REALIDAD, REALIZACIÓN
Y CREATIVIDAD
Prosiguiendo con las reflexiones
sobre el concepto y valor de la belleza expuestas en anteriores ocasiones, y
emparentadas con la visión y la comprensión de lo que la realidad sea, pueden
alcanzar su punto culminante cuando cuestionamos la realidad física del mundo
sin la implicación de la consciencia. Recordemos el inquietante dibujo de John
Wheeler[1],
mientras decía: Mirar atrás ”ahora”, ¿da realidad a lo que ocurrió “entonces”?
La visión autorreferencial de lo que existe (y ha existido) y que en cierto
modo existirá[2], es sin
duda muy desconcertante. Cuando Antonio Machado exponía en sus proverbios: El ojo que ves no es // ojo porque tú lo
veas; // es ojo porque te ve.// proclama una extensión no menos inquietante
de la realidad que puede enfrentarla con la lógica de andar por casa de muchos.
Cabría
preguntarse a estas alturas de nuestras diversas exposiciones, si la belleza sería sin la conciencia, y me refiero
no ya al producto bello del arte, la literatura… sino también aquello que en la
naturaleza es hermoso singularmente (ineludiblemente gracias a la misma
conciencia). Interrogante que, como vimos, se hace extensible al concepto mismo
de realidad. Se ha dicho que el efecto estético de los objetos es siempre
debido al valor emocional de la conciencia en la que tales objetos existen[3],
o lo que viene a ser lo mismo ese valor al objeto de lo bello es atribuido
mediante una proyección que es el fundamento de la objetividad de la belleza y
que, sin embargo, puede suponer una vía de liberación del yo (que prejuzga)
para la contemplación sublime y total del mundo. Es inevitable encontrar
parecido y analogía con la visión cuántica del mundo.
La
materia, la forma la expresión de la belleza tienen un sentido que acaso
emparenta con el mismo mediante el que se construye la realidad del mundo –como
una entidad física y material- y que, no
obstante, reside en la conciencia. Si analizamos su constructo constatamos que
estamos ante la fisiología de un espejismo[4],
por lo que acaso aquella, la belleza, digo, sea algo indescriptible en última
instancia, como también pueda serlo la misma naturaleza. Si el sentido de la
belleza radica en su realización, acaso el mismo sentido de la vida, del mundo
sea también la realización de los mismos. Esto exige una contemplación
diferente del mundo y de nosotros mismos como una enigmática unidad en la que
existe una totalidad (¿consciente?) que se expresa en un orden implicado[5]
para su realidad o lo que es lo mismo, su realización. Realidad o realización
que no deja de ser sino una implicación creativa siempre en marcha.
Este
reconocimiento de la totalidad del mundo (sujeto y objeto) elimina la dualidad
y el inevitable conflicto que siempre conlleva. Por eso la aspiración a la
belleza (como el anhelo al entendimiento
último de las cosas) es sin duda el fin más excelso al que pueda aspirarse. La
idea de la perfección subyace en ella y al tiempo es una garantía de la armonía
y conformidad del espíritu y la misma naturaleza.
Francisco Acuyo
[1] John
Archibald Wheeler (1908-2008), físico teórico cuyas aportaciones a la física de
partículas son de una gran importancia.
[2] El
principio antrópico fuerte (en cosmología este principio establece que tiene
que ser consiste con la misma existencia de la conciencia humana) participa de
esta visión.
[3]
Santayana, G.:El sentido de la belleza,
Tecnos, Madrid, 199. p. 181.
[4] Acuyo,
F.: Fisiología de un espejismo,
Artecittá, Granada, 2010.
[5] Concepto
extraído de David Bohm de su libro imprescindible, La totalidad y el Orden Implicado, Kairós, Madrid, 1992.
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