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miércoles, 12 de diciembre de 2012

VIDA, CIENCIA Y CONCIENCIA ALIENÍGENAS II



Vida, ciencia y conciencia alienígenas 2, Francisco Acuyo, Ancile


VIDA, CIENCIA Y CONCIENCIA ALIENÍGENAS II



Parece cada vez más evidente que la ciencia camina con un pie fuera de la ley (del método científico) cuando no con ambos, sobre todo en diferentes asuntos de laxa apariencia y que requieren, no obstante, algún juicio tutelar, y esto acontece con no poca controversia, aunque haciéndose tolerar por los más severos jueces de la ciencia, ora por las especulación del análisis de determinados datos, ora por la reflexión teórica más o menos bien argumentada, ora por la necesidad urgente de superar paradigmas que no acaban de responder a todas las interrogantes planteadas.

Vida, ciencia y conciencia alienígenas 2, Francisco Acuyo, Ancile
Cuando se establece un discurso sobre temática controvertida, diríase que siempre se busca una suerte de licencia y libertad singulares, y todo para disponer de la audacia y disposición necesarias para acompañar la liberalidad y valentía que al lector mismo le suponemos, pues, afín a su paciencia lectora acompaña si audaz y verdadero interesado le significamos, y todo por debatir aquellas cuestiones de nada fácil resolución y no más sencilla demostración para el buen entendimiento. La opulencia de su disputa discursiva se ofrece desde luego para todos, aun para los más charlatanes, ladinos y timadores; hasta hace muy poco el desorden y desgobierno en esta materia establecía el mejor salvoconducto para toda estirpe de iluminados, excéntricos e incluso perturbados. Desde luego temática como la propuesta en anterior entrada de esta misma sección, [1] y esta nueva que ofrecemos, será difícil encontrar paradigma tan a propósito. Pues con esa licencia volvemos a la cuestión debatida que, según algún correo de amigo y de lector cercano de este blog, no pueden dar crédito a que la ciencia tuviera a bien entrar en asuntos (según sus previsiones) más propios de medios sucedáneos o periféricos al debate científico. Pero no es tal la realidad, aunque sea tan heterodoxa la cofradía de los interesados. Se debate y se debatirá esta materia seguramente por largo tiempo. Vean sino las siguientes proposiciones (las cuales provienen, en buena parte por cierto, de conjeturas y aproximaciones a sectores del ámbito científico de reconocida trayectoria).

Vida, ciencia y conciencia alienígenas 2, Francisco Acuyo, Ancile
La propuestas ofrecidas son de hecho altamente sugerentes. A saber: se imaginan que en realidad ya estuviesen observando nuestros movimientos (entidades extraterrestres) mediante alguna sonda geosincrónica[2], o si ya estuviesen entre nosotros a través precisamente de este medio que ahora mismito estamos utilizando, me refiero a la red de redes[3]… Estas serían, entre otras muchas, las sugerencias de consuno expuestas. Sin embargo, todo parece indicar (así lo admiten las autoridades científicas que estudian estos supuestos) que no quieren manifestarse abiertamente a la raza humana. Quizá sea, simple y llanamente porque no hay tal ciencia y conciencia extraterrestre. Aunque también podemos optar porque no pretenden interfieren en sus observaciones sobre nuestras vidas, del mismo modo que no lo haríamos nosotros en la investigación zoológica, o, que en el orden de sus preocupaciones no estemos de ningún modo incluidos. La motivación alienígena no tendría por qué parecerse a la humana (finalista y ganancial por antonomasia). Incluso se hace énfasis en que la riqueza biológica de nuestro planeta puede ser motivo más que suficiente para no encontrar huella de su paso (¿miedo a potenciales contagios biológicos?), pero, ¿es cierto que nunca estuvieron en nuestro planeta? Estudios arqueológicos muy específicos no dan por sentada dicha ausencia. Pero no entraremos en controversia llena de polémica y digna sin duda de otro espacio de debate.

Por otra parte, no debemos dejar de lado que en realidad muy bien no tendríamos por qué tener la menor idea del rasgo y alcance de su supuesto avance tecnológico, el cual no tendría por qué parecerse siquiera al que nosotros disfrutamos (o padecemos) en la actualidad. De hecho, la distinción entre el artificio y lo natural podría no estar ni con mucho tan claro al modo como ahora lo entendemos en nuestro mundo. La visión cuántica del universo nos pone en muy serios antecedentes: la parte sólo y únicamente está definida en relación al estado del todo de la que forma parte, por lo que la máquina cuánticamente concebida por una ciencia y una conciencia súper avanzada alienígena, no cabría evaluarse conceptualmente con el mismo significado que un artefacto actualmente referenciado por nuestra tecnología.

Finalmente, es irremediable poner en cuestión si nuestra ciencia (y desde luego nuestra conciencia) está en condiciones de evaluar y establecer hipótesis sobre tecnologías que acaso ni siquiera podamos soñar y, que, incluso, puedan poner en jaque algunas de las constantes, principios y leyes que tenemos por inalienables en la física de la actualidad. De hecho, sí podemos imaginar en el ámbito de los avances de la biología, que el principio de evolución selección natural puede fracturarse en tanto que podamos decidir qué o quién sobrevive en un determinado círculo social o natural (los avances en la manipulación genética apunta claramente a esta conjetura). Todo esto acabará afectando inevitablemente a la misma conciencia (e inteligencia) de lo que hoy, todavía, denominamos máquinas.

Vida, ciencia y conciencia alienígenas 2, Francisco Acuyo, Ancile
La ciencia y la conciencia postbiológica[4], sino acabamos echando nuestro futuro por el desagüe, será una realidad inevitable y que muy bien pudiese tener una relación o analogía mucho más cercana con esas potenciales civilizaciones superavanzadas extraterrestres, que con las actuales que habitan nuestro entorno. Entidades (¿artificiales?) con identidad personal que manejan una ciencia avanzada en pos de una conciencia (¿cuántica?) cuya capacidad de proceso y resolución de datos sea casi inimaginable para nosotros ahora. Pero surge otra pregunta inevitable ante la hipótesis de la existencia de tales entidades extraterrestres: ¿Por qué habrían de encontrar algún interés en un mundo físico concreto como el nuestro? Si alguna vez fuimos producto de su imaginación creativa (como apuntan algunos más audaces en sus hipótesis) pudiera ser este motivo de curiosidad netamente científico, aunque no debiéramos esperar ninguna consideración ética o estética de su magnificencia tecnológica. ¿Estará la humanidad preparada para el conocimiento de una ciencia y conciencia extraterrestres de estas características?, ¿O lo estará siquiera para los cambios que se barruntan en nuestro futuro, a tal vez no ha demasiada distancia en el tiempo (y, como decía, si la indecencia política, ideológica y económica de nuestro mundo no lo hunden en la miseria o la misma extinción), y que estos avances exijan cambios de mentalidad, ahora tal vez inimaginables; los habitantes de las nuevas sociedades de nuestro mundo futuro tendrán, para nosotros ahora impensables, exigencias de adaptación para el mejor entendimiento de lo que se les aproxima.

No sería extraño que surgieran (sino está sucediendo ya) una suerte de reacción ideológica en contra de todo aquello que suponga una ruptura de la tendencia humana ancestral de progreso violento, evolutivo, interesado y finalista de grupos más o menos cerrados e interesados (una vuelta al tribalismo más recalcitrante, véanse el resurgir de los movimientos nacionalistas, los fundamentalismos religiosos e ideológicos….) que se mostrarán frontalmente en contra de cualquier alternativa de reconocimiento integrador de ciencia, conciencia y de inteligencia, y a cualquier aspiración de una perspectiva más profunda de la realidad que vaya más allá de presupuestos centrados netamente en la viciada óptica convencional (religiosa, ideológica e incluso científica) antropológica. Me trae esto a colación en referencia al designio del ser humano que parece ponerse en evidencia con estos intrigantes trasuntos, a aquel bellísimo pasaje inicial de nuestro admirable y admirado Rinconete y Cortadillo[5]  cuando siendo interrogado por el compañero de andanzas en relación de dónde venía, quién era y a dónde iría, responde: …pero yo he dicho verdad en lo que he dicho, porque mi tierra no es mía, pues no tengo en ella más que un padre que no me tiene por hijo y una madrastra que me trata como un alnado; el camino que llevo es la ventura, y allí le daría fin donde hallase quien me diese lo necesario para pasar esta miserable vida.



                              Francisco Acuyo





[2] Con una órbita de un día y de apariencia estacionaria.
[3] No es esta posibilidad tan extravagante como en principio podría pensarse vean si no el sitio: http://www.ieti.org/
[4] A conclusiones muy semejantes llega Davies, P.: Un silencio inquietante, pp. 204.
[5] Cervantes, M.: Novelas ejemplares, obras completas, Aguilar, tomo II, Madrid, 1986, pp. 80.




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