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viernes, 22 de marzo de 2019

OTTO WEININGER: UN GNÓSTICO CRISTIANO


Cerramos las entradas entorno al filósofo Otto Weininger con el post del filósofo Tomás Moreno que lleva por título: Otto Weininger: un gnóstico cristiano, para la sección, Microensayos, del blog Ancile.

Otto Weininger: un gnóstico cristiano, Tomás Moreno





OTTO WEININGER:  UN GNÓSTICO CRISTIANO



Otto Weininger: un gnóstico cristiano, Tomás Moreno

La actitud de Otto Weininger respecto de la sexualidad y de la naturaleza de la mujer, a lo largo de su ensayo y especialmente en el capítulo XIV, refleja, pues, toda una antigua concepción religiosa soteriológica, cuyos orígenes -ya lo hemos indicado en el anterior epígrafe- se remontarían al herético gnosticismo cristiano de los primeros siglos cristianos. Permítasenos reiterar en los párrafos que siguen algunas de sus similitudes. En efecto, si el gnóstico puro execraba la sexualidad y el parto -responsable del primer “encarcelamiento” corporal de las almas desdichadas- y vinculaba su aversión por el mundo sensible y su aversión por la unión carnal (idea profundamente enraizada en la gnosis), Weininger -fallido fundador de una religión ascética y antifemenina-  también predicaba el exterminio (gnóstico) de todo lo carnal. Porque éste era, en definitiva, el estado de agregación al que veía ineludiblemente condenados a mujeres y judíos: “El hombre tiene que redimirse del sexo y sólo así redimirá a la mujer. La mujer perecerá como tal, pero surgirá de sus cenizas renovada, rejuvenecida, como ser humano puro” (SYC, Ibid).
Otto Weininger: un gnóstico cristiano, Tomás Moreno

            El objetivo de la continencia es esencialmente, para el gnóstico, evitar la procreación para evitar la muerte y la rueda de la existencia.  La opción de Weininger por el ascetismo, la castidad y la continencia (“se trata”, confiesa paladinamente nuestro filósofo, “de la pretensión de la castidad para ambos sexos”) en nada difiere, como se ve, de la de los gnósticos y su objetivo es el mismo: “La negación de la sexualidad tan sólo mata al individuo corporal, pero confiere existencia al espiritual” (SYC, p. 339). Ese es el requisito imprescindible, según Weininger, para liberarse de la prisión de la naturaleza y poder acceder a un nuevo estado de superior y soberana libertad. Entre los gnósticos cristianos la mujer con su matriz es la que perpetúa la rueda de las generaciones, el círculo -concebido como infernal- de los nacimientos y de la muerte, obra de un aciago demiurgo. El texto del evangelio apócrifo de Tomás así lo refleja:

“Simón Pedro les dijo: ‘Que María salga de entre nosotros, pues las mujeres no son dignas de la Vida’. Jesús dijo: Pues yo voy a guiarla a fin de hacerla varón, para que se convierta ella también en un espíritu viviente parecido a nosotros, varones. Pues toda mujer que se haga varón entrará en el Reino de los Cielos[1].
           
            En Weininger las mujeres, como hemos visto, esclavas del cuerpo y de la sexualidad, ni pueden liberarse por sí mismas, ni pueden tampoco ser liberadas o redimidas ya que “en tanto que la mujer no deje de existir como mujer para el hombre, no dejará de ser mujer” (SYC, p. 337). Para Weininger la condición para dejar de ser mujer es renunciar sincera y voluntariamente a ese acto sexual –el coito- que como una cadena ata al género humano a esa vida inferior que comparte con las hembras de las demás especies y que la somete y obliga a asegurar “la continuidad de la especie, mezquino sustitutivo de su falta de fe en la vida eterna” (SYC, p. 339).    La redención, por consiguiente, sólo puede llevarla a cabo un ser que participe de la vida superior, un espíritu puro: el hombre, lo masculino en su máxima encarnación posible. La liberación de la humanidad, y en primer lugar la de la mujer, de lo demoníaco causado por el “eterno femenino” (y que comprende también en términos raciales el espíritu judaico en su conjunto) exige, pues, matar todo lo carnal, todo lo material, renunciar a todo lo sexual. Exige, ni más ni menos, la abolición radical de los dos sexos:

El hombre debe redimirse del sexo, y sólo así redimirá a la mujer. Sólo su castidad, no su lujuria, como ella cree, es su salvación. La mujer perecerá como tal, pero surgirá de sus cenizas renovada, rejuvenecida, como ser humano puro. He aquí por qué el problema de la mujer persistirá mientras haya dos sexos, y tampoco se resolverá antes el de la humanidad” (SYC, p. 338).

            No otra fue –en opinión de Weininger- la aspiración del antiguo gnosticismo cristiano, tal y como nos transmiten las palabras de Clemente de Alejandría, según el cual Cristo habló en este mismo sentido a Salomé, afirmando que “la muerte continuará en tanto que las mujeres paran” y que “la verdad no alumbrará hasta que de los dos sexos haya surgido un tercero que no sea hombre ni mujer” (SYC, p. 338). El texto del Padre de la Iglesia viene textualmente a decir lo siguiente:

 “A Salomé, que preguntaba cuánto duraría el tiempo de la muerte, el Señor respondió: El tiempo que vosotras las mujeres deis a luz hijos. Y Salomé le dijo: Luego, he hecho bien en no dar a luz. El Señor le respondió: come de todos los frutos, pero no del que es amargo. Como Salomé le preguntara qué debía entender por ello, el Señor le respondió: Cuando hayáis pisoteado el ropaje de la vergüenza, el cuerpo, y cuando ambos –el macho y la hembra- sean sólo uno, ya no habrá hombre ni mujer”[2].
            En este caso no sería, pues, el retorno al paraíso andrógino y el logro de la completitud del ser humano, en su dimensión biológico-orgánica como bisexualidad o intersexualidad, la aspiración última de su doctrina salvadora –como afirmara la primera de las interpretaciones que hemos examinado- sino la extirpación y anulación radical y definitiva de la feminidad, de la mujer pura o absoluta, con el consiguiente establecimiento de un nuevo reino espiritual, en el que no tengan ya sentido ningún tipo de realidades corporales ligadas a cualquier tipo de sexualidad -sea ésta la bisexualidad o sea la diferencia sexual- ya que se habrá producido la total superación de la misma en un mundo puramente inmaterial y asexual trascendente.
Otto Weininger: un gnóstico cristiano, Tomás Moreno            Al terminar de leer libros como éste nos preguntamos: ¿Qué es lo que, verdaderamente, nos está proponiendo su autor? ¿Qué tipo de discurso presuntamente científico es éste, que nos invita a la extinción de la humanidad como paso previo a su total redención y salvación? ¿A qué se refiere su autor al aludir a expresiones propias del lenguaje religioso: un anhelado “reino de Dios”, “partícipe de lo divino”, “fe en la vida eterna”, “redimirse del sexo”, “ser humano puro”? ¿Qué discurso científico se revestiría de semejantes kerigmas soteriológicos?¿Qué claves hermenéuticas utilizar para adentrarnos en su verdadero sentido y significado?
            ¿Cómo interpretar esta obra tan compleja y esotérica que le llevó a su autor, Weininger, desde una cientificidad de partida a construir un sistema que resultó tan extravagante e irracional como las ideas no científicas que decía menospreciar?[3] La conclusión a la que llegaría Weininger, en la interpretación de H. Moreno, “apunta hacia esta discrepancia entre los dos mitos: si bien su punto de partida había postulado la presencia de los dos sexos –inclusive- en caracteres físicos- en cada individuo humano, el punto de llegada exige la desaparición de todo aquello que a lo largo de medio millar de páginas se ha caracterizado como lo femenino”.  Para nuestra autora la recuperación de la completitud perdida a consecuencia de la expulsión del paraíso andrógino, sería la propuesta de salvación weiningeriana. Ello significaría, en efecto, la completa anulación de la feminidad –la expulsión del cuerpo femenino maternal- del panorama humano[4].
            En nuestro caso, al escuchar su mensaje doctrinal nos parece asistir más a la predicación de un falso profeta de un nuevo cristianismo gnóstico regenerado, a la soflama mística de un teósofo o de un romántico esotérico y ocultista, de los que tanto abundaban en su medio social, que al discurso racional de un racionalista exaltado representante del cientificismo y del positivismo finisecular como trataba de presentarse. El pathos con el que Weininger acomete su propuesta soteriológica, su doctrina salvífica, es más propio de un mesías iluminado, tan abundante, por otra parte, en la tradición judaica, que de un científico objetivo, atento a los hechos.
            No olvidemos, por otra parte, que el libro está escrito en momentos de profunda crisis espiritual del joven filósofo: coincidiendo con un proceso de “conversión religiosa” que le llevará a abrazar su nueva fe protestante: un cristianismo regenerado. Al leerlo nos parece estar escuchando, efectivamente, la revelación del fundador de una nueva religión misógina y falolátrica, de un delirio seudorreligioso, de un gnóstico redivivo, en la que se nos ofrece una gnosis, un “conocimiento salvador”, para el advenimiento de una nueva espiritualidad, de un nivel superior de humanidad y un nuevo orden espiritual que haga posible: instalar el reino de Dios sobre la tierra (SYC, p. 337). Y esto no se conseguirá “por la emancipación de la mujer por obra del hombre, sino de la emancipación de la mujer por ella misma” (SYC, p. 337). Es decir: inmolándose como mujer, renunciando a serlo, cesando de serlo (SYC, p. 340).

TOMÁS MORENO



[1] Ev. Th, 114. Citado en Francine Culdaut, op. cit., p. 46.
[2] Fragmento conservado por Clemente de Alejandría del Evangelio de los Egipcios, escrito gnóstico del siglo II. Citado en S. Hutin, (op. cit.,  p. 33). Son múltiples los textos gnósticos que como éste aluden a ese retorno al momento originario de indiferenciación sexual que también propugna Weininger, pero cuyo sentido trasciende lo biológico corporal asumiendo un significado espiritual. Baste con éste otro, procedente del Evangelio de Tomás (Ev.Th, 22): “Jesús vio unos pequeños que estaban siendo amamantados. Dijo a sus discípulos: ‘estos niños que están mamando se parecen a los que entran en el Reino’. Ellos le dijeron: ‘Entonces, ¿haciéndonos pequeños entraremos en el Reino?’. Jesús les dijo: “Cuando hagáis de dos uno, y hagáis el interior como el exterior, y el exterior como el interior, y lo alto como lo bajo; y cuando hagáis del varón y de la mujer una sola cosa, a fin de que el varón no sea varón y la mujer no sea mujer; cuando hagáis ojos en lugar de un ojo, y una mano en lugar de una mano, y un pie en lugar de un pie, y una imagen en lugar de una imagen, entonces entraréis”, citado en Francine Culdaut, op. cit. p. 46.
[3]Aun presentándose exteriormente con rasgos de carácter científico, en los que está muy marcada la huella de la mentalidad positivista dominante en los albores del siglo, Weininger se aproxima a posiciones más cercanas a una doctrina esotérica que a otra cosa. Jacques Le Rider en  El caso Weininger” ve en la obra de Weininger un “documento diagnóstico de la crisis cultural del cambio de siglo”, un momento de crisis en el que para eludir sus contradicciones internas, la sociedad huye hacia sistemas metafísicos, hacia fantasías omnipotentes seudorreligiosas (J. Riedl, op. cit., p. 98).  Desde este ángulo, se puede comparar el caso psicopatológico de Weininger con el mucho más famoso del presidente de la sala del Tribunal Superior de Justicia de Dresde, Sajonia, Daniel Paul Schreber, que dio pie a Sigmund Freud para llevar a cabo su gran estudio sobre la paranoia. Recuerda Riedl que tanto los Apuntes de un neurótico de Schreber como Sexo y carácter de Weininger aparecieron en el mismo año de 1903. Común a ambos era la fuga al extraviado sistema de sus delirios: Schreber entraba en relación directa con Dios, escuchaba voces sobrenaturales, sentía rayos del cielo, creía alimentarse de sus propias vísceras, inventaba maravillosas maquinarias deseadas y se sentía llamado a redentor de la Humanidad, al transformarse lentamente por milagro divino, desde su “posición vital honorablemente masculina”, en mujer. Terminó sus días en un sanatorio para enfermos mentales, esperando la metamorfosis redentora, literalmente opuesta a la preconizada por Weininger.
[4] H. Moreno, op. cit. pp.154-155.


Otto Weininger: un gnóstico cristiano, Tomás Moreno


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