Con el título de: Fundamento filosófico de la nada: del vacío a la conciencia transpersonal, publicamos un nuevo post para la sección, Ciencia, del blog Ancile.
FUNDAMENTO FILOSÓFICO
DE LA NADA:
DEL VACÍO A LA
CONCIENCIA TRANSPERSONAL
¿Es la néant (la nada) fundamento de la existencia humana, según la visión
existencialista sartriana? De ser cierto que no hay otra verdad que nos sirva
de partida, nuestro ego –ciertamente cartesiano- encuentra fundamento en ella y
es el punto de salida para la libertad del hombre. La trascendencia de la nada
es aquí indiscutible en tanto que esta constituye el fondo de la propia
existencia.
Frente
a este entendimiento de la nada el cristianismo muestra una vertiente distinta,
ya que esta (nada) trasciende nuestro ego pues, es posible una creatio ex nihilo, es más, todas las
cosas tienen como fundamento de su ser ese nihilum,
y nos aporta un pilar capital para la participación de un Dios en verdad
avanzado -no de un dios (demiurgo de ascendencia griega) que da forma desde la
materia ya existente-. Creación –divina
o no- encuentra en la nada su soporte vital, aun cuando podamos sentirnos
arrojados al desierto sórdido de la muerte, pues esta representa esa nada
cimiento de todo lo que es; incluso la supuesta ausencia –o nanidad- de un Dios
inexistente, declara su existencia.
Podemos
entender ahora por qué la nada ha sido y es vinculada a lo trascendente, sobre
todo cuando hasta la misma ciencia, enfrentada al sinsentido de la
existencia, haya en la nihilidad el argumento de superación de dicho nihilismo, en tanto que posibilita una libertad que se sitúa por encima de la necesidad de
la vida y de la misma racionalidad[1].
El materialismo, el racionalismo científico y la idea de progreso de la
modernidad no son en modo alguno suficientes para superar la angustia –ateísta-
de la nada que en el fondo oculta un significado profundamente religioso, en
tanto que confronta al individuo que sufre y la realidad última y trascendente
de la nada.
El
vaciarse –ekkenosis- uno mismo –anatman- o no yo al que nos enfrenta la
muerte reproducida en la disolución de nuestro yo no es otra cosa sino la nada,
aquel Dios en sí mismo del maestro
Eckhart no es sino la nada absoluta, es decir, más allá del dios personal o
deidad, que no Dios, ya que Este no hace sino dar testimonio a través de la
conciencia (o alma en la tradición cristiana) de su presencia en el vaciado del
alma misma, si en verdad la nada es el fundamento de toda subjetividad. Parece
claro que para llegar a este mundo se requiere la muerte entendida no solo como
disolución, sino como éxtasis donde el yo no es yo en cuanto que se ha superado
así mismo.
Nos
estamos refiriendo pues, a la conciencia personal, mas no como un yo
aprisionado en un modo de ser (personalidad) más o menos narcisista, la
conciencia es un fenómeno aquí entendido que, como persona, aparece[2]
y no puede considerarse con personalidad egocéntrica confinada o máscara, lo
cual nos abre una idea de conciencia que trasciende la propia subjetividad, es
una conciencia que obtiene su presencia más allá –o más acá- de cualquier
máscara o actor (prósopon), esta
conciencia es persona cuya aparición no está sustentada por nada que la haga
aparecer, o lo que es lo mismo, la nada que en definitiva la sustenta, pues es
ella la que ocupa el lugar de aquella conciencia. Dicho esto, es pertinente
avisar que esta nada no es en modo alguno lo contrario del ser (concepto
occidental por excelencia), y que haría de ella un mero concepto sujeto al
pensamiento, más bien al contrario, estamos ante una nada dinámica, enérgica y
resolutiva y que por eso no deja de ser conciencia capaz de dar testimonio de
sí misma.
En
próximas entradas abundaremos sobre esta conciencia de la nada que trasciende
la conciencia personal vulgarmente entendida.
Francisco Acuyo
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