NULLIUS IN VERBA
Que hay maneras muy diversas de
aprehender el mundo es algo por casi todos reconocido, pero en modo alguno la
ciencia ha aceptado como verdadera interpretación de la realidad aquella que no
esté sujeta a sus principios y metodología. Los límites de la ciencia
convencional (ortodoxa), ¿no comienzan a ser acaso más una rémora que un
incentivo para abrir una vía de entendimiento más amplia de la misma
naturaleza?
Si
algo aprendí del ejercicio –creativo- poético es que, con todo el respeto hacia
los grandes maestros, el principio Nullius
in verba[1] debería
regir en mis propósitos y mi vocación creativa. Construir sobre el sólido
fundamento que los excelsos avisados han concebido no significa renunciar a la
indagación propia y a libertad de concebir nuevos senderos de creación y
transformación originales.
Sin
pretender convertirse esta nueva reflexión –humildísima- en un alegato contra el reduccionismo
material atomista, no puede evitar, sin embargo, verse imbuida por el espíritu
que embarga cualquier intento creativo, entre el que se encuentra el de la
misma poesía, acaso como exponente proverbial y singular de la misma creación.
En verdad nos cuesta mucho restringir la estructura y dinamismo del universo,
la complejidad de la vida y el raro fenómeno de la conciencia a un mero reducto
de partículas elementales sujetas a unos principios o fuerzas reguladores; me
congratula saber que dentro del ámbito de la ciencia también hay grandes sabios
que tienen una opinión cercana a la que, toda modestia, exponemos en este breve
compendio de juicios y reflexiones.[2]
Creemos
que hay otras muchas disciplinas (y artes) junto a la ciencia que tienen mucho
que decir para un mejor entendimiento del mundo y de nosotros mismos. Han sido
muchas las entradas dedicadas a las matemáticas en este medio, como también a
la poesía (o ambas singularmente interrelacionadas)[3]
para la comprensión de este hecho incuestionable y, sin embargo, que no parece
principio de complementariedad,[4]
en el mismo meollo de lo más íntimo de la materia perfectamente reconocible y
ampliamente aceptado. No en vano sería el mismo Bohr[5]
quien ampliaría la idea de complementariedad al mundo de la misma biología:
cualquier intento de análisis forense de la composición molecular de un ser
vivo llevaría irremisiblemente a la muerte de dicho organismo, que es lo que
propone la visión clásica positiva y reduccionista de la ciencia netamente
materialista. La visión totalizadora es fundamental para el entendimiento de
unos de los aspectos más fascinantes del enigmático fenómeno de la vida: la
capacidad creativa.
En
poesía, siempre hemos defendido una visión holístico integradora de la misma en
sus estudios, llevar al ámbito de la reducción atomista sus potenciales
elementos constitutivos (palabras, oraciones, ritmos métricos…) es desvirtuarla
en una óptica claramente mecanicista que nada tiene que ver con su dinámica
compleja, viva, creadora que la constituye; una vez poema, en un organismo vivo
sujeto a tantas y tan vivas interpretaciones como sujetos que quieran acercarse
a su vívida y dinámica presencia. La reducción ha de entenderse y extenderse a
su justo medio, no excluyendo esta visión integradora que no solo puede aportar
la ciencia avanzada, también otras maneras de interpretar el mundo como la
filosofía, el arte, la literatura, la poesía.
La
poesía, emparentada con cualquiera manifestación vital, es un modelo o sistema
orgánico de funcionamiento que se mantiene en continua transformación, y cuyo
dinamismo emergente se observa en la volubilidad e incluso en la ambigüedad de
los patrones que la constituyen y deconstruyen (gramaticales, métricos,
estilísticos…). Volviendo a la concepción de realidad de anteriores
reflexiones, nos parece que aquella, si pretende ofrecer la verdad de cualquiera
cosa que sea, necesita la complementariedad de lo que el concepto de dicha
realidad implique y lo que la misma realidad supuestamente objetiva sea. La
conciencia juega un papel crucial nuevamente. Incluso en la observación íntima
de la materia y el establecimiento de su realidad, exige esta
complementariedad, y es más, necesita para la constatación de su verdad genuina
la aparición del factor imprescindible de la belleza. De esta cuestión
hablaremos en próximas entregas.
Francisco Acuyo
[1] Sentencia
de Horacio (Epístola) que literalmente viene a decir: En la palabra de nadie, y
que aquí se entiende por: Nadie nos
enseñará a cómo debemos pensar, o, Mira
por ti mismo, lema de la Royal
Society de Londres.
[2] Un caso
realmente sobresaliente es el de Freeman Dyson, véase por ejemplo; Sueños de tierra y cielo, Debate,
Barcelona, 2015, p. 23.
[3]Blog
Ancile, De
lo innato y la experiencia en el signo (poético y matemático), http://franciscoacuyo.blogspot.com.es/2017/01/de-lo-innato-y-la-experiencia-en-el.html
; Del número y la realidad a la poesía, http://franciscoacuyo.blogspot.com.es/2016/12/del-numero-y-la-realidad-la-poesia-muy.html
; por ejemplo.
[4]
Dícese del principio que advierte de que dos descripciones de la naturaleza son
complementarias cuando amabas son verdaderas, aun cuando no puedan reconocerse
en el mismo experimento, véase el caso proverbial de la dualidad onda
partícula.
[5]
Los nuevos descubrimientos en el terreno de la genética, con el hallazgo del
ARN y del ADN, no son en modo alguno definitivos en este aspecto y no parece
que sean los que escondan el auténtico secreto de la vida: la replicación
estudiada para la observación y entendimiento de ADN es clara, pero el
comportamiento metabólico de un ser vivo en modo alguno los es, el caos es la
característica singular del mismo.
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