Traemos a colación un tema que me parece de muy candente actualidad, a nuestra sección de microensayos del blog Ancile, de la mano de nuestro colaborador y amigo el profesor Tomás Moreno. Su artículo El proyecto gran simio o la abolición del hombre, nos lleva a una seria reflexión sobre las controversias generadas por las más extremistas tendencias de algunos sectores ecologistas.
EL PROYECTO GRAN SIMIO
O SOBRE LA ABOLICIÓN DEL HOMBRE
Nadie duda de la responsabilidad que tiene el
hombre -la especie humana en cuanto tal- por la conservación y el cuidado de la
naturaleza, del planeta tierra, y por la protección y cuidado de los animales y
plantas que la habitan. Ello ha sido, sin duda, un progreso moral encomiable de
la humanidad actual. Un progreso que no debe retroceder ni un ápice en su
práctica y en su implementación y una conquista irrenunciable de la
civilización humana y, en especial, del ecologismo
de nuestro tiempo.
Pero,
en ocasiones, ese ecologismo bien intencionado y encomiable puede asumir formas
patológicas, y llegar a desviarse de
sus fines benéficos y plausibles, provocando efectos deletéreos y sumamente
nocivos para los seres humanos, no deseados ni previstos en principio por sus
mismos defensores. Cuando se reivindican los inadecuadamente denominados derechos de los animales y se eleva su status moral al mismo nivel del de los
hombres e incluyéndoselos como iguales
en nuestra "Comunidad Moral", y, al
mismo tiempo, se rebaja a la especie humana a la condición de mera
animalidad -carente de cualquier tipo de
dignidad singular-, entonces ese
"ecologismo" ha degenerado, se ha pervertido, y debemos pensar que
algo anda mal en la conciencia ética
de nuestra sociedad[1].
Peter Singer |
A
este peligro se refería, no hace mucho tiempo, uno de nuestros filósofos
españoles más agudos y comprometidos con la causa del hombre y del humanismo, Víctor Gómez Pin, catedrático de la
Universidad Autónoma de Barcelona, en su libro "Entre lobos y
autómatas"[2],
en donde nos alerta sobre las dos
posiciones ideológicas o vertientes del antihumanismo
contemporáneo, que pueden hacer peligrar "el puesto del hombre en el
cosmos" (Max Scheler) y en
donde afirma sin complejos un antropocentrismo desde el que se
postula que el ser humano vuelva a ser el centro de la cultura, del pensamiento
y de la ética[3].
Se
trata, en su propuesta, de humanizar
la ecología en lugar de animalizarla,
así como desantropomorfizar los
entornos tecnológico-cibernéticos: el hombre es -debe volver a ser- el
fundamento de la ecología y de la tecnología, y no otros animales considerados sus iguales, ni tampoco los autómatas, como algunos postulan
para un no muy lejano futuro. Defender la causa del hombre, implica -según
recuerda J. Echevarría- volver a situar
los problemas que afectan a los seres humanos en el centro de la política, la economía, el
derecho, incluyendo las cuestiones tecnológicas y ecológicas[4].
Esas
dos posiciones ideológicas antihumanistas, complementarias entre sí,
consistirían, por una parte, en la abusiva
humanización de entidades maquinales (robots, cyborgs, I.A., androides,
sensores digitales y otras máquinas autómatas) -posibilitada por los
impresionantes avances producidos en el ámbito de la tecnología cibernética y
de la robótica- correlativa de una desnaturalización
del ser humano[5].
Y, por otra, en la equiparación injustificada de la especie humana con otras especies
animales consideradas secularmente como inferiores, consecuencia de la
constatación del alto grado de
coincidencia genética entre humanos y primates -obtenida
gracias al descubrimiento del Genoma Humano- que negaría la singularidad de la especie humana en el
seno de la animalidad, igualándola, sin más, a las demás especies de Primates
Antropoideos.
Víctor Gómez Pin |
Esta
equiparación no tendría en cuenta, en opinión de Gómez Pin, un dato esencial:
el hecho indiscutible de que "pequeñas diferencias en la parte del genoma
no codificadora de proteínas, y en la estructura y función del cerebro pueden
tener enormes consecuencias neurofisiológicas en la denominada 'conciencia
secundaria', de la cual son constitutivos aspectos irreductiblemente humanos
como el pensamiento abstracto y el lenguaje"[6]. De este modo, la utopía
de la superación del hombre por la vía de la artificialidad cibernética se hermanaría así con la utopía de la
superación del hombre por dilución de las
fronteras que lo separan del mundo animal.
A
esta segunda posición pertenecería el famoso Proyecto Gran Simio[7], fruto o resultado de una
iniciativa promovida, desde sus inicios en 1993, por la plana mayor de la
etología, la primatología y la sociobiología contemporáneas (entre sus más
conspicuos representantes se incluirían: Adriaan Kortland, Marc Berkoof, Jane
Goodall, R. y B. Gardner, David Premark, o Richard Dawkins respectivamente)[8] y liderado o dirigido por Peter Singer, convirtiéndose así en
claro ejemplo de esta tendencia ideológico-biologicista extremadamente
reduccionista y mecanicista[9].
En
el citado Proyecto sus autores
planteaban la necesidad de reconocer a
aquellos animales considerados "más próximos" a nuestra propia
especie humana (Homo Sapiens Sapiens),
bien por su filogenia, por sus facultades cognitivas o simplemente por sus
"modos de vida" -como son los Grandes Simios antropoideos: chimpancés, bonobos,
orangutanes y gorilas- aquellos derechos morales que
hasta el
momento monopolizaba el orgulloso
antropocentrismo humano y que se habría negado injusta y sistemáticamente a
hacerlo.
Sólo
así se superaría el prejuicio especieísta
dominante (similar al racismo o al sexismo) que excluiría a esas especies
animales de toda protección moral o jurídica, exigiendo, en consecuencia,
fuesen incluidas en el mismo "universo jurídico y moral" que el de
nuestra propia especie humana. Su famosa "Declaración de los Grandes
Simios Antropoideos" -que entroncaba con el articulado de la
"Declaración Universal de los derechos del animal", proclamada
solemnemente por la UNESCO casi veinte años antes- llegaba a reconocer los tres "derechos fundamentales" e
inalienables de los mismos: 1. el derecho a la vida; 2. el derecho a la
protección de la libertad individual; y 3. la prohibición de la tortura,
postulando como slogan "la igualdad más allá de la humanidad", por su
pertenencia a la misma "Comunidad moral de Iguales".
En
principio, esta Declaración del Proyecto
Gran Simio, no ofrecería reparo, objeción o prevención alguna si tratase simplemente de deberes y responsabilidades
de los hombres para con los
Sólo
ellos pueden ser, por lo tanto, obligados a ejercer sus correspondientes
deberes y responsabilidades al poseer únicamente los seres humanos autoconciencia, racionalidad, lenguaje simbólico
abstracto, libertad y sentido de la responsabilidad. Excederse en una
consideración jurídico-moral de esos animales, tal que los equiparase al mismo
nivel que los seres humanos, podría traer o comportar problemas para la especie
humana de muy difícil solución.
Tomás Moreno
Enlace con Peter Singer en una charla.
[1] Véase al respecto la obra de Peter Singer, catedrático de
Bioética en la Universidad de Princeton (Estaos Unidos), uno de los adalides e
ideólogos del Proyecto Gran Simio,
titulada: "Desacralizar la vida humana. Ensayo sobre Ética", Cátedra,
Madrid, 2003. En ella se llega a comparar, e incluso anteponer, los derechos y
el estatuto moral de los animales mamíferos superiores y primates respecto de niños
con muy graves malformaciones o grandes discapacidades físicas y a aconsejar la
conveniencia de ayudar a morir a
ancianos aquejados de enfermedades terminales. Al parecer de alguno de éstos
ideólogos, ésas serían "vidas sin valor".
[2] Víctor Gómez Pin, "Entre lobos y autómatas. La
causa del hombre", Espasa, Madrid 2006. Este libro fue galardonado con el
Premio Espasa Ensayo del 2006.
[3] Su obra, en este sentido, continúa la denuncia contra la
"abolición del hombre" y contra los antihumanismos, emprendida en la
segunda mitad del pasado siglo por C. S. Lewis, "La Abolición del hombre.
Reflexiones sobre la educación", editorial Andrés Bello, Barcelona, 2000;
y por Jean_Claude Guillebaud, "El principio de Humanidad", Espasa,
Madrid, 2001, a principios del XXI.
[5] Uno de los principales representantes de esta primera
posición antihumanista sería Marvin Minsky, uno de los máximos expertos de la
IA, autor de The Society of mind
(1987), dado que para él el cerebro humano no es más que una máquina, en nada
ontológicamente diferente de cualesquiera otra. Por su parte, Peter Singer, -al
que ya hemos aludido por ser el ideólogo líder de la segunda posición
antihumanista que aquí examinamos- también avalaría esta primera posición
antihumanista, al considerar que "si se pudiera demostrar que un programa
informático es inteligente y consciente, tendríamos que aceptar que tiene
ciertos derechos humanos" (Entrevista
de Javier Sampedro a Peter Singer", El País, lunes 26 de abril de 1999).
[7] En 1993 la editorial londinense Fourth State publicaba el
libro "Great Ape Projet. Equality beyond" obra colectiva coordinado
por el filósofo australiano Peter Singer y por la ideóloga italiana Paola
Cavalieri (editado en España en 1998 por la editorial Trotta: "El Proyecto
Gran Simio: la igualdad más allá de la humanidad")
[8] Véase: R. y B. Gardner, P. Liebermann, D. Premack, D.
Rumbaugh y otros "Sobre el lenguaje de los antropoides", Siglo
veintiuno editores, Madrid, 1976.
[9] Cfr. Íñigo Ongay de Felipe, "El Proyecto Gran Simio desde el materialismo filosófico", El
Catoblepas, nº 64, Junio 2007.
Necesario documento, creo yo, porque es mucha verdad lo que aquí se expone. Tal parece que le hombre anda en una especie de desquiciamiento, de desubicación, como si se divorciara de la realidad. Me cuesta trabajo creer que mentes supuestamente avanzadas, retrocedan a posturas casi primitivas. Bien dicho queda aquí que una cosa es el respeto a la vida y todas sus manifestaciones, y otra sería otorgar los mismos derechos a animales y personas, sin que aquellos sea capaces de reclamarlos, porque el fin y al cabo es el hombre quien los dicta. Los animales bien recibirán el espacio que les es dado como especie, pero no más allá de lo que ellos no son capaces de "entender", ni siquiera elementalmente. Un abrazo y gracias.
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