Traemos otro título a la sección de Editoriales amigas del blog Ancile, caracterizadas por el primoroso trato de la edición y la escogida selección de sus autores. En este caso, nuevamente, la Editorial Polibea tuvo a bien publicar el título Almacén, dietario de lugares, del autor José Ángel Cilleruelo, y con un preciso prólogo de Juan José Martín Ramos, para la muy interesante colección La espada en el ágata; libro del que escogemos una breve muestra de su contenido para aquellos interesados en la fina sensibilidad literaria y lo más selecto de la percepción de lo cotidiano llevado al tamiz del arte poética. Animamos a su lectura y al disfrute de edición tan primorosamente confeccionada.
JOSÉ ÁNGEL CILLERUELO,
ALMACÉN (DIETARIO DE LUGARES)
ESCRITORIO
Abro el
cuaderno. Contemplo el salitre en el fondo del
recipiente
que contuvo un pensamiento. La luz de un día
despejado
después de la nevada. Las letras dejan una huella
de botas altas que al avanzar por la página
descubren en los bultos blancos objetos, realidades cotidianas e inmediatas. Ahí los
asientos del parque, el seto, un arbusto, la
fuente. Los, pasos
alrededor, entretenidos, los descubren. Los describen. Su
materia, sus colores, el tacto, las fisuras,
ahora ocultos por la blancura, aparecen de súbito ante
la mirada de quien, en la página escrita, les pasa la mano enfundada en un guante por encima para retirar la nieve cuando lee.
BOLSILLO
El algodón
de una nube, la astilla de un rayo de sol, la moneda
de una estrella lejana, una cuenta en papel de estraza del mercado de silencios, el silbido de una locomotora a vapor, un beso
en el portal un día de lluvia, la palabra escrita
con el pintalabios sobre un billete de tranvía. En el bolsillo
la luz de la tarde en la que salimos juntos a pasear por primera vez, el vuelo de las gaviotas que cruzaron tus ojos, los guijarros cantarines del sendero donde nos
detuvimos a mirar el cielo. En el bolsillo guardo lo que soy cuando las manos
trajinan en el mundo, ajenas a mí.
BIBLIOTECA
Las nubes narran la mañana con una voluminosa
caligrafía que no deja márgenes en el papel ni respeta el trazo
de las líneas. Los pájaros convierten el cielo en una partitura
de bemoles fugaces que ellos mismos se encargan de interpretar. Las copas de los árboles tienen una letra
menuda, llena de arabescos
casi ilegibles en la que cuentan su azarosa
vida. Los
rosales escriben versos delicados de
punzantes epigramas que llaman la atención de quien los lee mientras una gotita
de sangre le mana en la yema del dedo. El viento ensaya una obra de teatro que nunca estrena.
José Ángel Cilleruelo
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