VIDA, CIENCIA Y CONCIENCIA ALIENÍGENAS II
Parece cada vez más evidente que la ciencia camina con un
pie fuera de la ley (del método científico) cuando no con ambos, sobre todo en
diferentes asuntos de laxa apariencia y que requieren, no obstante, algún
juicio tutelar, y esto acontece con no poca controversia, aunque haciéndose
tolerar por los más severos jueces de la ciencia, ora por las especulación del
análisis de determinados datos, ora por la reflexión teórica más o menos bien
argumentada, ora por la necesidad urgente de superar paradigmas que no acaban
de responder a todas las interrogantes planteadas.
Cuando se establece un discurso sobre temática
controvertida, diríase que siempre se busca una suerte de licencia y libertad
singulares, y todo para disponer de la audacia y disposición necesarias para
acompañar la liberalidad y valentía que al lector mismo le suponemos, pues, afín
a su paciencia lectora acompaña si audaz y verdadero interesado le significamos,
y todo por debatir aquellas cuestiones de nada fácil resolución y no más
sencilla demostración para el buen entendimiento. La opulencia de su disputa
discursiva se ofrece desde luego para todos, aun para los más charlatanes,
ladinos y timadores; hasta hace muy poco el desorden y desgobierno en esta
materia establecía el mejor salvoconducto para toda estirpe de iluminados,
excéntricos e incluso perturbados. Desde luego temática como la propuesta en
anterior entrada de esta misma sección, [1]
y esta nueva que ofrecemos, será difícil encontrar paradigma tan a propósito. Pues
con esa licencia volvemos a la cuestión debatida que, según algún correo de
amigo y de lector cercano de este blog, no pueden dar crédito a que la ciencia
tuviera a bien entrar en asuntos (según sus previsiones) más propios de medios
sucedáneos o periféricos al debate científico. Pero no es tal la realidad,
aunque sea tan heterodoxa la cofradía de los interesados. Se debate y se
debatirá esta materia seguramente por largo tiempo. Vean sino las siguientes
proposiciones (las cuales provienen, en buena parte por cierto, de conjeturas y
aproximaciones a sectores del ámbito científico de reconocida trayectoria).
La propuestas ofrecidas son de hecho altamente sugerentes. A
saber: se imaginan que en realidad ya estuviesen observando nuestros movimientos
(entidades extraterrestres) mediante alguna sonda geosincrónica[2],
o si ya estuviesen entre nosotros a través precisamente de este medio que ahora
mismito estamos utilizando, me refiero a la red de redes[3]…
Estas serían, entre otras muchas, las sugerencias de consuno expuestas. Sin
embargo, todo parece indicar (así lo admiten las autoridades científicas que
estudian estos supuestos) que no quieren manifestarse abiertamente a la raza
humana. Quizá sea, simple y llanamente porque no hay tal ciencia y conciencia
extraterrestre. Aunque también podemos optar porque no pretenden interfieren en
sus observaciones sobre nuestras vidas, del mismo modo que no lo haríamos
nosotros en la investigación zoológica, o, que en el orden de sus
preocupaciones no estemos de ningún modo incluidos. La motivación alienígena no
tendría por qué parecerse a la humana (finalista y ganancial por antonomasia).
Incluso se hace énfasis en que la riqueza biológica de nuestro planeta puede
ser motivo más que suficiente para no encontrar huella de su paso (¿miedo a
potenciales contagios biológicos?), pero, ¿es cierto que nunca estuvieron en
nuestro planeta? Estudios arqueológicos muy específicos no dan por sentada
dicha ausencia. Pero no entraremos en controversia llena de polémica y digna
sin duda de otro espacio de debate.
Por otra parte, no debemos dejar de lado que en realidad muy
bien no tendríamos por qué tener la menor idea del rasgo y alcance de su
supuesto avance tecnológico, el cual no tendría por qué parecerse siquiera al
que nosotros disfrutamos (o padecemos) en la actualidad. De hecho, la
distinción entre el artificio y lo natural podría no estar ni con mucho tan
claro al modo como ahora lo entendemos en nuestro mundo. La visión cuántica del
universo nos pone en muy serios antecedentes: la parte sólo y únicamente está
definida en relación al estado del todo de la que forma parte, por lo que la
máquina cuánticamente concebida por una ciencia y una conciencia súper avanzada
alienígena, no cabría evaluarse conceptualmente con el mismo significado que un
artefacto actualmente referenciado por nuestra tecnología.
Finalmente, es irremediable poner en cuestión si nuestra
ciencia (y desde luego nuestra conciencia) está en condiciones de evaluar y
establecer hipótesis sobre tecnologías que acaso ni siquiera podamos soñar y,
que, incluso, puedan poner en jaque algunas de las constantes, principios y
leyes que tenemos por inalienables en la física de la actualidad. De hecho, sí
podemos imaginar en el ámbito de los avances de la biología, que el principio
de evolución selección natural puede fracturarse en tanto que podamos decidir
qué o quién sobrevive en un determinado círculo social o natural (los avances
en la manipulación genética apunta claramente a esta conjetura). Todo esto
acabará afectando inevitablemente a la misma conciencia (e inteligencia) de lo
que hoy, todavía, denominamos máquinas.
La ciencia y la conciencia postbiológica[4],
sino acabamos echando nuestro futuro por el desagüe, será una realidad
inevitable y que muy bien pudiese tener una relación o analogía mucho más
cercana con esas potenciales civilizaciones superavanzadas extraterrestres, que
con las actuales que habitan nuestro entorno. Entidades (¿artificiales?) con
identidad personal que manejan una ciencia avanzada en pos de una conciencia (¿cuántica?)
cuya capacidad de proceso y resolución de datos sea casi inimaginable para
nosotros ahora. Pero surge otra pregunta inevitable ante la hipótesis de la
existencia de tales entidades extraterrestres: ¿Por qué habrían de encontrar
algún interés en un mundo físico concreto como el nuestro? Si alguna vez fuimos
producto de su imaginación creativa (como apuntan algunos más audaces en sus
hipótesis) pudiera ser este motivo de curiosidad netamente científico, aunque
no debiéramos esperar ninguna consideración ética o estética de su magnificencia
tecnológica. ¿Estará la humanidad preparada para el conocimiento de una ciencia
y conciencia extraterrestres de estas características?, ¿O lo estará siquiera
para los cambios que se barruntan en nuestro futuro, a tal vez no ha demasiada
distancia en el tiempo (y, como decía, si la indecencia política, ideológica y
económica de nuestro mundo no lo hunden en la miseria o la misma extinción), y que
estos avances exijan cambios de mentalidad, ahora tal vez inimaginables; los
habitantes de las nuevas sociedades de nuestro mundo futuro tendrán, para
nosotros ahora impensables, exigencias de adaptación para el mejor
entendimiento de lo que se les aproxima.
No sería extraño que surgieran (sino está sucediendo ya) una
suerte de reacción ideológica en contra de todo aquello que suponga una ruptura
de la tendencia humana ancestral de progreso violento, evolutivo, interesado y
finalista de grupos más o menos cerrados e interesados (una vuelta al tribalismo
más recalcitrante, véanse el resurgir de los movimientos nacionalistas, los
fundamentalismos religiosos e ideológicos….) que se mostrarán frontalmente en
contra de cualquier alternativa de reconocimiento integrador de ciencia,
conciencia y de inteligencia, y a cualquier aspiración de una perspectiva más
profunda de la realidad que vaya más allá de presupuestos centrados netamente
en la viciada óptica convencional (religiosa, ideológica e incluso científica)
antropológica. Me trae esto a colación en referencia al designio del ser humano
que parece ponerse en evidencia con estos intrigantes trasuntos, a aquel
bellísimo pasaje inicial de nuestro admirable y admirado Rinconete y Cortadillo[5]
cuando siendo interrogado por el
compañero de andanzas en relación de dónde venía, quién era y a dónde iría,
responde: …pero yo he dicho verdad en lo
que he dicho, porque mi tierra no es mía, pues no tengo en ella más que un
padre que no me tiene por hijo y una madrastra que me trata como un alnado; el
camino que llevo es la ventura, y allí le daría fin donde hallase quien me
diese lo necesario para pasar esta miserable vida.
Francisco Acuyo
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