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lunes, 2 de abril de 2018

¿BELLEZA EX NIHILO?


Siguiendo con las consideraciones sobre los conceptos de belleza y sus analogías con el mundo de la retórica, traemos para la sección, Pensamiento, del blog Ancile, la entrada que lleva por título: ¿Belleza ex nihilo?

¿Belleza ex nihilo?, Francisco Acuyo
De Rebeca Cygnus



BELLEZA EX NIHILO




 Realidad y belleza, belleza y realidad[1], son caras acaso de la misma moneda por la que nuestra conciencia rige para el entendimiento de nosotros mismos y nuestra situación en el mundo. La retórica del lenguaje poético es un espejo extraordinario desde donde poder constatar esta sugerente manifestación de lo bello y de su interacción con el espíritu del lector de poesía (o del creador de los poemas).

            Una de las nociones más interesantes que cabe deducirse del discurso retórico poético será, para la cuestión que nos interesa, el carácter terapéutico de la poesía, su función creativa. En los parámetros de la divina proporción (proporción áurea) se nos describe medidas cuya correspondencia y disposición muestran un equilibrio grato no sólo a los sentidos, también en conformidad con principios de armonía lógico matemática que ponen en evidencia la ponderación de su extensión, cantidad y providencia de su estructura y disposición. Es el ojo (sensorial e interno) el que pone dicha realidad proporcionada como algo bello susceptible de ser perturbado por la misma observación (en cuanto que estará sujeta a múltiples interpretaciones, según quien lo mire. Acaso lo más extraordinario es que la conciencia de lo bello no sólo cambia las proporciones en otras que aspiran a la misma belleza, sino que son capaces de producirla ex nihilo.

Que la ética y la estética sean concebidas como meras estructuras de valor carentes de realidad objetiva por parte de la ciencia, acaso se están mostrando en la actualidad como nunca antes, el prejuicio sobre el que trata de fundamentarse su supuesta realidad. Aquello que emane de la subjetividad individual no es digno de atención científica, sólo aquellos preceptos, leyes y principios que sean susceptibles de ser independientes de nuestra propia naturaleza merecen crédito, aunque en
¿Belleza ex nihilo?, Francisco Acuyo
verdad traten de hechos objetivamente reconocibles (conductas, emociones,  sensibilidades… ciertas), despreciando algo que incluso en una de las ciencias positivas más rigurosas y austeras de subjetividades como es la física, empieza a tener una valor sustancial: la conciencia, ya que ella no sólo nos ayuda a la distinción de preferencias e ideales transitorios de aquellos que son comparativamente permanentes y universales[2], también nos habla de la propia sustancialidad de la materia y de su necesidad para conformarla.

            Se desprecia soberanamente que el objeto de manifestación de belleza puede abarcar principios universales que pueden acabar conformándose en la riquísima significación –consciente e inconsciente- de los símbolos. Si una vez la belleza fue considerada una singular manifestación de la divinidad a los sentidos y a la inteligencia, y esto por mor de la idea de perfección y elevación que nos suscita. En verdad que la vivencia de lo bello en lo ideal que puede mostrarnos el arte, la poesía o la misma naturaleza encierra un potencial inspirador y creativo de una importancia que acaso no puede compararse ninguna otra forma de conocimiento y expresión científica, sobre todo si queremos extraer de la misma ciencia las potenciales verdades de belleza que pueden encerrar aunque no se puedan constatar empíricamente, y es que la belleza acabará por ser la conciencia moral de cualquier actividad que aspire a lo sublime que la verdad encierra. Creo que los valores terapéuticos de la belleza comienza a revelarse como de gran interés.

Siempre me ha parecido que intentar hablar de la realidad, supone que aquello que entendemos como existencia objetiva del mundo físico, acababa por resbalarse entre los peculiarmente susceptibles dedos de la conciencia, no obstante, de que sea verdad o no que esta sea el resultado de un conjunto de propiedades electroquímicas que acontezcan en el reducto material (neurológico) de nuestro cerebro. Acaso esto se hacía más patente a la hora de intentar entender el muy singular fenómeno de la belleza (en realidad, los muy singulares fenómenos del dolor y la belleza)[3]. Una postura en cierto modo antirreduccionista me impulsa a intuir una disposición holística, integral, totalizadora en relación a mi conciencia y el entorno material, este último supuestamente indiscutible en su individualidad y objetividad, mas susceptible de reflejar o conllevar en muchas ocasiones el aporte tantas veces sorprendente de la belleza. Incluso me llegó a parecer que todo aquello perfectamente perceptible, y que pudiese o no concitar al valor de la  belleza (también el sufrimiento expreso en muchos de ellos), no tendría mucha consistencia sin la ley que impone el sujeto consciente, intérprete de su presunta realidad, solidez o sustancialidad. Mucho tiene que decir al respecto el valor de lo bello y su sustancialidad subjetiva en pos de la mejora del que está relegado, por su extremada sensibilidad o supuesta problemática patológica, al malestar, la angustia, la incomprensión… para la mejora de su estado hiper o hipoestésico doliente de este o aquel trastorno diverso. El valor de lo bello no deja de ser un hecho inevitable para la conciencia, e incluso es exigencia para la constatación de la realidad de determinadas cosas es indiscutible (no solo en el mundo de las relaciones matemáticas, artísticas y poéticas).

SI para el matemático la belleza es la señal de que en el mundo no hay lugar  para las matemáticas feas[4] (acaso para el poeta sucede algo muy similar con la poesía), nos parece muy clara la invitación a reflexionar, un paso más allá de las aportaciones utilitarias reflejas en su estructuras –simetrías, patrones varios, coherencias lógicas…-, sobre los significados de lo bello. El orden (filosófico platónico) manifestó es una de las vertientes que pueden llamar la atención sobre la belleza, pero también el trágico –el doloroso, manifiestamente expuesto en el sufrimiento[5]- o el poético al que aludiría Nietzsche, y que se caracterizará por su naturaleza paradójica y su irreductible ambigüedad.[6]




Francisco Acuyo


[1] Acuyo, F.:  en Ancile: Cuando la realidad es belleza y la belleza realidad: http://franciscoacuyo.blogspot.com.es/2017/06/cuando-la-realidad-es-belleza-y-la.html
[2]  Santayana, G.: El sentido de la belleza, Tecnos, Madrid, 1999, p. 30.
[3] Acuyo, F.: Elogio de la decepcióny otras aproximaciones a los fenómenos del dolor y la belleza, Jizo Ediciones, Granada, 2013
[4] Hardy, G. H.: Apología de un matemático, Episteme, Madrid, 1999, p. 85.
[5]  En el blog Ancile: Pasión del dolor y la belleza: http://franciscoacuyo.blogspot.com.es/2017/05/la-pasion-del-dolor-y-la-belleza.html , Belleza, tiempo y trascendencia: http://franciscoacuyo.blogspot.com.es/2017/05/belleza-tiempo-y-trascendencia.html , De la belleza inagotable.
[6]  Acuyo, F.: Elogio de la decepción, y otras aproximaciones a los fenómenos del dolor y la belleza, Jizo Ediciones, Granada, 2013, p. 105.





¿Belleza ex nihilo?, Francisco Acuyo

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