Para la sección de Narrativa del blog Ancile, traemos otro espléndido relato del escritor Pastor Aguiar, esta vez titulado Zona militar.
ZONA MILITAR
Nuestra velocidad quedó desmentida
por la balacera. Yo iba al timón sintiéndome inalcanzable, pero de pronto
aquellos silbidos como piropos de la muerte.
Íbamos en un jeep descapotado, y el
parabrisas comenzó a gritar huecos, a escupir esquirlas obligando a cerrar los
ojos. Alguien detrás de mí gimió un suspiro, diría imaginado en tanta
algarabía. Hasta que una ráfaga me registró desde el hombro derecho hasta la
cadera opuesta. Lo que debía ser dolor fue deseos de dormir, olvido, vuelco sobre
la cuneta.
Lo que sucedió después espera algún
testigo todavía. Eso me pasa por haber ocupado los asientos traseros con gente
sin nombre. A mi lado Alonsa, mi mujer, víctima de amnesia, borrón a la redonda
de aquellos minutos quizás cruciales.
Morir no estaba en mis planes, así
que de la cuneta pasé a un grupo de paramédicos con uniforme militar que me
aisló de los cadáveres, malamente dejando a Alonsa caminar a diez pasos de la
camilla a la cual me habían entizado tipo momia.
líquido circundante.
Sobre la corriente me depositaron sin soltar los agarres, y más que paramédicos
policías, fueron haciéndome preguntas.
_ No diré una palabra hasta que venga
un instructor y se identifique como Bonifacio, que para algo le resolví tantos
problemas de Medicina Legal.
Entonces me di cuenta de que ya no
pertenecía al presente. Yo me había escapado a los países y vuelto de visita. El jeep era como un
retozo, una forma de recapitular cada paisaje donde había edificado la memoria.
_ Haces mal en callar. Si te mueres
no serás absuelto en este lado del mundo. ¿Qué hacías violando zonas
militares?_ Me conminó el sujeto a mi izquierda delantera.
_ Tu abuela te contará, atrevido_
Tuve un ataque de risa_ A ver, ¿cómo te llamas?
_ Sargento Remigio, nombre de guerra.
_ Ah, lo mismo de siempre, el miedo
al juicio del futuro.
Se me ocurrió aparentar un poco de
locura. El trauma no lo pondría en tela de juicio.
_ Dos y dos son cuatro, cuatro y dos
son ocho…
_ Seis, carajo, abre los ojos para
que leas tu propia suerte_ Era Remigio, el único con boca.
_ Mas ocho en el batey, tía Ángela,
tío Juan y los otros, etcétera_ Concluí felizmente, porque las heridas sanaban
por milagro. Milagros la hija de Clarita allá al borde del callejón esperando
que alguien la adoptara_ Alonsa, dime que somos reales.
_ Sí querido, lastimosamente reales.
Entonces, como si nadie oyera, me
dirigí a mi esposa.
_ Mujer, revísame el pecho y cuéntame
los tiros.
Ella se acercó a punto de naufragio y
abrió mi camisa rayada en azules.
_ Cicatrices, increíblemente
cicatrices_ Me cantó al oído.
_ Se está muriendo y no lo sabe, el
muy mequetrefe. Nada menos que andar a exceso de velocidad por zona prohibida.
Bien ganado, coño_ Remigio una vez más.
Y como todo en esta vida es movedizo,
llegamos a suelo cementado, a oficinas verdes.
_ ¡Por favor, necesita un hospital!_
La pobre Alonsa, casi divina.
_ ¿Acaso no pedía un instructor que
se llamara Alipio? _ Ya sabes quién hablaba.
_ Bonifacio, solo a Bonifacio diré la
verdad.
_ ¿Cuál verdad?
_ Te mueres por saberla, cabroncito;
¿quién te manda a ser subalterno?_ Yo gozaba de lo lindo, sin herida alguna.
Los pasillos huyeron unos tras otros
hasta un cubículo iluminado como si relampagueara.
_ ¡Bonifacio!, háblame del último
caso. De seguro no habrás hallado un forense como yo.
_ Calla, trotamundos, que estás en
candela y yo no tengo nada de bombero.
_ Abre una botella de walfarina,
cabronsón, y a revivir aquellos tiempos de levantar cadáveres enigmáticos.
_ Arriba, déjennos solos; que quede
la mujer, por si acaso se desmaya por la tortura, que lo voy a hacer cantar
hasta el último detalle_ Vociferó Bonifacio.
Cuando quedamos solos, él abrió una
gaveta a nivel de su ombligo y sacó un litro de alcohol de farmacia con raíces
de mangle rojo.
_ ¡Eres un hijo de puta, médico!, si
no fuera por estas circunstancias, ni te veo. ¿Qué hacías violando zonas
vedadas? ¿Serás un agente de los imperialistas?
_ Primero un buen trago, después el otro,
carajo, que bien sabes que iba rumbo a la finca de mis padres. A la mierda las
prohibiciones, al diablo los discursos_ Le grité arrebatándole el primer vaso
repleto.
En poco más de media hora había
música, uniforme de Bonifacio pisoteado, Alonsa entre los dos imponiendo un
tango, y risas que iban en aumento, hasta que me atreví.
_ ¿Por qué no te empingas y sacas lo
que eres en el fondo de la botella misma, alguien sin tapujos?. Ven con
nosotros.
_ ¿Cómo crees que voy a justificar mi
salida en el aeropuerto?
_ Qué aeropuerto ni ocho cuartos,
agarramos un bote, como hice yo el siglo pasado, por la misma ruta al norte de
Corralillo.
_ Shhh, habla bajito. Te voy a llevar
como si fueras a la cárcel. Espérame con todo listo la semana que viene.
Pastor Aguiar
Julio 29-14
Gracias, amigo, por la gentileza de publicar otro cuento mío. Las imágenes que agregas em gustan mucho, le vienen como anillo al dedo. En todas esas narraciones hay una amalgama de vivencias, sueños e imaginación, que según las escribo, me parecen reales, me transportan a las escenas que voy recreando. Un fuerte abrazo.
ResponderEliminarGracias, amigo. Este cuento me divertió, y me reía solo cuando lo escribía. Mi país era un lugar plagado de zonas militares. Un abrazo.
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