Para la sección, Pensamiento, y bajo el título, Superación del dualismo y la experiencia de la angustia vital, ofrecemos en el blog Ancile.
SUPERACIÓN DEL DUALISMO
Y LA EXPERIENCIA DE LA ANGUSTIA VITAL
Leibniz
proponía superar el dualismo mente-materia señalando que la mente y la materia
no interactúan, sino que actúan en paralelo. En la observancia de los procesos
perturbadores de la angustia, la ansiedad, la depresión… se puede colegir cosa
bien distinta, ya que las interacciones entre materia (cuerpo) y mente y sus constatables
influencias externas, se muestran evidentes y bien diferenciadas o distintas o
independientes, pero no podría tener lugar esa interacción manifiesta que
señalábamos, si no hubiera algo que mediara entre ellas, entonces ¿qué puede
ser eso que media entre ambas, o, lo que es lo mismo, qué mantiene la
interacción y funcionamiento entre los dos fenómenos que consideramos
separados?
Es
precisamente en aquellos procesos tan particulares como la angustia de donde se
puede constatar un hecho fundamental, a saber: el fuerte condicionamiento y
parcialidad de nuestros puntos de vista, de los que todo puede quedar frustrado
al albur de una profunda intuición que nos hace sentir hondamente
insatisfechos. Esta intuición (¿vitalista?) no parece responder a la idea que
proyecta sobre la mente la biología molecular, pues no puede dar explicación a
ese aliento vital[1] que
anima lo que está vivo, y no digamos del fenómeno de la conciencia.
A
mí siempre me gustó hablar de poesía (poiesis)[2] en
términos extraliterarios, como entidad o como medio singular para explicar el
impulso creativo capaz de generar lo nuevo, y que propicia el diálogo
(creativo) entre los elementos perpetuamente separados de la conciencia y la
materia, ya que, a mis justos alcances, podría identificarse con los procesos
de morfogénesis y explicarlos con más coherencia que la biología tradicional.
Rupert Sheldrake apuntaba a unos enigmáticos campos morfogenéticos capaces de
hacer interactuar dinámica y unitivamente el cuerpo y fuerza vitales para la generación
de cualquier organismo diferenciado,[3] y
que yo, acaso ingenuamente, identifico con ese impulso poiético de
creación.
A
través de la experiencia de la angustia y su incidencia en el proceso
existencial podemos colegir que esta interviene como aquella intuición que,
decíamos, nos hace sentir incompletos, como si acaso no prestásemos la
atención debida a aquello que, al tiempo, nos hace distinguir el mundo y sus
singularidades y nos integra en el mismo a través de los procesos de creación
que, acaso, en realidad, son los que integran la conciencia poética o creativa
desde una óptica ontológica.
Francisco Acuyo
[1] Emparentado
con el élan vital Bergsoniano.
[2] Hace
tiempo planteaba un razonamiento singular sobre la poesía como potencia o
capacidad creativa (extrayéndola del ámbito estrictamente literario), así las
cosas, la poesía puede considerarse como conciencia en sentido ontológico, ya
que su impulso creativo es fundamento de la mente (que incide en la materia),
ya que se establece como un mecanismo dinámico (poético) –ser en la belleza-
consciente que interactúa, como conciencia en la materia.
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