GNOSEOLOGÍA Y
EPISTEMOLOGÍA POÉTICA
El entendimiento de la poesía, en
su vertiente gnoseológica y, por qué no, epistemológica, no sólo se la puede emparentar
en muchos aspectos con las matemáticas, sino con la ciencia misma, si es que,
como a todas luces nos parece, es una forma singular de aprehensión de conocimiento,
y porque acaso se conforma como una de las estructuras más abiertas,
integradoras y fundamentales para alcanzarlo.
La
esfera experimental de la poesía está, a diferencia de la empírico-matemática,
conformada, además de por nociones y conceptos lógico racionales, por juicios especiales
e intuiciones amparados en el ámbito de lo irracional y simbólico, no exentas
de contradicciones, y en vez de ofrecerse como unidades ideales a las que pueda
referirse el dominio de lo subjetivo, como así sucede en las matemáticas, se
ofrecen como unidades existenciales evocadoras de la vivencia personal
imbricada, integrada, no obstante, de forma necesaria e inevitable en el mundo.
En
poesía, lo discreto, lo contable, no es, aún en su antinomia evidente, sino
deudores de lo infinito y del continuo, por eso el signo y el símbolo poético
no será(n) unívoco(s) sino ampliamente abierto(s), polivalente(s) y, en
definitiva, verdaderamente liberador(es).[1]
La deuda de la poesía al orbe de lo infinito,
y la del infinito con el proceso creador poético, se manifiesta en el carácter
singularmente polisémico del lenguaje y del símbolo poético, abiertos siempre
al universo enigmático de lo infinito. La ambigüedad de la proposición poética
se muestra menos preocupada por la precisión de su significado, como atenta en
su extraordinaria complejidad, a la integración de su saber, de su alcance
significativo y significante con la conciencia, y esta con el mundo.
Al igual que
la matemática aplicada creó un sensum
ómnium de sentido común sobre la necesidad de la causalidad para explicar
los fenómenos físicos, así mismo sucedió al integrar los estudios literarios a
la poesía como un género más o menos particular, sujeto a esa discreción
convenida para su estudio, con la inevitable influencia en su concepción y
entendimiento de la poesía, como un derivado literario, sujeto a la leyes de la
lógica y del concepto lingüístico y literario, por cierto, también aherrojado a
la causalidad[2] en sus
fundamentos. Quiero decir con esto que la poesía no tiene en modo alguno por
qué estar sujeta a estas convenciones literarias o lingüísticas, mucho hemos
debatido al respecto desde la óptica lingüística[3]
y o de la métrica.[4]
La
sincronicidad o simultaneidad en el acaecer poético es una constante contra la
que muchas veces pugna el poeta, tratando de dar causalidad temporal y espacial
en muchos momentos a su intuición poética, anclada de hecho en un ámbito mucho
más complejo e inexplicable; para hacerse entender (cuando esto preocupa al
poeta, cosa que no sucede siempre), trata de hacer discreta, computable
temporal y espacialmente, el torrente irracional e infinito del que proviene,
donde el tiempo y el espacio no son en realidad nada.
El concepto de
causalidad en poesía es una cuestión harto interesante, en tanto que nos abre
un dominio de reflexión sobre la naturaleza del discurso poético y sobre todo,
del impulso creativo de la poesía que dará muchísimo juego para el mejor
entendimiento de la misma. De esto hablaremos en posteriores entradas de este
blog Ancile.
Francisco
Acuyo
[1] Zellini,
P.: Breve historia del el infinito, Siruela,
Madrid, 1991, p. 216.
[2] Mucho
juego a dado desde antiguo los tratamientos del espacio y el tiempo en el
teatro y la novela, por ejemplo.
[3] Acuyo,
F.: en Ancile: Roman Jakobson, de
lingüísitica y poética: http://franciscoacuyo.blogspot.com.es/2010/10/roman-jakobson-sobre-linguistica-y.html
[4]
Acuyo.
F.: Los fundamentos de la proporción en lo diverso: sobre
la simetría y la asimetría endecasilábica,
tesis doctoral, Departamento de Lingüística y Teoría de la Literatura y
Literatura Comparada, Universidad de Granada, Granada 2007, pp. 374.
Fundamentos de la proporción en lo diverso: nueva edición
corregida y adaptada, Jizo ediciones, de Ensayo, nº 17, Granada,
2009, pp. 427.
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