Traemos con mucho gusto a la
sección de Poetas invitados del blog
Ancile, a la poeta nacida en la ciudad de Leones, Argentina, Nora Nani. Poeta
singular donde las haya nos ha dejado en la páginas de nuestro medio digital una
feliz muestra de su arte poética para disfrute de los interesados en esa manera
directa, sencilla, extremadamente personal de decir el verso y que nos habla, en
cualquier caso, con voz profunda, sentida y avisada de las cosas más delicadas
del alma, y todo para deleite de los espíritus más dilectos que gustan de las
particularidades y, al tiempo, de los signos universales que nos hace
partícipes la poesía.
EN POETAS INVITADOS
DEL BLOG ANCILE: NORA NANI
BIOBIBLIOGRAFíA
NORA NANI (1946) Nace en la ciudad de Leones, provincia de
Córdoba, Argentina, lugar en el que aún
reside dedicada por entero a la floricultura y la poesía.
Publicó en papel los poemarios:
CIRUELAS. Edición de la autora, 1971.
LOS FUNERALES DE LA SANGRE. Ediciones Antares, 1976.
DIRE TU NOMBRE. Edición artesanal
Casa del arte, 1985. Segunda edición:
Milton editores, 1988.
MANERAS DEL SILENCIO. Edición de
la autora, 1997.
Y en formato digital, el poemario:
EL LIBRO DE LA LLUVIA.
Ediciones Emooby. Brasil.2012
El resto de su obra poética publicada se encuentra dispersa en numerosas
plaquetas, antologías y diversos medios de difusión de Argentina y del extranjero.
Posee además una cuantiosa obra inédita, entre otros los siguientes
poemarios: 'Poemas con pañales', 'Oficio de luz', 'Con los ojos de antes', 'Los
espejos del canto', 'El libro del jardinero', 'Los payasos de la luna' y 'El
libro de la memoria'.
POEMAS
EL BESO
Es un
pájaro ciego que te sueña
en lo
profundo que el amor instiga;
va
gestando la luz de su fatiga
para
tender su corazón de leña.
Y allí
se quema entero y se despeña
como pan
de ternura por la miga,
pan que
busca su vértigo de espiga
en
remolinos que el orgasmo preña.
Y
desnace a su muerte cotidiana
cuando
el aire lo nombra y lo perdona
desmañado
el aliento en la mañana.
Sólo un
barco que encalla y que detona
arrimado
al brocal de tu presencia,
hecho
vida de sombra y permanencia.
CANCIÓN PARA UN INSOMNIO
Quiero
rimar la noche con el sueño
y digo
carbón.
No sé.
Por decir algo.
Por
alzar las tramperas de la sombra
y
descubrir su luto estrepitoso
de
estrellas,
chispas
de una
hoguera espléndida.
Estado
de vigilia.
Catatonia
de los límites.
Dibujo
ojos
que
narré durante el día
en
chimeneas pródigas
de
prolija obscenidad.
Vuelvo
atrás
y recojo
en el fuego diurno
algún
olvidado designio,
lo
repaso con furia o con cariño,
inevitablemente
le
cambio algunas fichas,
palabras
que equivocaron lugar,
personajes
que perdieron
su
identidad de esquina,
gestos
que se desdoblan
en
palomas y en gatos,
vuelvo a
construir el paisaje,
el
retazo de vida que me ronda
y otra
vez la luna
en
carcajada de luz
me
declara inocente.
¿Quién
dijo que los inocentes duermen?
Es un
estrépito la caravana
que
transcurre mi sangre
y una
matemática feroz
vuelve a
pedirme una rima.
Rimemos
insomnio y camino.
Ocurre
la noche
y repito
los sitios que anduve:
ademanes,
congojas, risas...
Me sigue
doliendo la palabra
como un
grano en el silencio.
Las
piernas tiemblan
con
temblor de caminata
y sólo
las venas trazan los pasos
que
vegeta el cielo
entre
movida de ángel
y peón
del demonio.
Me
alejo. ¿Iré a dormirme?
Este es
un paisaje que desconozco.
Pero ya
me está trazando un árbol.
¡Qué
borre ese árbol!
¡Qué
borre la despedida de ese árbol!
Debo
detenerme. Algo de familiar
tiene en
el pasamanos
de su
corazón.
Entonces
pensaré en alguien,
en
alguien que rime con ese árbol,
porque
ese árbol vuelve a ser día
detrás
de los párpados,
y pude
haberme sentado
a su
sombra
o
celebrado algún rito
que no
recuerdo
o un
personaje que vive de ardilla
ató mi
cintura
al humo
de los trenes...
Ya estoy
viajando
por las
vías cercanas del árbol
en un
tren que oprime la rutina
y sé que
ahora no quiero dormirme
porque
voy a pasarme,
me pesan
los ojos
pero ya
llegamos,
rimo
sueño con destino
y no sé
por qué
se me
ocurre madrugada.
UNA CHICHARRA
Me
molestaba el ruido.
Pero
quizás era el canto:
su grito
de amor,
el
conjuro desvelado.
¿Desafinaba
de alas o de patas
mi
pequeña mensajera
del sol,
opaca y
chirriante
como una
moneda sucia
que el
verano desgrana?
Pero
quizás era el canto.
Y yo no
sabía
que se
puede aserrar el aire
así
con
tanta abundancia
de
llaves derramadas,
con
tanta lamentación
en el
sonido,
con
tanto vidrio atravesado
por ojos
insolubles,
oh
descarada y terca
juntando
en la saliva de los astros
la
manera del aullido
y el
tono que convoca la asfixia.
Hoy maté
una chicharra.
Porfiada
de altas monotonías
era un
puñal en el pecho del aire.
Maté su
insecto desbocado,
su
insolencia de vida,
su
perfil de flecha en mi distancia.
Hoy maté
una chicharra.
Un bicho
pequeño
con cara
de langosta tristona.
Una
ternura destemplada
poniendo
agujas en mi silencio.
Pero quizás
era el canto.
TENDIDA EN LA HIERBA
Nunca se
pone más ángel la noche
que
cuando la mira
mi
corazón
derramado
en la hierba.
Allí va
entrando
a un
zoológico de estrellas,
nombra a
las bestias en su redil poderoso,
pasa
lista a sus vientres de humo
y ya
listo el pastoreo de azul y de milagro,
les
arropa las aristas
con
siluetas de nube
y las
entrega al corral del vértigo
como a
una cajita
que
madura toda la eternidad
en su
sonrisa.
Después
vuelve
—mi
corazón, digo,
cumplida
su tarea de angelical
la noche—
regresa
a la cueva de mi pecho
donde
yo lo
espero desnuda
con toda
la inmensidad
a cuestas.
POEMAS INÉDITOS
HOY
Con lo torpe que estoy esta mañana
podría morirme
en una olla de agua caliente.
Podría encender la luz
con la perilla del gas
y dejar que el aire juegue
sus chispas estruendosas.
Hasta podría tender la cama
con el mantel de los domingos
y poner a dormir un silbo
junto al filo de un tenedor.
Todo podría pasarme hoy.
No hay trenes más veloces
que la memoria.
Y la memoria es insensata.
Comete imprudencias sin saber
que yo estoy trepada a las cornisas...
Que podría tumbarme
con su aliento
y convertirme en un ángel
chapucero y roto.
Por eso, prolija,
me despeino a cachetadas,
me obligo a estarme quieta,
a dejar la voz
colgada en el perchero del living
y quizás
hasta la olvide algún día,
cuando el polvo le borre los matices.
Pero hoy
nada se queda en su sombra habitual.
Soy capaz
de salir por las calles
hasta que el cielo me derrumbe...
No le hago caso a mis designios
de pura torpeza desangrada.
De torpe nomás
elijo lo imposible,
meto el dedo en la salsa caliente,
me convierto en templo sepulto de ladrillos,
ando
de moretón en rasguño
de sueño en serpentina
de terrón en maleza
de niña en anciana.
De torpe nomás,
de puro torpe desmedida
esta mañana
hasta puedo enamorarme.
ENTRE EL DIA Y LA NOCHE
Todo lo que ocurre a la luz del día
es una sinergia de la memoria.
Las cosas se definen
en la clara constancia del amanecer.
Es como si el sol les prestara utilidades
y uno puede decir con seguridad:
esta es una mesa,
la mesa en la que me apoyo,
que sostiene un plato o un libro,
que me alimenta la sangre y el alma
con su origen oscuro y franco.
Y esta es una cama,
la cama de las lentas meditaciones,
la del sueño y el amor,
la del nacer y el morir...
Las sillas,
las sillas que guardan mi cansancio
y sostienen mi espalda
hasta que retrocedo en los milenios
y ya no memoro
mi forma vertical y humana.
Todo tiene la óptica diaria
a la luz del día,
la segura presencia de las cosas que amamos,
la cadenciosa injuria de la jaula que nos contiene
y nos presta con familiaridad
el límite de sus paredes, de su pienso y de su agua.
Oh ¡la ternura de la jaula!
Poder entrar y salir por sus puertas al mundo
y dejar que el mundo habite
en el centro de sus rincones venerables...
Pero cuando la noche acecha
y las sombras se visten con ropajes ajenos,
¿quién puede definir los límites?
¿quién se evade de las rondas torpes?
¿quién deja
a su animal melancólico en el sitio exacto?
UN REGALO
Un regalo no debe servir para nada.
Un regalo
debe ser una pluma que te toque el corazón,
una piedrita que te repita el origen,
un escarabajo, una flor, una hoja seca.
Un regalo debe parecerse
a una lágrima o a un suspiro,
a una mirada, a una caricia o a una sonrisa.
Un palito que arrastró el viento
es un regalo.
Una pelusa que guardó el tiempo en los bolsillos
es un regalo.
El sonido cómplice que sueña el ave
es un regalo.
Y no es verdad
que un regalo no sirva para nada:
puede plancharte la melancolía,
calentarte las ganas,
ponerte un moño en las pestañas
para seducir la noche...
Puede volverte ágil y joven,
hacer nuevas las cosas de siempre,
apretarte el silencio hasta exprimir un poema.
Así son los regalos:
un toque de infinito en la madera del alma.
(Poemas extraídos del libro inédito Desde Siempre (2012)
Nora Noni
Gracias, amigo, por este regalo. Conozco a la poeta desde hace poco más de un més, gracias a Jeni. Me encanta con esos temas intimistas, cotidianos, enriquecidos con una imaginación envidiable. Un abrazo.
ResponderEliminar