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miércoles, 12 de febrero de 2014

LOS VERSOS DEL POETA DANIEL RODRÍGUEZ MOYA EN LA NOCHE EN BLANCO DE GRANADA

Recogemos para el blog Ancile la entrada última del blog de La noche en blanco de Granada, dedicada al poeta Daniel Rodríguez Moya.
Enlace al blog de La noche en blanco de Granada.



Hoy traemos los versos del poeta granadino Daniel Rodríguez Moya para la sección de poesía del blog de La noche en blanco de Granada.








LOS VERSOS DE DANIEL RODRIGUEZ MOYA
 EN LA NOCHE EN BLANCO DE GRANADA


Foto de José Domingo


Nacido en Granada, en 1976. Es licenciado en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada por la Universidad de Granada (UGR).En 2001 obtuvo el Premio Federico García Lorca de Poesía, convocado por la UGR, por el libro Oficina de sujetos perdidos. Además, ha publicado El nuevo ahora, en la editorial Cuadernos del Vigía. Con Cambio de planes (Visor, 2009), obtuvo en 2007 el VI Premio Vicente Núñez en Córdoba. Su libro de poemas más reciente Las cosas que se dicen en voz baja (Visor, 2013), ha obtenido el Premio Internacional de Poesía Ciudad de Burgos. Este libro ha sido publicado también en Colombia por la editorial Los Torreones y en Nicaragua por Leteo Ediciones.
Defensor de una poesía que apueste por la claridad y sencillez sin descuidar el lenguaje y el rigor literario, es uno de los miembros del movimiento Poesía ante la incertidumbre (Visor, 2011) que reúne a poetas españoles y latinoamericanos.
Desde 2004 codirige el Festival Internacional de Poesía de Granada (fundado por ambos). De su obra crítica y de investigación literaria destaca el volumen La poesía del siglo XX en Nicaragua, publicado por la editorial Visor en 2010.






GUARDADO EN LOS BOLSILLOS



Te dije que el océano
es un minuto azul sobre una eternidad,
un lento respirar,
una brecha en el tiempo del que espera.

Aún llevo en los bolsillos
un fragmento de abrazo y de silencio,
una voz que es tu nombre,
un puñado de arena que escapa entre los dedos.

Te dije que el invierno
es un camino blanco y un andar en luz tibia,
los rumores de un puerto,
el viajero que aguarda los avisos.

Aún llevo en los bolsillos
el sabor de los mangos y el jocote,
la mirada de un niño,
un temblor como un beso, un billete de vuelta. 

(De Cambio de planes, Visor, 2008)




'LA BESTIA'
(The American way of death)


                                   Somewhere over the rainbow
                                   Way up high,
                                   There's a land that I heard of
                                   Once in a lullaby.
                                                      E.Y. Harburg.



Pero el horrible tren ha ido parando
en tantas estaciones diferentes,
que ella no sabe con exactitud ni cómo se llamaban,
ni los sitios,
ni las épocas.
Dámaso Alonso.




Tan filoso es el viento que provoca
la marcha de la herrumbre
sobre largos raíles,
                            travesaños del óxido...
Y qué difícil es
ignorar el cansancio, mantener la vigilia
desde Ciudad Hidalgo
                            hasta Nuevo Laredo,
sobre el ‘Chiapas-Mayab’ que el sol inflama.
Nadie duerme en el tren,
                    sobre el tren.
                 Agarrados al tren
                   todos buscan llegar a una frontera,
a un sueño dibujado como un mapa
         con líneas de colores:
una larga y azul que brilla como un río
que ahoga como un pozo.
Atrás quedan los niños y su interrogación,
las manos destrozadas de las maquiladoras
que en un gesto invisible
dicen adiós,
                   espérenme,
es posible que un día me encarame a un vagón.
Queda atrás Guatemala,
                            Honduras, Nicaragua, El Salvador,
un corazón de tierra que late acelerado.
Las gentes congregadas muy cerca de la vía
con un trago en la mano,
el olor a fritanga y a tortilla
como si fueran fiestas patronales,
esperando el momento para subir primero,
y no quedarse en el andén del polvo,
montar sobre ‘La Bestia’, en el ‘Tren de la Muerte’
o esperar escondidos adelante,
en los cañaverales,
                   con un rumor inquieto.
                            Y esquivar a la migra.
Después habrá silencio durante todo el día,
                            un silencio asfixiante,
como un arco tensado que no escogió diana
y una tristeza
de funeral sin cuerpo
                            y paz de cementerio.
Es mejor no pensar en las mutilaciones,
en la muerte segura que hay detrás de un descuido
o en los rostros tatuados.
Amenazan igual que los jaguares,
aprovechan la noche y sus fantasmas
y ya todo es dolor y más tragedia.
Es tan lenta la noche mexicana...
                            Bajo la luna inquieta
una herida de hierro y de listones
traza un perfil oscuro,
                            un reguero de sangre que seguir.
El olor de la lluvia sobre la tierra seca
se corrompe mezclado con sudor y gasóleo.
Es agua que no limpia, que no calma la sed,
                                     que sucia se derrama
entre las grietas de la vieja máquina,
una oscura metáfora del animal dormido.
Escrito en un cartel: “Nuevo Laredo.
                                              ¡Lugar por explorar!”
                            El coyote ya espera
para cruzar el río,
                   atravesar desiertos,
y burlar el control, la border patrol,
los perros, helicópteros,       
         ¿aquello tan brillante es San Antonio?,
el sol de la injusticia que percute las sienes.
Sopla el viento filoso en la frontera
y otro tren deja atrás el río Suchiate,
los niños, las maquilas,
                            la arena de un reloj que se hace barro.
Transitan los vagones por los campos
donde explotan las más extrañas flores.
Pasan noches y días
como sogas del tiempo en marcha circular.
Cada milla ganada a los raíles
aleja en la llanura otra estación del sur.
Marcha lenta la máquina
                            con racimos de hombres a sus lados.
El humo del gasóleo
difumina un perfil que se pierde a lo lejos.
Ha pasado ‘La Bestia’ camino a la frontera.
Avanza hacia el norte
                            el viejo traqueteo de un tren de mercancías.

(De Las cosas que se dicen en voz baja, Visor, 2013)




 Daniel Rodríguez Moya






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