Para nuestro blog Ancile recogemos del blog de La noche en blanco de Granada la última entrada dedicada al poeta Miguel Ávila Cabezas.
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En nuestra sección habitual de poesía de La noche en blanco de Granada, traemos los versos del poeta Miguel Ávila Cabezas.
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LA POESÍA DE MIGUEL ÁVILA CABEZAS
EN LA NOCHE EN BLANCO DE GRANADA
MIGUEL ÁVILA CABEZAS (Granada, 1953). Licenciado en Filología Románica e Hispánica por la Universidad de Granada y Doctor en Filología Románica por la de Almería. Actualmente ejerce como profesor de Lengua y Literatura Españolas en un Instituto de Educación Secundaria. Crítico teatral y literario y autor de 16 libros de poesía y de dos obras misceláneas de pensamiento tituladas, respectivamente, Loquinarias y Segundo libro de las loquinarias. Como poeta, filólogo e investigador teatral ha colaborado en numerosos proyectos colectivos y en diversos medios especializados. Asimismo ha publicado obras de investigación y crítica teatral, entre las que cabe destacar La dramaturgia de José Martín Recuerda. Recepción crítica y estudio semiótico de La Trotski y La llanura, Edición crítica de La garduña de José Martín Recuerda, Disyuntivas teatrales (o no), y una edición crítica de las Poesías y el "Discurso de de las potencias del alma y del buen uso dellas" del humanista cordobés Fernán Pérez de Oliva. Su faceta de dramaturgo se concreta en las dos series de veinte piezas breves tituladas El juego de las bolas y Juego de payasos. Asimismo, es autor del corto “No Money. No God” (Casablanca, 2007), del guión para cortometraje titulado Blablablaaaaa y del proyecto de poesía visual titulado Nueva poesía española.
Parte de su obra literaria ha sido traducida al árabe, francés, inglés y portugués.
A LA PINTURA
¡Comencé a pintar tan de pequeño!
¡Vive Dios, cómo emborronaba las calles solitarias
con mi lápiz lloroso
de breve compostura!
¡Oh Juan Gris de los portales! ¿Y los árboles?
No me nombréis los árboles,
ni siquiera mencionéis las esquinas o los hondos
balates (albañales de sombra).
En las lisas paredes era todo un maestro.
¿Y a qué hablar de mis cuadros perdidos
en estribos de puentes, al pie de los perniles,
sobre la hierba verde o al borde (siempre incierto)
de la noche profunda?
Mi arte hallaba la estima de las piedras,
el gozo de los musgos
y el asombro mojado de todas las hormigas.
¡Oh preciso Leonardo!
Con mi alzada pata medía la distancia
infalible
desde los ojos raudos al lienzo repentino.
Siempre usaba -es verdad-
para mis arduas (diré concentradas)
MA-NI-FES-TA-CIO-NES
hasta el silencio mismo de la muerte…
Tuve jueces y críticos severos:
bien es cierto que el tino en su criterio
animó mis deseos
de no exponer jamás en las puertas de nobles academias,
tampoco en las iglesias
en las que por un intenso y recóndito pudor
(que nunca llegué a vencer)
mi anhelo se escapaba como agua celeste
tras los pasos sedientos de ilustres borrachos
en la ciudad dormida.
¡Ay qué tiempos,
qué ascensión de la forma, qué consuelo más alto
el de aquella manzana de casas bien dispuestas
de cuyo entorno sin duda era yo
el rey indiscutible!
Hermoso, divino nirvana (mejor diría)
cuando, místico al viento, resuelto el ademán,
y en cualquier lugar (y sin fronteras)
me disponía yo al afán del acto creativo
con superior desdén de artista ya encumbrado.
¡Era tanto mi amor por la pintura!
PERFILES
Quiero pasar mi mano por tu perfil de sombra
donde el silencio grita y la noche te nombra.
Soy el río de sangre que empuja tu silueta
hacia el abismo incierto de esa luna inconcreta.
(Con un verso invisible regaré tu cercado
y una flor imposible crecerá en mi costado).
A lo lejos mi sueño cabalgará los montes.
Ni temeré las fieras de tu amor polizontes,
ni en la orilla este cuerpo aguardará a que el tuyo
se llegue hasta su casa para oír el murmullo
de los besos que escapan por la puerta de atrás…
(Mi deseo en tu ausencia algún día verás).
Hasta tanto me voy y me quedo, que es bueno
permanecer contigo si de ti soy ajeno.
NUEVA MEDITACIÓN DE DON QUIJOTE
Hablo conmigo y con mi sombra hablo.
A fin de cuentas, yo soy yo y todos los que sois
en el establo de la vida:
quienes busco y nunca encuentro,
los que acecho detrás de mi ventana
y al pasar me sonríen
como diciendo: “Iluso, ¿qué buscas?
Tú no eres de aquí ni de otro sitio
que no sea manía, impericia y locura.
Ya no estás.”
(¿De dónde vengo entonces?
¿Quién me trajo a este mundo
y a la grupa de qué rengo destino?)
He atravesado el tiempo
y aquí me veo, lo mismo que ayer y siempre,
lanceando una tropa confusa
de fantasmas.
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