhenitsyn[10].
Ambos
constituyen los testimonios de barbarie inhumana mejor documentados y más
dramáticos que se hayan escrito sobre los pavorosos y brutales acontecimientos
que tuvieron lugar en la civilizada Europa y en la Rusia soviética durante las
dos últimas décadas de la primera mitad del pasado siglo XX. Ambos pueden
considerarse como los más fieles y descarnados cronistas del Inferno dantesco trasplantado al siglo
XX. Tanto es así que Antonio Muñoz
Molina ha llegado a señalar, en el prólogo de una nueva edición de la
“Trilogía de Auschwitz”[11],
que “casi nadie ha contado el infierno con tanta claridad y hondura como Primo
Levi”.
Si esto es un hombre consta de una Presentación y de 17 breves capítulos, más un Apéndice añadido en 1976, en los que su autor va describiendo sus
impresiones de su internamiento y su testimonio del horror sufrido desde su
captura el 13 de diciembre de 1943 por la Milicia Fascista y desde su viaje e
ingreso en el campo de Auschwitz hasta sus últimos diez días antes de la
liberación. Se inicia con un Poema,
del mismo título, que es un verdadero epítome de todo lo que habrá de relatar a
continuación, y que dice así:
“Los
que vivís seguros / En vuestras casas caldeadas / Los que os encontráis, al
volver por la tarde, / La comida caliente y los rostros amigos: / Considerad si
es un hombre / Quien trabaja en el fango / Quien no conoce la paz / Quien lucha
por la mitad de un panecillo / Quien muere por un sí o por un no. / Considerad
si es una mujer / Quien no tiene cabellos ni nombre / Ni fuerzas para
recordarlo / Vacía la mirada y frío el regazo / Como una rana invernal. /
Pensad que esto ha sucedido: / Os recomiendo estas palabras. / Grabadlas en
vuestros corazones / Al estar en casa, al ir por la calle, / Al acostaros, al levantaros; / Repetídselas a
vuestros hijos. / O que vuestra casa se derrumbe, / La enfermedad os
imposibilite, / Vuestros descendientes os vuelvan el rostro” (Si esto es un hombre, p. 13-14).
A
lo largo de los sucesivos capítulos que la constituyen, Primo Levi va alcanzando
niveles de de profundidad literaria y trágica grandeza equiparables a los
relatos de un Dostoievski (Recuerdos de la casa de los muertos), un
Joseph
Conrad (El corazón de las tinieblas)
un Hermann Melville (Moby Dick) o, incluso, un Dante redivivo. La vida cotidiana del Lager (campo) y las vivencias de los Häftlinge (presos) son vivamente descritos
a lo largo de la obra. El impacto del momento del tatuaje[12] y del despojamiento de la personalidad
e incluso de la dignidad y humanidad de los internados[13];
el miedo a los constantes golpes de los Kapos, el sufrimiento por la desnudez,
el trabajo, el hambre y el frío permanentes; los hurtos, los sabotajes y las
tentativas de fuga; las relaciones con los demás presos y con sus victimarios,
su trabajo en el laboratorio químico, el definitivo momento, en fin, de la Selekcja (selección de los que habían de
ir a la cámara de gas) se nos transmiten con una fuerza dramática insuperable.
Valgan a modo de ilustración sólo estos dos estremecedores fragmentos:
“Hoy
es domingo de trabajo, Arbeitssonntag:
se trabaja hasta las trece, después se vuelve al campo para la ducha, el
afeitado y el control general de la sarna y de los piojos y, en el tajo,
misteriosamente, todos hemos sabido que la selección será hoy. La noticia ha
llegado, como siempre, rodeada de un halo de detalles contradictorios y
recelos: esta misma mañana ha habido una selección en la enfermería; el
porcentaje ha sido del siete, del treinta, del cincuenta por ciento total de
los enfermos. En Birkenau, la chimenea del Crematorio humea desde hace diez
días. Hay que hacerle sitio a una enorme expedición que va a llegar del ghetto de Posen. Los jóvenes dicen a los
jóvenes que serán elegidos todos los viejos. Los sanos dicen a los sanos que
serán elegidos todos los enfermos. Serán excluidos los especialistas. Serán
excluidos los judíos alemanes. Serán excluidos los números Bajos. Serás elegido
tú. Seré excluido yo” (Si esto es un
hombre, p. 217).
[…]
“Parece ser que todo marcha como todos los días, la chimenea de la cocina humea
como de costumbre, ya ha empezado la distribución del potaje. Pero luego se ha
oído la campana y ahora hemos comprendido que va en serio. Porque esta campana
suena siempre al alba, y entonces es la diana, pero cuando suena a media
jornada quiere decir Blocksperre,
encierro en la barraca, y esto sucede cuando hay selección, para que nadie no
se sustraiga a ella y, cuando los seleccionados salgan hacia la cámara de gas,
para que nadie los vea partir” (Si esto
es un hombre, p. 218).
Se ha dicho, con razón, que Si esto
es un hombre es la descripción más lacerante del proceso físico y psíquico de destrucción/deshumanización de las
personas llevado a cabo en toda la historia humana. No es casualidad, nos
recuerda Mercedes Monmany, que Alain Finkielkraut comience su libro La humanidad perdida (Ensayo sobre el siglo XX)[14]
con un pasaje directamente salido de Si
esto es un hombre. Aquel en el que Primo Levi se enfrenta en Auschwitz al
temible Doctor Ingeniero Pannwitz, terrible en su frío y perfecto arianismo, y cómo ese mismo frío le
traspasa inmediatamente, y anota: “Aquella mirada no se cruzó entre dos hombres;
y si yo supiese explicar a fondo la naturaleza de aquella mirada, intercambiada
como a través de la pared de vidrio de un acuario entre dos seres que viven en
medios diferentes, habría explicado también la esencia de la gran locura de la
tercera Alemania” (Si esto es un hombre, p. 181).
Este
demoníaco intento de degradación extrema de las personas, alentado por una
ideología enloquecida en su fanatismo y llevada a cabo eficientísimamente por
una racionalidad instrumental propia
de una civilización técnicamente muy avanzada (pero moralmente pervertida) es
lo que Primo Levi quiere denunciar a lo largo de ésta y de toda su posterior
obra. Se questo è un uomo (como reza su
título italiano original) vuelve una y otra vez a recordarnos esa degradación
deliberada de los deportados al rango de “ganado”, “materia prima” o “escoria”
(términos exactos, en el argot del Lager, empleados por el autor al describírnoslo)
hasta convertirlos -como en el caso de los denominados Müsulmänner- en seres de otra
especie, en no-personas, en
“no-hombres que marchan y se agotan en silencio” y a los que se les arrancó de
cuajo su categoría y dignidad de personas. Quiere dejar constancia de ello,
mostrar su furiosa reivindicación de humanidad, para que lo ocurrido allí y entonces nunca se olvide, para que nunca jamás vuelva a repetirse[15].
Es precisamente la misma reivindicación que postularía, por las mismas fechas,
otro gran testigo del horror nazi, Robert
Antelme, el autor de L’Espece Humaine
(1947), al afirmar que es “la
reevaluación de la calidad de hombre lo que provoca una reivindicación casi
biológica de pertenencia a la especie humana”[16].
Tomás
Moreno
[1] Primo Levi, Si esto es un hombre, Muchnik Editores, traducción de Pilar Gómez
Bedate, Barcelona 2002, p.10
[3] Autores que dieron también testimonio
desgarrador de sus experiencias en los campos en obras como Nuestro hogar es Auschwitz (1949), Más allá de de la culpa y de la expiación
(1966), Sobrevivir: el Holocausto una
generación después (1983) y Amapola y
Memoria (1952), respectivamente.
[4] Myriam Anissimov, Primo
Levi o la tragedia de un optimista, traducción de Teresa Marín Sanz de
Bremond, Universidad Complutense, Madrid, 2001.
[5] Mercedes Monmany, Un
muerto en vacaciones. El partisano desastroso, Revista de Libros nº 21,
Septiembre, 1998.
[6] Vid. al respecto el ambiente en que se movían los judíos
de Italia en esos momentos en la novela de Giorgio Bassani, El jardín de los Finzi- Contini.
[9] Primo Levi, Los Hundidos y los Salvados, Muchnik Editores, traducción de Pilar
Gómez Bedate, Barcelona, 1989.
[10] Archipiélago Gulag, dos volúmenes, traducción de
Joseph M. Güell y Enrique Fernández Vernet, Biblioteca El Mundo, Barcelona,
2002. Esta obra de Solzhenitsyn junto con los Relatos de Kolymá de Verlam Shalámov y El
Vértigo de Eugenia Ginzburg (o también Un
mundo aparte de Gustav Hertling) constituirán la gran trilogía denunciadora
del otro genocidio totalitario de la época: el de los “gulagui”(los campos de
trabajo soviéticos).
[12] “Häftling: me he enterado de que soy un Häftling. Me llamo 174.517; nos han
bautizado, llevaremos mientras vivamos esta lacra tatuada en el brazo izquierdo
[…] (Si esto es un hombre, op. cit., p
41).
[13] “Imaginaos
ahora un hombre a quien, además de a sus personas amadas, se le quiten la casa,
las costumbres, las ropas, todo, literalmente todo lo que posee: será un hombre
vacío, reducido al sufrimiento y a la necesidad, falto de dignidad y de juicio,
porque a quien lo ha perdido todo fácilmente le sucede perderse a sí mismo;
hasta tal punto que se podrá decidir sin remordimiento su vida o su muerte
prescindiendo de cualquier sentimiento de afinidad humana; en el caso más
afortunado, apoyándose meramente en la valoración de su utilidad. Comprenderéis
ahora el doble significado del término “Campo de aniquilación”, y veréis claramente
lo que queremos decir con esta frase: yacer en el fondo” (Si esto es un hombre, op. cit., p. 39).
[14] La humanidad perdida (Ensayo sobre el siglo XX), trad. de Thomas Kaut, Anagrama,
Barcelona, 1998.
[15] Cfr. Jean Claude Guillebaud, El principio de Humanidad, Espasa
Calpe, Madrid, 2002, pp. 23-24 [
16] Robert Antelme, La Especie Humana Arena Libros, Madrid, 2009. Fe de erratas: por impericia técnica de quien esto escribe, en el pasado microensayo -sobre la novela de Muñoz Molina Sefarad (miércoles, 21 abril 2012)- las 7 notas a pié de página que llevaba el original “desaparecieron” al transferirlo al blog de mi amigo F. Acuyo. Valga esta nota, si no para subsanar el error, sí para justificar su incompletud.
16] Robert Antelme, La Especie Humana Arena Libros, Madrid, 2009. Fe de erratas: por impericia técnica de quien esto escribe, en el pasado microensayo -sobre la novela de Muñoz Molina Sefarad (miércoles, 21 abril 2012)- las 7 notas a pié de página que llevaba el original “desaparecieron” al transferirlo al blog de mi amigo F. Acuyo. Valga esta nota, si no para subsanar el error, sí para justificar su incompletud.
No hay comentarios:
Publicar un comentario