En nuestra sección de Microensayos del blog Ancile traemos la segunda parte de El mito de Lilith, del profesor y filósofo Tomás Moreno.
EL MITO DE LILITH (Segunda parte),
EL MITO
DE LILITH (Segunda parte)
2. De lo mítico-legendario a lo
literario-pictórico
La
figura de Lilith como mujer pérfida y cruel, traspasará sin apenas solución de
continuidad los límites del imaginario mítico-religioso para penetrar, tras su
demonización teológico-medieval, en el universo de lo pictórico-literario
occidental de los siglos XVI al XVIII. Asimilada, unas veces, a las arpías,
empusas, estriges y lamias del imaginario greco-clásico, y, otras, a las
figuras serpentinas y vampíricas del imaginario
cristiano-medieval, la imagen de Lilith se metamorfoseará indistintamente como bruja-vampiro, en la percepción de los
inquisidores renacentistas, o como bruja
serpiente, tal y como John Milton la denominara en su Paraíso perdido, bien entrada la segunda mitad del XVII[1].
Goethe en su Fausto nos
apercibirá, en los inicios del XIX, de sus malas artes brujeriles, mágicas y
seductoras, tan peligrosas y letales para los jóvenes[2].
Erika
Bornay, que ha dedicado a Lilith, como arquetipo prefigurador de la “mujer
fatal” avant la lettre, un importante
e imprescindible ensayo[3],
ha descubierto en su figura de diablesa
y devoradora de hombres -a quienes
seduce y ataca en el abandono del sueño- concomitancias no sólo con las
leyendas de mujeres vampiros, que
succionan la sangre o se alimentan de la virilidad (semen) de sus víctimas,
sino también con las perversidades de
la novela gótica y fantástica del siglo diecinueve como testifican multitud
de
cuentos y relatos de la época, entre los que destacaríamos los de Théophile Gautier (La muerta enamorada, 1836) o Rémy
de Gourmont (Histoires magiques, 1894). Éste último con su Lilith (1892) y nuestro Valle
Inclán en la Sonata de estío (1903)[4] evocarán asimismo su inquietante y
romántica figura. El dramaturgo
alemán Frank Wedekind, en los últimos años del XIX, nos la presentará también
demonizada como serpiente en la
primera escena del drama Erdgeist (El espíritu de la tierra), reencarnada en
la figura de Lulú, la mujer rebelde protagonista de su drama[5].
Erika Bornay |
En lo que respecta a la imagen pictórica también reptiliana que
de Lilith se nos ha transmitido en la iconografía del arte occidental -habitualmente
con el extremo inferior de su cuerpo en forma de serpiente- todo parece indicar
que se quiso establecer un paralelismo entre la culpa de ésta y la de Eva
asociándola con el reptil bíblico, revelando así la lasciva afinidad ancestral
de ambas con ese animal emblemático[6].
Son ilustrativas al caso las imágenes que los hermanos Limbourg inscriben en el manuscrito miniado e iluminado
del siglo XV Les Très Riches du Duc de Berry (Museo Condé, Chantilly) y las que
más de cuatro siglos después el pintor Kenyon
Cox nos muestra en su Lilith (1892)[7].
En ambos casos, la mujer con cola de serpiente enroscada en el árbol y
ofreciendo a Eva la fatídica fruta es una de las muchas personificaciones del
diablo, una explícita demonización de Lilith[8].
Pero sería en el último tercio del
siglo XIX, en segunda década de los años 1860, con los movimientos
prerrafaelista primero y simbolista después, cuando la figura de Lilith -como
imagen arquetípica de la mujer pecadora y perversa- alcance su definitiva
consagración en el imaginario literario y pictórico occidental, encontrando en Lady Lilith (1864-68) del pintor
prerrafaelista inglés Dante Gabriel Rossetti
(1828-1882) su plasmación más emblemática.
Influido por los deletéreos
personajes femeninos de Poems and Ballads
(1866) de su amigo el poeta Swinburne,
la imaginería femenina de Dante Gabriel Rossetti va a experimentar con esa
imagen de mujer un significativo cambio con respecto a su primera época, caracterizada
por la idealización y espiritualización de la figura femenina -virginal, bella
e inocente, espiritual y pura- y modelada por la evocación de la Beatriz
(esposa mística y celestial) del Dante. Y ese cambio, dominado estética y
emocionalmente por la personalidad de algunas
de sus modelos, significará la inauguración de una nueva fase iconográfica
femenina que puede calificarse como de culto
rossettiano a la belleza femenina [9].
Pero esta vez esa belleza será "eminentemente
carnal o sensual, no espiritual. Un nuevo tipo de mujer, de poderoso y ancho
cuello, de labios abultados y curvados, abundante cabellera roja, impregnada de
morbosa voluptuosidad y de una sensualidad tentadora, con una expresión lejana,
inaccesible, grave y
misteriosa, se ofrece ahora al espectador", en
fidedigna descripción de E. Bornay. Su figura representa una especie de "amalgama
de la Lilith del Fausto de Goethe y
de la Belle dame sans Merci de Keats",
una especie de femme fatale moderna,
a pesar de que él nunca utilizara este término.
Lady Lilith, Dante Gabriel Rossetti |
No deja de ser curioso, observa E.
Bornay, que la recreación de esta figura de la mitología hebrea -que se rebela
contra Adán, su esposo, y mata a niños recién nacidos-, sea contemporánea de
los movimientos feministas ingleses de emancipación así como coincidente con
las grandes controversias sobre planificación familiar de la década de 1860. La
New Woman, la moderna Lilith, como la llama Rossetti, también trata de
emanciparse del control del varón y de ella se dice que rechaza la maternidad
al igual que su ancestro mitológico. A partir de ese momento, Lilith será
sinónimo, junto a otras inquietantes figuras de la mitología, la literatura y
la pintura, de la mujer fatal, símbolo
del supuesto peligro inherente al Eterno Femenino.
Otros numerosos artistas y escritores
de ese tiempo nos apercibirán de su fascinante atractivo. E incluso críticos de
teatro, como W. Baring, al hilo de un comentario sobre la actriz Sarah
Bernhardt, evocarán a esta diablesa
como “una encarnación del espíritu que, en todas la épocas y en todos los
sitios, llámese Lilith, Lamia o Gioconda, parecida a la Belle Dame sans Merci, embruja el corazón y la cabeza de un hombre
con su encanto”[10]. Erika
Bornay concluye la significación de Lilith en el imaginario literario-cultural
e iconográfico occidental con estas palabras:
Lilith es la
mujer paradigmática de la iconografía de la ‘perversa’. En lo que a su
comportamiento respecta, no sólo es la mujer emancipada avant la lettre, que huye de la tutela de su esposo y seduce a
otros hombres -incluso a diablos- sino que, en su aspecto externo es descrita como poseedora de dos de
los símbolos más recurrentes en la iconografía de la mujer fatal: la larga cabellera, como fetiche erótico, y la
serpiente como aliada y amante, cuando ésta es el Maligno trasvestido; o bien,
en completa simbiosis con él/ella para tentar o empecer a terceros[11].
3. La díada Lilith-Eva y el feminismo
Lorenzo
Álvarez de Toledo, que ha dedicado a esta mítica primera mujer hebrea agudas
reflexiones en su ensayo De manzanas y
serpientes[12], afirma que Lilith representa el
arquetipo construido por la cultura patriarcal de lo femenino maléfico repudiado
o negado, que ha servido en la literatura moderna como icono o estandarte del
feminismo contemporáneo[13].
Son varios los aspectos del mito
hebreo de Lilith los que destaca en su libro. En primer lugar, la rebelión de
Lilith ante su posición subordinada al varón en el momento de la unión sexual
(expresión de la idea jerárquica de la sumisión que debía imperar en la
relación entre ambos). Se nos transmite, así, la primera imagen de la mujer
rebelde, que arrebata al varón uno de sus privilegios más prepotentes, como es,
en particular, el de la postura dominante en la realización del coito, y el
dominio sobre la descendencia. Lilith
se niega a dormir bajo su marido y, por tanto, a someterse a él, una situación que Adán denuncia frente a Dios y que no queda resuelta satisfactoriamente para ambos[14].
se niega a dormir bajo su marido y, por tanto, a someterse a él, una situación que Adán denuncia frente a Dios y que no queda resuelta satisfactoriamente para ambos[14].
Contrasta a este respecto, la
diferencia entre la actitud que presenta Lilith y la mostrada por la prostituta
sagrada Samhat, de la Epopeya del
Gilgamesh. Después de copular con la prostituta durante seis días, Enkidu
adquiere conocimiento, pero también descubre que las bestias con las que antes
vivía en armonía ahora le temen. Esa adquisición de conocimiento, es lo que va
a hacer posible el trato personal entre el hombre ahora civilizado y el Rey
Gilgamesh. La prostituta sagrada Samhat no es una lamia como Lilith, que se revela ante la postura subordinada que el
varón le impone: es, por el contrario, una mujer “civilizada” (sumisa) que transmite civilización[15].
En
segundo lugar, y junto al rechazo hostil a todo lo que representaba el dominio
sexual de lo masculino, destaca la explícita afirmación y reivindicación por
parte de Lilith (la mujer) de su igualdad esencial con respecto a Adán (al
hombre), ya que desde el momento mismo de la creación ambos eran igualmente nacidos de la tierra.
Pero mucho más interesante, añade
Álvarez de Toledo, en tercer lugar, es la queja que Lilith verbaliza ante los
enviados de Yahveh, encargados de conminarla a retornar a la senda de la
obediencia. El Génesis Rabba es
probablemente el primer texto en el que se transcribe una protesta de falta de
satisfacción sexual en boca de una mujer. Toda una proclamación del derecho de
la mujer a la elección de varones en plural, a la promiscuidad sexual y a la
matanza sacrificial y apotropaica de niños:
La realidad
sacrificial, unida a la promiscuidad sexual, y al rechazo del dominio del
varón, nos coloca ante una potencia infernal, femenina, que ataca los grandes
valores del sueño masculino de perfección: el dominio en sí mismo de lo
femenino, representado en la excusa postural, el logro de la lealtad de la mujer
sin sacrificio de la libertad sexual del varón dominante y, finalmente, el
control, sin trabas, de la reproducción[16].
Por todo ello, y pese a la intención
estigmatizadora de sus creadores, Lilith será percibida por determinadas
corrientes feministas como una figura potencialmente liberadora para las mujeres, en tanto que representa la rebelión,
la emancipación y la autonomía femeninas frente a las múltiples opresiones
patriarcales a las que ha estado sometida y de las que secularmente ha sido
objeto[17].
Sonia
Villegas en un interesante y exhaustivo ensayo[18]
ha tratado también de analizar el sentido emancipador de este ancestral relato
mítico hebreo. Sostiene en él que, aunque menos popular que Eva, Lilith
personifica la independencia de la mujer en un mundo patriarcal: “Lilith es el
potencial desterrado de la
propia Eva, la esposa subordinada y despreciada. La vuelta de Lilith significa la reclamación de la integridad y la personalidad de las mujeres”. Lilith se nos presenta en el midrash judío como la imagen de una mujer que busca ante todo la igualdad sexual en un mundo profundamente jerarquizado por las diferencias entre los sexos.
propia Eva, la esposa subordinada y despreciada. La vuelta de Lilith significa la reclamación de la integridad y la personalidad de las mujeres”. Lilith se nos presenta en el midrash judío como la imagen de una mujer que busca ante todo la igualdad sexual en un mundo profundamente jerarquizado por las diferencias entre los sexos.
Para Sonia Villegas[19],
la figura de Lilith parece ser, pues, más compatible con el feminismo que la figura de la propia Eva. En mayor medida que el
prototipo de Eva, la figura de Lilith simboliza la rebelión y la
independencia femeninas y la firme
decisión de tomar parte en su propio destino:
Lilith representa
el poder desterrado y la autonomía para las mujeres, que han sido expulsados
fuera de los límites del mundo patriarcal. La noción misma es reprimida
etiquetándola de demonio peligroso. Lilith es el potencial desterrado de la
propia Eva, la esposa subordinada y despreciada. El retorno de Lilith significa
la vuelta a la integridad y la personalidad de las mujeres[20].
No obstante reconoce que en algunas re-escrituras actuales que evocan
a ambos personajes se las presenta como cómplices e incluso hermanas. En tal
caso el binomio Eva/Lilith representará tanto un símbolo político para la
liberación de la mujer -por ser un claro ejemplo de la necesidad de
reestructurar la mitología y el discurso religioso cristianos- como el primer
foro de debate femenino adoptado por las feministas de la segunda ola.
Finalmente, destaca las numerosas iniciativas
literarias escritas tanto por autoras feministas[21]
que privilegian la figura de Lilith, como por las que intentan rescatar la de
Eva. Una de ellas es la que ofrece Judith
Plaskow en un bello cuento en el que plantea un vínculo de sororidad entre Eva y Lilith, o la
que Alicia Ostriker presenta en un
poemario titulado The Lilith Poems, donde
-además de tratar de reconciliarlas- incide
en el decidido objetivo de presentar
a Lilith como un referente actual de liberación para las mujeres.
Tomás Moreno
[2] En la famosa escena del capítulo El conciliábulo de las brujas en la que Fausto pregunta a
Mefistófeles sobre quién es Lilith y éste le responde: “La primera mujer de Adán.
Cuidaos con prendaros de sus hermosos cabellos y de los atavíos con que se
engalana, porque cuando con ellos llega a apoderarse de un joven ya no lo
suelta más” (Fausto, Goethe;
Espasa-Calpe, 9ª edición, Madrid, 1969, p. 146).
[3] Erika Bornay, Las
hijas de Lilith, op. cit.
[4] Don Ramón maría describe así a la niña Chole la bella
criolla amada del marqués de Bradomín, comparándola efectivamente con la Lilith
del mito hebreo: "Tenía la misma sonrisa de Lilí. Aquella Lilí, no se si
amada, si aborrecida, cuya figura hierática y serpentina revivía la del genio
femenino del mal" (Sonata de estío,
Austral, Madrid, 1991).
[5] Máscaras de
ficción, Anagrama, Barcelona, 2002, p. 73.
[6] Sobre la relación
simbiótica mujer-reptil/serpiente en la iconosfera del arte europeo véase
el capítulo XXII ("Perversas connivencias: la mujer y la bestia") de
la obra citada de E. Bornay, en donde se
analizan las obras pictóricas de Edward Burne-Jones, Gustave Moreau, Franz von Stuck, Edvard Munch, Jean Delville,
Gustav Klimt referidas a esa complicidad
mujer-serpiente, tan omnipresente en el imaginario cultural occidental y
que secundarán otros muchos artistas finiseculares como A. Fould, L. Corinth,
L. Lévy-Dhurmer, Max Klinger, Félicien Rops etc. Goya es también autor de un
dibujo a pluma y aguada, titulado El
espejo indiscreto: la mujer serpiente mortífera, (c. 1789, Museo del Prado,
Madrid). Cfr. E. Bornay, op. cit., pp. 293-306. En literatura, L. Sacher-Masoch
usó a menudo de esta imagen en La Venus
de las pieles para describir una de las características de su protagonista
femenina: “Ya estaba en sus brazos, ya, como una serpiente me acariciaba con su
lengua” (Alianza Editorial, Madrid,
1973, p. 160).
[8] Ibíd., pp. 29-30 y 299. Esta simbiosis Eva-Lilith ,
según Golrokh Eetessam (Lilith en el arte
decimonónico, op. cit. p. 232) se
dará también más tarde en obras como “Eve Pandora” de Gustave Adolphe Mossa
(1907), donde la figura femenina aparece sosteniendo a un tiempo la manzana del
pecado y la mítica caja abierta,
mientras la serpiente se enrosca a su hombro derecho.
[9] Influenciado por el cinquecento
veneciano, especialmente por el Veronés e iniciado con el óleo Bocca baciata de 1859.
[10] W. Baring, Sarah
Bernhardt, Greeenwood Press, citado en Erika Bornay, Las hijas de Lilith, op. cit., pp. 131-132.
[11] Las hijas de
Lilith, op. cit., p. 299. Del simbolismo destructor y malvado atribuido a
la cabellera de la mujer existe
amplia literatura psicoanalista; se encuentra asociada muchas veces a las serpientes como, por ejemplo, en la
representación de la cabeza de la Medusa -en donde las serpientes, según Freud
serán sucedáneos del pene masculino y como, según su interpretación, la
multiplicación de símbolos fálicos significa castración, el terror a la Medusa y a su cabellera de serpientes será, por
consiguiente, el terror a la castración.
Simboliza en general la sensualidad femenina, su fuerza primigenia (S. Freud, Obras completas, vol. XXI, op. cit., p.
53). En el Malleus Maleficarum se
dice que “un fastuoso cabello tiene algo que ver con la proximidad del diablo”
(II, q. 2, c. 1). Los pintores prerrafaelistas demonizarán sobre todo el
cabello de color rojo: sus mujeres son pelirrojas.
Para el simbolismo de la cabellera femenina en el arte y la iconografía
occidentales véase: Erika Bornay, La
cabellera femenina, Cátedra, Madrid, 2010.
[12] De Manzanas y
serpientes, Devenir/El Otro, Madrid, 2008, pp. 15-20. Ensayo que fue VIII
Premio de Ensayo "Miguel de Unamuno" 2007, del Ayuntamiento de
Bilbao.
[13] Sobre el redescubrimiento de Lilith por parte de las
feministas, véanse: Michéle Bitton, Le
mythe juif de Lilith, de la féminité démoniaque au féminisme, Universidad
de Provenza, 1988. Otras evocaciones literarias en esta línea de Lilith son las de Brigitte Couchaux,
Le mythe de Lilith dans la littérature,
París, Sorbona, 1991 y Pascale
Auraix-Jonchières, Lilith, avatars et
metamorphoses d’un mythe entre romanticisme et décadence, Clermont-Ferrand,
Presses Universitaires Blaise Pascal, 2002.
[14] Álvarez de Toledo comenta al
respecto que en textos anteriores al Génesis
Rabba, la preeminencia postural del varón, que debe recostarse sobre la
mujer, se considera un elemento civilizador que se impone al salvaje. El hombre
salvaje es Enkidu, un personaje central de la Epopeya de Gilgamesh. El agente civilizador es en este caso una
prostituta, de nombre Samhat. El cazador que ha encontrado en la selva al
hombre bestia, Enkidu le dice a la prostituta: “Extiende tu manto/que se
acueste sobre ti/haz con ese semihombre/la tarea de mujer”. Y Samhat, para
ejercer su magisterio se deja poser: “Se aflojó Samhat la faja, / abrió su
vulva/ y él le tocó el sexo. / No le hizo ella ascos, / Aguantó su hedor; /
Extendió su manto; / Él se acostó sobre ella / Hizo con el semihombre / La
tarea de mujer; / Su sexo la acarició. / Seis días / Y siete noches / Se
mantuvo Enkidu erguido / y apareado con Samhat.” (Epopeya de Gilgamesh, Rey de Uruk, Ed. Trotta, Univ. de Barcelona,
2005, p. 102; cit. en De manzanas y
serpientes, op. cit. pp. 17-19).
[16] De Manzanas y
serpientes, op. cit., p. 20.
[17] Véase al respecto: Michèle Bitton, La leyenda de Lilit y la protección mágica
de la madre y el recién nacido: Persistencia de prácticas milenarias, en
Geneviève Dermenjian, Jacques Guilhaumou y Martine Lapied (dirs.), El Poder materno en el Mediterráneo. Mitos y
representaciones, op. cit., pp.49-60.
[18] El sexo olvidado.
Introducción a la teología feminista, Ediciones Alfar, Sevilla, 2005, pp. 62- 65.
[19] Ibíd., pp. 78-79.
[20] Ibíd., p. 64. Recordemos en este sentido cómo la
famosa publicación feminista norteamericana Lilith.
The Jewish Women Magazine, Nueva York (nº 20, 1988, p. 1), convirtió en
1976 a la diablesa judía en su denominación e icono afirmando que “el nombre de
nuestra revista, es el de la mujer que precedió a Eva e insistió en su igualdad
respecto a Adán”.
[21] Además de las que destacamos en
el texto, entre otras muchas cabe destacar su referencia a la novela Sisters and Strangers de Emma Tennant
y a la escritora Ángela Carter, quien también
utiliza el modelo femenino de Lilith en su novela contrautópica La pasión de la nueva Eva.
No hay comentarios:
Publicar un comentario