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domingo, 31 de enero de 2016

VALLE INCLÁN, AMOR Y POESÍA

 Traemos para la sección, Amor y poesía, del blog Ancile, una antología personal y sucinta del gran Ramón María del Valle Inclán, donde podrán constatar la concepción singular del amor del autor de las Sonatas: memorias del Marqués de Bradomín.





Valle Inclán, Amor y poesía, Ancile





VALLE INCLÁN, AMOR Y POESÍA



Valle Inclán, Amor y poesía, Ancile
Junto al pintor Romero de Torres y la actriz María Banquer














ROSA DE MELANCOLÍA





Era yo otro tiempo un pastor de estrellas,
y la vida, como luminoso canto.
Un símbolo eran las cosas más bellas
para mí: la rosa, la niña, el acanto.

Y era la armoniosa voz del mundo,
una onda azul que rompe en la playa de oro,
cantando el oculto poder de la luna
sobre los destinos del humano coro.

Me daba Epicuro sus ánforas llenas,
un fauno me daba su agreste alegría,
un pastor de Arcadia, miel de sus colmenas.

Pero hacia el ensueño navegando un día,
escuché lejano canto de sirenas
y enfermó mi alma de Melancolía.











¡Rosaleda de oro,
selva del sonoro
ruiseñor del coro!

¡Rosas inocentes,
formas transparentes
conceptos lucientes!

¡Sois en los vitrales
de las catedrales,
soles musicales!

¡Teologal diseño,
rosas del ensueño
de un cielo abrileño!

¡Voluntades bélicas!
¡Coyundas angélicas!
¡Paces evangélicas!

¡Rosas del anhelo,
voces del consuelo,
amores del Cielo!

¡Escalas por donde
al alma responde
el que se me esconde!

¡Mística oración!
¡Dulce posesión!
¡Tetragrámaton!





ROSA DE SAULO




Fue mi grito de amor brama guerrera,
fue de Heracles mi furia redentora.
¡Sobre los hombros pieles de pantera!
¡Sobre la frente rosas de la aurora!

Amé el gladio y el salto cuando era
en el comienzo de la vida.
Ahora el délfico laurel de mi cimera
bajo la tempestad se dobla y llora.

En mi frente era luz el áureo casco
helénico. Al vencido Prometeo
fui a dar la libertad sobre el peñasco,

y alzando sus cadenas por trofeo
vi a Cristo en el camino de Damasco.
¡Ego credebam et laudavi deo!





ROSA DE TURBULOS




E
ra una reina de raza maya,
era en un bosque de calisaya,
y era la aurora. Daba el bulbul,
sobre mi estrella su melodía,
y en los laureles que enciende el día
daba mi alma su grito azul.

Crepusculares moscas de oro
abren su vuelo como un tesoro,
bordoneando con el calor.
Aroma el árbol de la canela,
y en el potrero se desconsuela
una vihuela de payador.

Indios que el tiempo cuentan por lunas
guían su esquife por las lagunas,
y por las selvas profundas van
ciervos y tigres. Sobre las lomas
eran los toros, y las palomas
bajo los vuelos del alcotán.

El lago canta versos solares,
y ondula la onda con malabares
juegos de luces, su indo chaúl.
Arduos jinetes como centauros
riñen combates contra los sauros
en la armoniosa ribera azul.

Y las pirámides con escrituras
de arcanas lenguas, y signaturas
de rudos soles, su sombra dan.
Y va graznando con negro vuelo,
por la turquesa magna del cielo,
el zopilote de Yucatán.

Entre las grietas de la pirámide
deja la sierpe su verde clámide,
y se hipnotiza frente a la luz.
Sobre las piedras con jeroglíficos
hace sus largos sueños científicos:
en la cabeza tiene una cruz.

Vuela la hamaca con ritmo lento,
las rosas frescas se dan al viento,
suelto en la fronda vuela el faisán.
Se enciende el día, la selva aroma,
la hamaca vuela, la niña asoma
un pie de oro bajo el fustán.

Mi reina maya languidecía
sobre la hamaca. Dorando el día,
era dorada bajo el hipil,
se abanicaba con una rosa,
decía su hamaca, con cadenciosa
curva de opio, versos de Abril.

Rojos claveles prende en la rolla,
rojos corales al cuello enrolla,
rojo pecado sus labios son,
y sus caderas el anagrama
de la serpiente. Con roja llama
pintó su boca la tentación.

Era una reina de raza maya,
era en un bosque de calisaya,
y era la aurora. Daba el bulbul
sobre mi estrella su melodía,
y en los laureles que enciende el día
daba mi alma su grito azul.





ROSA DE ORIENTE





Tiene al andar la gracia del felino,
es toda llena de profundos ecos,
enlabia con moriscos embelecos
su boca obscura cuentos de Aladino.

Los ojos negros, cálidos, astutos,
triste de ciencia antigua la sonrisa,
y la falda de flores una brisa
de índicos y sagrados institutos.


Cortó su mano en un jardín de Oriente
la manzana del árbol prohibido,
y enroscada a sus senos, la Serpiente


decora la lujuria de un sentido
sagrado. En la tiniebla transparente
de sus ojos, la luz es un silbido.




ROSA DEL RELOJ






Es la hora de los enigmas,
cuando la tarde del verano,
de las nubes mandó un milano
sobre las palomas benignas.
¡Es la hora de los enigmas!

Es la hora de la paloma:
sigue los vuelos la mirada
de una niña. Tarde rosada,
musical y divina coma.
¡Es la hora de la paloma!

Es la hora de la culebra:
el diablo se arranca una cana,
cae del árbol la manzana
y el cristal de un sueño se quiebra.
¡Es la hora de la culebra!

Es la hora de la gallina:
el cementerio tiene luces,
se santiguan ante las cruces
las beatas, el viento agorina.
¡Es la hora de la gallina!

Es la hora de la doncella:
lágrimas, cartas y cantares,
el aire pleno de azahares,
la tarde azul, solo una estrella.
¡Es la hora de la doncella!

Es la hora de la lechuza:
descifra escrituras el viejo,
se quiebra de pronto el espejo,
sale la vieja con la alcuza.
¡Es la hora de la lechuza!

Es la hora de la raposa:
ronda la calle una vihuela,
porta la vieja a la mozuela
un anillo con una rosa.
¡Es la hora de la raposa!

Es la hora del alma en pena:
una bruja en la encrucijada,
con la oración excomulgada
le pide al muerto su cadena.
¡Es la hora del alma en pena!

Es la hora del lubricán:
acecha el mochuelo en el pino,
el bandolero en el camino,
y en el prostíbulo Satán.
¡Es la hora del lubrican!






ROSA DE PECADO





¡El gato que runfla! ¡La puerta que cruje!
¡La gotera glo-glo-glo!
¡Solos en la casa! A la puerta ruge
la bestia abortada cuando nací yo.

¡La Noche de Octubre! Dicen que de Luna,
con un viento recio y saltos de mar:
bajo sus estrellas se alzó mi fortuna,
mar y vientos recios me vieron llegar.

¡La Noche de Octubre! ¡Mi muerte anunciada!
¡Noche mía, abierta entre Tierra y Sal!
Revistióse el mago la veste estelada,
desnudo un gigante, sopló el caracol.

La bestia a la puerta brama estremecida,
en sus ojos queda la noche otoñal
y lejana, aquella noche de mi vida,
con sus dos caminos. ¡Y seguí el del mal!

¡Me llamó tu carne, rosa del pecado!
Solos en la casa, desvelado yo,
la Noche de Octubre, el mar levantado...
¡La gotera glo-glo-glo!







ROSA DE BELIAL




Soy aquel amante
que nunca se muestra,
muda en cada instante
mi sombra siniestra.

Con el viento llego,
y paso con él.
Soy rojo lostrego
del ángel Luzbel.

Mi sombra nocturna
hace en ti guarida,
mi larva soturna
te goza dormida.

A tu lindo ceño
llevo la obsesión,
en tu blanco sueño
soy la Tentación.

Soy aquel amante
que la voz no nombra,
mi sombra va errante
en pos de tu sombra.

¡Turbulenta avispa
que vuela en tu flor,
soy la roja chispa
del yunque de Thor!

De tu clara frente
me oculto en el muro,
como la serpiente
del enigma obscuro.

Soy en tu conciencia
la interrogación
a la triste ciencia
del Rey Salomón.

Sobre tu blancura,
paloma benigna,
de mi mordedura
dejaré el estigma.

El pecado enrama
mi testa. El laurel
del mundo es mi llama,
soy luz de Luzbel.

Mi frente sañuda
sostiene el abismo,
el tiempo me muda,
y soy siempre el mismo.

Cabalgo en ci viento,
con el viento voy,
y a tu pensamiento
mi forma le doy.

Profano lascivo
tu virgen entraña,
soy el negro chivo
y tu mi montaña.

Apaga mi aliento
tu roca de luz,
está tu cimiento
sobre mi testuz.

Soy el negro dueño
de la abracadabra,
y trisca en tu sueño
mi pata de cabra.

Como el enemigo,
en tu sueño estoy,
te gozas conmigo....
¡Soy el que no Soy!





ROSA DE BRONCE






La casa profané con mi lascivia,
la sangre derramé. Fui el hijo pródigo.
Encendida pantera de la Libia
se alzó mi corazón. Mi orgullo, código.

El mundo atravesé como un Atlante
cargado con las odres del pecado,
y con la vida puesta en cada instante
hice rodar la vida como un dado.

Altivo en el dolor, siempre secreta
tuve mi pena. La encendida furia
de Eros me pasó con su saeta,
y mi melancolía fue lujuria.

Llevé sobre los ojos una venda,
dando sangre una herida en el costado,
y en los hombros la capa de leyenda
con que va a sus concilios el Malvado.

Y quise despertar las negras ayes
que duermen en el fondo del abismo,
y sobre el mar, en zozobrantes naves,
ser bello como un rojo cataclismo.

De sangriento laurel alcé una rama,
con el iris del tigre en la pupila,
y dio, doncel, mi corazón su llama
con el estrago bárbaro de Atila.

Fui luzbeliano. En la contraria suerte
dictó el orgullo su sonrisa al labio,
miré la vida hermana de la muerte
y tuve al sonreír arte de sabio.






ROSA DE MI ABRIL





Fui por el mar de las sirenas
como antaño Rudel de Blaya,
y ellas me echaron las cadenas
sonoras de la ciencia gaya.

¡Divina tristeza, fragante
de amor y dolor! ¡Dulce espina!
¡Soneto que hace el estudiante
a los ojos de una vecina!

La vecina que en su ventana
suspiraba de amor. Aquella
dulce niña, que la manzana
ofrecía como una estrella.

¡Ojos cándidos y halagüeños,
boca perfumada dc risas,
alma blanca llena de sueños
como un jardín lleno de brisas!

Era el Abril, cuando la llama
de su laurel adolescente,
daba el sol como un oriflama,
en el navío de mi frente.

¡Clara mañana de estudiante
con tristezas de amor ungida,
y aquella furia de gigante
por llenar de triunfos la vida!

En mi pecho daba su canto
el ave azul de la quimera,
y me coronaba de acanto
una lírica Primavera.

Ciego de azul, ebrio de aurora,
era el vértigo del abismo
en el grano de cada hora,
y era el horror del silogismo.

¡Clara mañana de mi historia
de amor, tu rosa deshojada,
en los limbos de mi memoria
perfuma una ermita dorada!





ROSA DE ZOROASTRO





En el espejo mágico aparee
toda mi vida, y como cirio místico
aquel amor lejano aun estremece
con su luz el pleroma cabalístico.

Reza, alma triste, en sus devotas huellas,
los ecos de los muertos son sagrados,
como dicen que alumbran las estrellas,
alumbran los amores apagados.

Esta cera que enciende su lucero,
más luminoso cuanto más distante,
en el mágico circulo agorero
signa la eternidad de cada instante.

Suspende el grano en el reloj de arena,
y los enigmas de mi noche oscura alumbra
con su cirio de alma en pena,
del sellado cristal, en la clausura.

En el espejo vi la sombra mía negra,
sobre los pasos de la muerte,
y el ánima llorosa que vencía
con su oración el Sino de mi Suerte.

Aquel amor lejano, ahora vestido
de niebla sideral, su ardiente Idea
abre como un arcángel, y el sentido
inmortal de la vida en mi alma atea.

Tiembla en un zodiaco, sollozante
con sollozo de luz. Y su reflejo
circunda con un halo al nigromante
Espejo.






Ramón María del Valle Inclán


Valle Inclán, Amor y poesía, Ancile



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