DE LA REALIDAD:
EL
ÁTOMO, LA VIDA Y LA CONCIENCIA
¿El tiempo será un concepto[1]
que está inevitablemente unido a la realidad, (o es un constructo) físico del
universo material? Todo parece indicar que en base a esta premisa temporal, se
parte por indicación de algunos científicos, de la misma materia para negar un
principio u origen al cosmos. Aunque no se sientan capaces estos mismos
científicos de aventurar una afirmación –o negación- sobre si hubo o no un instante antes de
cualquiera otro instante, [2]
es inevitable que algunos tengamos que conjeturar qué hubo antes de ese primer
momento, o, al menos, imaginar si hubo algo en vez de nada, o lo que viene a
ser lo mismo, ¿es posible que todo (el universo) haya surgido de nada?
Se
evoca a la imposibilidad de violar las leyes de la física y a la conservación
de la energía para negar un origen o una entidad –material- de cualquiera
especie antes del tiempo, ya que todas las cantidades energéticas que se
conservan[3]
en el universo son iguales (a cero), por lo que cualquier otra opción distinta
a aquella conservada sería imposible en un momento anterior al tiempo, donde el
universo no existiría material y energéticamente como lo conocemos. Entonces,
todo aquello conocido materialmente puede ser atendido por el científico sin
que encierre ningún propósito, sentido o necesidad alguna, y esto aunque no se
pueda responder con una explicación convincente la existencia misma de la
realidad material (supuestamente conocida y reconocible) en el universo
conocido o reconocible. Huérfanos de razones, propósitos y sentido nos
encontramos en la tesitura nada agradable de no saber gran cosa sobre los
fundamentos de esta realidad nuestra, tan torpemente asequible para nuestros
sentidos, mas sin recurso también de otros principios, o al menos rudimentos
lógicos,, razonables o intuitivos -¿no materiales?- que trasciendan los
presupuestos parciales que nos ofrecen los sentidos y su reconocida incompletitud para dar respuestas. De
hecho, el Cogito ergo, sum cartesiano
es inaceptable, dado que el pensamiento y por tanto la mente no es más que un
epifenómeno de la materia, y que esta posee tanto propiedades físicas como
¿psíquicas?, lo que no deja margen de maniobra
intelectual más allá de la
explicación nuclear (o atómica del mundo), aun cuando esta plantea tantas y tan
serias interrogantes como las que hemos descrito en esta y otras ocasiones al
respecto.
Sucede
algo parecido con la vida, fruto de y herencia de la materia. Solo la evolución
darwiniana puede dar alguna luz al mismo sentido de la vida, si esta es
producto incuestionable, como decimos, de la materia. No es del todo explicable,
sin embargo, su relación con la conciencia. Sí, la vida, siempre la vida es
enigmática en muchos aspectos, ya que, al fin y al cabo, al menos hasta el
momento, que sepamos, una piedra no tiene capacidad de cogitar, por lo que inferimos que es de los seres vivos de donde
proviene la conciencia. No obstante, nuevamente la vida (de la cual tampoco
sabemos gran cosa en cuanto a su origen y su propia compleja y misteriosa
naturaleza) es drásticamente reducida a un fenómeno estrictamente material.
Será a la luz de la entropía y la necesidad (también denominada emergencia) de donde
se puedan encontrar explicaciones sobre la existencia de estos sistemas
complejos organizados que, además, se encuentran en determinados sitios propicios
como la tierra, aunque tampoco se sepa el por qué lo hacen, y por qué mantienen
en estos lugares dichas organizaciones complejas, aparentemente en contra de la
propia ley que las hace posibles (segunda ley de la termodinámica), si es que
el desequilibrio en los lugares donde aparece -la vida- es precisamente lo que
la garantiza.
Si
el inicio primigenio (cuántico) del universo no necesita un principio u origen
que lo explique, decíamos, según las corrientes cientifistas, ¿sucede lo mismo con el origen de la vida? Sin
embargo, se reconoce la imposibilidad de entender a día de hoy cómo fue posible
la vida, así que el origen y el propósito quedan en terra incógnita para encontrar explicaciones más allá de lo que
teoría de la evolución pueda aportarnos. También el misterio del transporte de
la información en el ámbito de lo infinitamente pequeño es perfectamente
trasladable al ámbito de la biogénesis, al margen de todo lo reconocido en el
dominio y conocimiento de la genética y del ADN como fuente de entendimiento de
muchas e importantes funciones biológicas de los organismos. Es así que la
probabilidad de la aparición de las condiciones precisas para la vida en el universo conocido nos parece
remota y extraña, aun cuando aceptemos que sea posible el principio antrópico[4]
para explicarlo, principio que, por otra parte, nos lleva al campo no menos
excepcionalmente complejo y difícil como es el del ya traído a esta y otras
entradas anteriores sobre el entendimiento del fenómeno de la conciencia.
No
es extraño que, a la hora de significar, definir o situar a la conciencia,
veamos que los conceptos puramente físicos ocupen primordialmente los lugares
de preferencia para su descripción,
explicación y entendimiento. No obstante, ese carácter tan genuinamente
subjetivo que tiene el experimento de la conciencia, para muchos es inescrutable, y por lo tanto su realidad completamente indescriptible (famoso
es el denominado problema de los qualia)[5];
para otros no es más que una extensión de los átomos que conforman la única
estructura (material) real a la que aludimos (de manera parece que bastante
torpe) con expresiones que nos quieren hacer pensar en su independencia. No hay
dualismo mente cuerpo, solo existe la materia, que es la que realiza cualquier
proceso de conciencia, aunque no quede verdaderamente acreditado. En
verdad que resulta gracioso por parte de
algunos naturalistas (mal llamados poéticos) observar cómo emplean la metáfora
–que sustituye la presencia material de algo por el concepto más apropiado para
su mejor expresión y más acertada coincidencia- para hablar de lo hermosamente
construida que está la naturaleza y su excrecencia mental –e inexplicable- que
es la conciencia, y es que en modo alguno lo mental consciente, independiente
de la materia, puede ser parte de la configuración estructural de lo que
entendemos por realidad (que en modo alguno puede ser distinta a la materia
estructuralmente constituida por el despliegue atómico de partículas).
No
hay lugar para nada que no sea materia, aunque como hemos visto en anteriores
entradas, muchas veces no sabemos realmente qué es la misma materia (al margen
de los átomos y fuerzas que supuestamente componen su realidad última y que
creemos entender), y esto aun cuando tan solo imaginamos la naturaleza espuria de la
conciencia, y aunque sea a través de ella que, aquello que experimentamos del
universo, nos hace pensar que es inteligible. No son pocas las consideraciones
al respecto que se nos ocurren, pero de ellas daremos cuenta en próximas
entradas.
Francisco Acuyo
[1] El
tiempo en física es un concepto en verdad muy controvertido. Después de ser
considerado una dimensión más (junto a las tres espaciales), recuérdese la
teoría de la relatividad de Einstein, se han barajado ideas realmente
encontradas sobre su realidad física y su incidencia en la estructura y
dinamismo del universo.
[2] Carrol,
S. El gran cuadro, Edit. Pasado y
presente, Barcelona, 2017, p. 228.
[3] Nos
referimos al principio de conservación de la energía.
[4] Este
principio establece la coherencia del cosmos en función de la existencia del
ser humano
[5] Enmarca
el mundo subjetivo de cada experiencia individual del mundo y que puede
referirse a la percepción de los colores, el dolor, ¿la belleza?....
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