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martes, 5 de abril de 2016

DE LA POESÍA Y LOS LÍMITES DEL SIGNIFICADO Y DEL SENTIDO

Para la sección, De juicios paradojas y apotegmas, del blog Ancile, De la poesía y los límites del significado y del sentido.



De la poesía y los límites del significado y del sentido, Francisco Acuyo


DE LA POESÍA Y LOS LÍMITES 

DEL SIGNIFICADO Y DEL SENTIDO 





Uno de los límites aducibles y deducibles de la poesía (género incluido de forma mayoritaria por los estudios literarios –que no certeramente- como de ficción) nos remonta a una problemática que sucede en la ciencias naturales, es el caso de las relaciones entre la física y las matemáticas, en tanto que la descripción –representación- de la realidad por parte de las matemáticas (como sucede con la poesía) puede conllevar serias dudas en su relación directa –física- con la realidad[1]. Este no es sólo un límite perceptivo, también es racional y va afectar inevitablemente a nuestra comprensión sobre nuestro concepto de la realidad.

Acaso sea la poesía (en su ejercicio creativo, de lectura y de comprensión) la que nos pone desde hace más tiempo en la tesitura de que no todo puede resolverse –y entenderse- de forma racional, y que aquellos aspectos irracionales que aparecen en su constructo no tienen por qué carecer de sentido,[2] de hecho, este factor irracional poético funciona como un supuesto liberador de la conciencia, no sólo para comprender la realidad profunda del mundo, sobre todo para entendernos a nosotros mismos hasta sus últimas consecuencias. La estructura de la realidad ofrece límites indiscutibles a nuestro entendimiento, la poesía vierte mecanismos (analógicos, metafóricos, sinestésicos…) para adentrarnos en la realidad última, física y metafísica, humana y de conciencia. No en vano el tiempo tiene tanta importancia en la poesía  esta dimensión es en realidad el límite, no es casualidad que incluso en matemáticas sea la única dimensión que se ofrece en forma de número entero, ya que con esta característica es como las leyes de la física conservan su consistencia interna.

El impulso de trasgredir los límites convencionales de la razón por el entendimiento poético tienen mucho que ver con cierta inclinación mágica o religiosa de comprensión del mundo, entendida esta no como sujeta a una confesión determinada, sino como una manera uniabarcadora de discernimiento del mundo. No en vano será desde este vasto domino desde donde las relaciones metafóricas, analógicas son más ricas y frecuentes, y la creatividad diríase más vívida y eficiente desde esta óptica integradora de la conciencia y el mundo.

Los límites del significado y del sentido son los límites del tiempo, de la razón y de la misma ciencia. Ya lo anunciaba en otras muchas ocasiones, los límites de la ciencia son también los del lenguaje. Cuestión que ha de ponerse en evidencia porque los límites impuestos a la propia libertad de la palabra sobrevienen de lo que el ser, más allá de un realismo contractual, sea, si es que, como todo parece indicar, hay algo en vez de nada. El universo descrito balbucientemente por los científicos (y aún por los filósofos) necesita apropiarse de otra terminología liberadora mediante la que adecuar la complejidad del mundo y distinguir el ente del ser mismo[3]: la metáfora y las descripciones analógicas son cada vez más frecuentes y necesarias para explicar la naturaleza y dinámica de la realidad. Por eso estos límites son, en virtud del discurso poético, la senda, el camino (recuérdese su acepción y etimología vista anteriormente) de reconocimiento de los caminos por explorar gracias a la razón –o sinrazón- poética. El camino machadiano toma aquí total sentido: se hace camino al andar, y eso es la realidad ontológica de la poesía, su entidad incuestionable se basa en este presupuesto limitador de nuestros sentidos y de nuestra razón y que debe liberarse mediante la lógica y el razonamiento poético que se basa y se nutre -desde una óptica semántica- del primitivo[4] más elemental, la poesía, y es que el ser es todo de lo que se puede decir de algo y que nos trae la interrogante leibziana del por qué hay algo en vez de nada. El signo poético en verdad tendrá mucho que decir al respecto, aunque no sea este el lugar  en el que nos explayaremos al respecto, aunque advertiremos con Eco que el lenguaje (y el poético particularmente) debe plantearse y estudiarse desde una óptica filogenética, pero también resulta imposible ignorarlo desde una visión ontológica.[5] Por eso la poesía se mueve en el primer límite u horizonte cognoscible mediante el que pretendemos entender el Algo que el ser es. El lenguaje verdaderamente poético es el que en su ejercicio expresivo nos hace caer en la cuenta de que el ser es aún antes de que hablemos de él, y este reconocimiento es que le hace emparentar con una suerte de entendimiento religioso que le hace trascender el conocimiento científico y filosófico, ya que su capacidad de aprehensión sobreviene no por una vía de reflexión o razonamiento, sino por una cuestión de asentimiento vital, no por un cuestionamiento lógico racional, en tanto que su naturaleza vive del ser y no establece dictamen al respecto, como el ave no constituye juicios sobre su ser aéreo que en vuelo la sostiene.




Francisco Acuyo




[1] Recuérdese como proverbial ejemplo la función de onda de la materia en la famosa ecuación de Schrödinguer, cuya versión modernizada reproducimos:
[2] De hecho, el supuestamente universo perfectamente racional de las matemáticas ofrecen paradojas que darán lugar a otras nuevas paradojas (Teorema de la incompletitud de Gödel).
[3] El Seiende y el Sein heidegeriano, la distinción entre el ente y el ser mismo.
[4] Primitivo en el sentido que su fenómeno puede considerarse protosemiótico en tanto que como acto lingüístico creativo da la salida (Peirce) para convertirse en signo.
[5] Eco, U.: Kant y el ornitorrinco, De bolsillo, Barcelona, 2013, p.27.




De la poesía y los límites del significado y del sentido, Francisco Acuyo

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