Para la sección, Ciencia, del blog Ancile, concluimos con un par de post sobre la nada; este primero lleva por título: A vueltas con la nada y la conciencia.
A VUELTAS CON LA NADA
Y LA CONCIENCIA. CONCLUSIONES
MATERIA (universo), vida y
conciencia acaso siguen siendo un gran enigma en su genealogía. Sobre todo si
acudimos a una revisión de la nada, no sólo como concepto, sino como realidad a
priori de lo que es ahora, cuestión que pone en clara evidencia las serias
dificultades de la ciencia para explicar las interrogantes más fundamentales (y
¿sencillas?) de la propia existencia y de lo la conforma. Hasta las cuestiones
más básicas, como es la naturaleza del aquí y del ahora, no parecen obtener una
explicación lógica, ante todo porque lo que se obtiene de una supuesta
explanación de todo ello (experimentalmente) es siempre una realidad
paradójica. Esto último lo hemos aprendido de los estudios exhaustivos de lo
más íntimo y fundamental de la materia (a través de la física cuántica).
La
dicotomía clásica (objeto y sujeto) de lo que la realidad sea, acaso ahora más
que nunca antes en occidente es puesta en tela de juicio (no tanto en oriente).
Todo parece indicar que aquello que denominamos realidad bien pudiera ser una
mera ilusión que experimentamos como percepción de una realidad en la que las
fronteras del que observa y lo observado se diluyen y que diríase que nos
hablan de una única conciencia. La idea del tiempo es la ilusión de una
conciencia propia, y es que lo que es (Parménides) es uno y su existencia es
atemporal.
La nada es el
ámbito (no el concepto) absoluto en cuya matriz espacio temporal se reflejan
las formas y los movimientos que incesantemente cambian con la ilusión de la
individualidad en derredor de ese espejo inmutable que es el ser de esa única
conciencia inmutable.
La idea
clásica (aristotélica y cartesiano newtoniana) de la componenda –mecánica- del mundo como algo independiente de la mente
ha sido (y es en la ciencia positiva) el indiscutible evangelio de la ciencia y
los presupuestos filosófico positivos del pensamiento occidental en la
actualidad. Hasta la aparición de la mecánica cuántica y sus extraños
postulados que vendrán a poner en cuestión todo el edificio de su presupuesto
milenario. La inclusión de la incertidumbre como como hecho integrado en la
estructura de la realidad ha propuesto una óptica bien distinta de la materia,
del universo, de la vida y de la misma conciencia.
El espacio y
el tiempo pasan a ser considerados
instrumentalmente, como herramientas necesarias para la descripción (aparente)
de la realidad. Que se comience a plantear la realidad como un hecho que no es
nada (o lo que es lo mismo: es nada) a no ser que haya una conciencia que dé
cuenta de cualquiera aproximación potencial que pueda existir en función de ese
colapso –de materialidad y movimiento-
producido por la conciencia observadora.
La nada
adquiere, según los antecedentes formulados anteriormente, carta de singular
naturaleza unida estrechamente a la conciencia. El mundo cuántico y sus
partículas que pueden simultáneamente existir y no existir al mismo tiempo y
que se realizan en virtud del observador, proyectan una idea necesariamente
capital para el entendimiento de la realidad o de lo que esta sea. El efecto de
entrelazamiento cuántico (ya descrito en anteriores entradas), nos habla de una
nada en la que potencialmente todo es posible y donde el espacio y el tiempo no
tienen el más mínimo sentido.
En próximo
post concluiremos esta conclusión sobre la nada y sus manifestaciones posibles
a tenor de los procesos que realice esta singular conciencia de la que venimos
hablando.
Francisco Acuyo
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