Con el título: La distancia existencial entre el yo, la conciencia y la nada, proponemos nueva entrada para la sección, Ciencia, del blog Ancile.
LA DISTANCIA
EXISTENCIAL ENTRE EL YO,
LA CONCIENCIA Y LA
NADA
Hay quien dijo con mucho
fundamento que: la vida universal, la
conciencia, la razón y la personalidad emergen de las profundidades del mundo
para llegar a ser inmanentes e individualizadas en cada ser […],[1]
exponiendo que en realidad estamos separados desde la óptica de la nada, del
vacío, que en verdad es, más que un más allá, un más acá absoluto desde el que
se realiza el ser y en el tantas veces nos enclaustramos en un estrecho y
vigoroso autoapego que nos hace confundir tantas y tantas cosas. Por eso, la
muerte, es entendida –racionalmente- siempre como disolución y fin de todo,
y no tanto como en realidad lo que supone,
si el fin que acompaña a la nada de nuestro yo, es verdad creación y por tanto ser separado
que es vida sin nombre y potencial de todos los nombres. Desde aquí podemos
atisbar la naturaleza de esa vacuidad o nanidad a la que nos referimos , que en
verdad no puede estar o ser en algún sitio sino como conciencia, en tanto que
esta es la que hace que se manifieste la forma de lo que es como identidad
original.
Debemos
decir que esta conciencia no es aquella que postula desde el ego la objetividad
desde una entidad subjetiva. Se revela contra la paradoja de la representación
y de la aporía de la conciencia del yo en el mundo. Esta conciencia es
nihilidad que accede a la verdadera realidad que no excluye mediante sujeto y
objeto, sino que integra más allá de la paradoja de la representación donde las
cosas son una en su propia existencia.
La
cuestión de la nada nos obliga a replantearnos la manera de entender,
aprehender las cosas, si siempre las entendemos en la distancia de la sensación
o de la razón como objetos, ya que aquella, la nada, nos obliga a reconsiderar
la sustancia misma de las cosas un paso más allá de la razón misma, ya que la
cosa y su ser no puede ser expresado de forma lógica, sino paradójica, ya que no es esa cosa, porque es esa cosa, entramos en el ámbito al
que nos referíamos en la anterior entrada con explicación física (mecánica
cuántica)[2],
como potencialidad que solo puede ser en la nada y será en virtud de la
conciencia de su entidad. La nada será el fuego que no quema el fuego, pues en
realidad no hay dos mundos, ya que en esta nanidad se da el ser más elemental
de las cosas así como su fundamento originario, porque la esa nanidad o
vacuidad son las cosas, o lo que es lo mismo: su ser es ilusión en su verdad y
verdad en su ilusión[3].
La
potencia de la nada que se desarrolla como conciencia (atención a este concepto
de conciencia, que no es en modo alguna el de conciencia personal) es la
fuerza, la energía, que hace posible la actualidad –factualidad material- del mundo. La interacción de esta conciencia
vacía, potencial, de infinitas probabilidades, ya que esta conciencia vacía es
el fundamento del ser, por lo que la distinción, la distancia entre el objeto observado
y el yo que lo observa no es más que una ilusión, pura apariencia. Nos trae de
nuevo a colación en estas reflexiones la denominada jerarquía entrelazada que
encuentra sustento en los entresijos del mundo de la física cuántica, y que en
su funcionamiento circular sujeto y objeto simultáneamente se crean y recrean
sincrónicamente. Si la nada como conciencia unitiva de las cosas, en fin, el fundamento y origen potencial de lo que
es, ¿qué papel juega la conciencia personal, actual, autorreferencial del
que cree ver algo distinto fuera de sí
en los objetos discernibles como sustancia supuestamente ajena a ella –a la
conciencia personal- que observa ? Según
la propia mecánica cuántica, la de hacer sustanciales las potenciales
probabilidades del ser –probabilístico- de la dualidad onda a la materialidad
corpuscular de la partícula.
En
cualquier caso, la nada, la muerte, el vacío, el sunyata… diríase que son no más que un sumario de
cualquier proceso creativo. El contacto con la nanidad, con la muerte, con la
disolución definitiva es el encuentro con la nada y su conciencia no local
abierta a infinidad de potenciales realidades creativas. Sería no sólo
interesante, también muy necesario incidir sobre lo que aquí denominamos
creatividad, si la estamos vinculando a esa conciencia de la nada donde todo
está potencialmente dispuesto para ser sustancialmente realizado, y si no
existe una contradictio in terminis
en relación a lo que entendemos como creativo (nuevo, nunca antes visto…), si
ya esa sustancialidad estaba ya en la potencia creativa. La naturaleza de lo
creativo es singular, y de ello hablaremos en la siguiente entrada de este
blog.
Francisco Acuyo
[1]
Nishitani, K.: op. Cit. p.158.
[2] Acuyo,
F.:Blog Ancile, La nada en la conciencia del ser mismo.
[3]
Nishitani, K.: op. Cit. p.207.