EL
SUEÑO DE LA MATERIA,
Y LA MATERIA DE LOS SUEÑOS,
AL
ALBUR DEL ENTENDIMIENTO DE LA BELLEZA
Bien, verdad y
belleza, y esta última, emblemático símbolo de la perfección divina, se dice
que son manifestaciones de la realidad más subida, completa y excelente. Nadie
podría discutir que aquellas manifestaciones susceptibles de belleza artística,
literaria o natural no sean una realidad evidente de nuestro mundo
(paradójicamente unidas al dolor y al sufrimiento).
Hablamos
reiteradamente de la conciencia y el proceso de creación y percepción de lo
bello[1],
como imprescindible requisito para su entendimiento (también apuntábamos que
acaso para la compresión de la realidad de la misma naturaleza[2]);
será ahora interesante reconocer que la verdad (cuando es belleza), si pierde
su carácter utilitario extrema su condición intuitiva, visionaria incluso, y eleva
aún más su carácter sublime de belleza.
La
fruición de lo bello, también lo adelantábamos anteriormente, es un deleite que
no solo es puramente sensitivo, si es que, como decía Santayana, el alma se alegra
de olvidar su conexión con el cuerpo[3],
por eso, más allá de su desinterés, universalidad, es interesante centrar la
atención sobre su capacidad de ofrecerse como realidad independiente, como
objeto, y todo esto a pesar de ser un valor que necesita de la sensibilidad y,
sobre todo, de la conciencia para ser en sí mismo. Contradicción aparente que
nosotros emparentábamos con la de la realidad misma de la materia, según los
tratados de la ciencia física de lo infinitamente pequeño,[4]
donde la observación es de capital importancia para la percepción y
entendimiento y realidad de la materia, todo lo cual pone en serio
cuestionamiento la razón convencional
(sentido común) mediante la que organizamos el caos de nuestras sensaciones,
haciéndose precisas las distinciones de sustancia y cualidad de aquello que
tratamos de recabar sobre su realidad o apariencia. El fenómeno de la
sinestesia nos puede servir como muestra de esta contradictoria manera que
tenemos de discernir unos estímulos de otros en virtud de los objetos
percibidos y las sensaciones acústicas, ópticas, olorosas… que acaban por
entremezclarse y que, si producen el efecto de la belleza, hemos de reconocer
su valor emocional o ideal de la misma.
La materia de
lo bello se detecta en el color, en el sonido, en el aroma…, decíamos, mas
también en la desconocida sustancia del amor, en la formas susceptibles de valor
estético y que pueden apreciarse bajo formas geométricas, como también en la
simetría, en la variedad de una unidad repetida o en una determinada
uniformidad… Pero ¿y lo material de todas las cosas, puede ser también bello?
¿Y de ser así, participan estas de los valores de conciencia necesarios para su
reconocimiento como realidad y, sobre todo como realidad susceptible de considerarse
bella?
La naturaleza
de la conciencia, aun siendo fundamental para el reconocimiento de la realidad
de lo estrictamente material y de lo no menos extraordinario como es lo bello, parece resistirse a una explicación
completa de la misma, incluso llegando algunos a negar la posibilidad de ser
computable[5].
El caso es que los estudios de estética han influido sobre quien con toda
modestia hace estas exposiciones como una vía de conocimiento y explanación de
la realidad de lo mundano en estrecha vinculación con el valor de la belleza,
con la conciencia, aunque todo lo cual conlleve en muchos momentos a esa
disonancia cognitiva de nuestro hacer y crear libres, enfrentados a una
realidad física –supuestamente determinista- altamente cuestionable, sobre todo
si aceptamos los presupuestos estéticos y los de apreciación consciente de la
realidad como algo conformado por nuestras mismas conciencias.
La naturaleza
de lo que entendemos como realidad es algo que en modo alguno está todavía
resuelto: la realidad física sin la realidad de la conciencia parece resultar,
más que un imposible metafísico, un inverosímil material y físico. Indagaremos
sobre estas cuestiones en próximas entradas de este blog.
Francisco Acuyo
[1] En
Ancile: De las propiedades de lo bello y
la realidad de lo observado: http://franciscoacuyo.blogspot.com.es/2017/06/de-las-propiedades-de-lo-bello-y-la.html
[2] En
Ancile: Cuando la realidad es belleza, y
la belleza realidad: http://franciscoacuyo.blogspot.com.es/2017/06/cuando-la-realidad-es-belleza-y-la.html
[3] Santayana,
G.: El sentido de la Belleza, Madrid,
1999, p. 50.
[4] Nos
referimos a la teoría cuántica, claro está.
[5] Roger
Penrouse llega a negar la posibilidad de una inteligencia artificial fuerte.
Véase La nueva mente de emperador,
Mondadori, Barcelona, 1999.
Gracias, amigo, por este interesantísimo trabajo. Creo que la Naturaleza es la artista universal. Es difícil discutir la bella perfección de una flor, y mucho más difícil de emular para los artistas. Un abrazo.
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