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miércoles, 19 de junio de 2019

FOURIER. EL FALANSTERIO COMO ORGANIZACIÓN SOCIAL (II)


Bajo el título: Fourier, el falansterio como organización social, traemos una nueva entrada para la sección, Microensayos, del blog Ancile, firmada por el filósofo Tomás Moreno.

Fourier, el falansterio como organización social,Tomás Moreno


FOURIER. EL FALANSTERIO 
COMO ORGANIZACIÓN SOCIAL (II)
 

Fourier, el falansterio como organización social,Tomás Moreno


Su plan de experimentador social se expresa en la organización de una red de cooperativas de producción y de consumo de carácter industrial y agrícola, enlazadas por un proyecto de federación a escala universal. El Falansterio de Fourier es, pues, básicamente una comunidad cooperativa agraria e industrial que plantea la vuelta a la tierra, y más que el regreso a la agricultura stricto sensu propugna la dedicación y aplicación de sus miembros a la horticultura, a la arboricultura y a la avicultura como actividades más atrayentes para el género humano. En su plan las grandes urbes parecen llamadas a la dispersión.
            El falansterio, en su proyecto, es pues una comunidad pequeña constituida por unas 1620 personas, con un emplazamiento rural junto a un río, entre colinas e inmediato a un bosque. Especialmente diseñado, un gran edificio, a la manera de un hotel o palacio, alojará a todos los integrantes de la “falange” y estará rodeado de otros edificios: el teatro, la iglesia, los talleres, los graneros, los establos etc.          Se justifica la conveniencia de las comidas en común para fomentar la solidaridad en el grupo. La vida se haría en su mayor parte comunal o comunitaria y, al igual que los comedores, también serían comunes para todos los servicios generales, como la calefacción por ejemplo. Las agradables condiciones de vida de los falansterios harían imposibles los crímenes y, por tanto, no serían necesarios los abogados, los jueces, la policía ni el ejército.
            Desde el punto de vista su organización laboral y económica, una de las finalidades esenciales de estos planes cooperativos y de su organización económica es hacer el trabajo atractivo; por eso la preferente atención a esas actividades señaladas. El fin primero es que el trabajo no constituya una labor penosa, ejecutada obligadamente para ganar el pan de cada día, sino que sea una faena a la que se acuda con alegría porque representa un placer. Pues bien: el trabajo resulta atractivo gracias a la multiplicación de las pasiones, tanto gastronómicas (“gastrosóficas”) como sexuales (“costumbres fanerógamas”), incluyendo en éstas las manías o perversiones, y la posibilidad de satisfacerlas. La base de la industria falansteriana sería fundamentalmente agrícola.
Fourier, el falansterio como organización social,Tomás Moreno
             Su plan de organización del trabajo es “socialista” desde el ángulo de la producción; pero dista mucho de serlo en la forma de distribución de los frutos creados, por cuanto en la producción da participación a los empresarios que perciben, en virtud de su aportación de capitales, un dividendo en los rendimientos de lo producido que en definitiva es una forma encubierta del interés o de la renta del capital.  Su esquema de organización de la sociedad futura es esencialmente cooperativo, y su pensamiento influyó notablemente en la gran boga que tuvieron en el movimiento obrero francés las doctrinas cooperativistas hasta bien rebasada la mitad del XIX. Circundando al gran palacio cooperativo amplias extensiones de tierra constituirán su granja colectiva y, dentro de ella, determinadas instalaciones de carácter industrial proveerán a la comunidad de lo más necesario para una convivencia que se describía como extremadamente sencilla y hasta casi ascética.
            Aunque Fourier considera abolidas todas las distinciones de razas y de sexos, su sistema no es del todo igualitario: el principio remunerativo que rige su asociación cooperativa se identifica con el de una sociedad por acciones, ya que en su plan cooperativo se admiten los aportes de capital y se remuneran. El Falansterio funciona sobre la base de los aportes que ofrece el trabajo, el talento y el capital y, en consecuencia, el reparto de los beneficios se hará en tres partes desiguales y proporcionales al capital, al trabajo y al talento: estimando en doce partes el valor de lo producido por el falansterio, al trabajo manual corresponde una remuneración de 5/12 partes, al talento -o sea, la dirección- 3/12 y al capital 4/12 partes. Un régimen de distribución semejante al de una compañía por acciones. Pero como la indigencia, fuente de todos los disturbios sociales, habrá desaparecido, en particular gracias al “cuádruple producto”  (obtenido por medio de la limitación de los nacimientos, la fusión de los hielos polares, etc.) todos gozarán de un mínimo que les permitirá vivir decentemente, aunque la fortuna de los ricos se incremente.

            En cuanto su organización política, Fourier no perfiló con claridad su concepción del gobierno[1]; pero la idea del Estado era subestimada y entendió que, como aparato político, estaba destinado a desaparecer por innecesario. De ahí que confiara la dirección de los falansterios a comités de administración presididos por un arca y estableciera el nexo entre los distintos falansterios a través de un vasto sistema federativo. Los comités de dirección de las falanges eran designados por sufragio universal. Más en concreto: cada falansterio elegiría a sus funcionarios representantes, a la cabeza de los cuales estaría el “Unarca”, y cuando toda la Tierra fuese una federación de falansterios, se nombraría un jefe de las falanges de todo el mundo, el “Omnarca”, cuya sede estaría en Constantinopla.

            En su caso concreto, Fourier, asqueado de la Revolución, se acomodó con el gobierno imperante e incluso contará con él para instaurar su “falansterio” que, por contagio, terminará por transformar el sistema social existente. Esperó durante muchos años en vano la ayuda del Estado (como la había solicitado a monarcas europeos e incluso a Napoleón) o de un generoso mecenas (banqueros, capitalistas o empresarios) que financiaran la realización de su proyecto social ideal, pero ninguno prestó oídos a sus propuestas. Al final de su vida, creó una escuela en torno a él y fueron sus discípulos los que después de 1830 divulgaron un pensamiento que no fue muy conocido mientras vivió.

Fourier, el falansterio como organización social,Tomás Moreno            En su esquema de sociedad ideal no impugnó la propiedad; se proponía suprimir el asalariado, convirtiéndolo en copropietario de la riqueza producida por la falange. Muchos lo tildaron de loco por lo fantasioso de sus proyectos, los cuales, además, exponía empleando un vocabulario ampuloso y extravagante. Habló de su plan social, y junto a éste de cambiar el clima de los polos, hasta poder sembrar plantas tropicales en el ártico, así como de fertilizar el Sahara con las aguas del Mediterráneo. Algunas de sus profecías no fueron tan ilusas: previó la apertura del canal de Suez y la invención del teléfono.

            Hay mucho de quimérico en los sueños de organización social de este utopista ingenuo y sus adversarios lo ridiculizaron acremente. John Gray nos recuerda cómo el socialista utópico francés “aguardaba con esperanza la aparición de nuevas especies (como los “antileones” y las “antiballenas”, cuya existencia tendría como único fin servir a los seres humanos) y que según relató Nathaniel Hawthorne en su novela Historia del valle feliz) creía que llegaría un día en el progreso de la humanidad en el que ésta lograría que el mar supiera a limonada”[2]. Faguet opinaba que su proyecto era “la Arcadia de un chupatintas” y otros lo llamaron “el Ariosto de los utopistas”.

            Sin embargo se le siente como precursor: su influjo, como constatamos, fue muy vigoroso no sólo en algunas minorías intelectuales sino en el movimiento obrero y cooperativo francés de la segunda mitad del siglo XIX. Fourier fue en muchos aspectos un adelantado a su tiempo. Su crítica del consumismo, y del desarrollismo, su ecologismo, su defensa de la humanización del trabajo y de la liberación de las mujeres fueron sorprendentemente actuales. Por lo que respecta a su anticonsumismo y a su antidesarrollismo, Fourier se mostró contrario a la producción en serie de la industria de su tiempo, tan alentada por los economistas coetáneos, para quienes “el aumento en la producción y el consumo de objetos industriales” eran índices de prosperidad. Para nuestro  reformador en la futura Harmonía (o Armonía) deberá buscarse lo contrario: la industria no tratará de producir objetos en cantidades ilimitadas y de mínima duración sino una variedad de productos manufacturados en cantidades limitadas, de enorme duración y mínimo consumo (“los objetos serán eternos”). Curiosa prefiguración crítica, la suya,  de la sociedad contemporánea, consistente en poner freno al desarrollo industrial y al crecimiento demográfico. Con más de un siglo y medio de anticipación Fourier hizo la crítica del “productivismo” y de la sociedad de consumo capitalista

             En lo que se refiere al trabajo una de sus grandes preocupaciones fue hacerlo atractivo y, si fuera posible, hasta lúdico: en los falansterios los hombres y mujeres deberían trabajar con el mismo entusiasmo que con el que juegan o se entregan a sus pasiones favoritas, como si se tratara de un placer. La variedad, el cambio en la actividad laboral era uno de los principios rectores de su sistema de trabajo. La verdadera condenación no consiste en trabajar sino en hacer siempre las mismas cosas, sin creatividad ni motivación algunas, de manera monótona y onerosa. Propone por ello una alternancia de trabajos que permitan al hombre poner en la práctica todas sus tendencias[3]. El eros no debería someterse al trabajo sino al contrario, haciendo de él no un sacrificio o una tortura sino un juego, una diversión. Su oposición a la tradición judeocristiana del trabajo como castigo o condena fue explícita, como también lo fue para con la tradición marxista (Lenin, Trotsky), para la que  el trabajo también será siempre una pena sin otra compensación, una vez abolida la infamia del trabajo asalariado y alienado, que la “satisfacción del deber cumplido” o la satisfacción altruista del egoísmo individual, en expresión de Trotsky.            En Harmonía el trabajo es un juego, un placer  y un arte al mismo tiempo, porque está regido por la Ley de la atracción personal.

            Fourier prevé hasta los más nimios detalles de su utopía: así, por ejemplo la falange cuya actividad, por gusto propio, sea el cultivo de los perales estará subdividida de acuerdo  con la clase de peras que cuide. Partidario de la agricultura frente y sobre la industria fabril, consideraba el trabajo industrial con un muy limitado poder de “atracción pasional” y, en consecuencia, propugnará reducir al mínimo el tiempo dedicado al trabajo en las fábricas, que deberían dispersarse en las áreas rurales, evitando convertirlas en la principal ocupación de la comunidad. “La concentración en las ciudades de fábricas, repletas de criaturas desdichadas, como ahora sucede, es contraria al principio del trabajo atrayente”, llegaría a confesar. Esta preferencia por el medio natural, rural y por la agricultura así como su defensa del paisaje en los albores de la era industrial, revelan un indudable ecologismo avant la lettre.

Fourier, el falansterio como organización social,Tomás Moreno             La situación y liberación de la mujer fue, finalmente, otra de sus preocupaciones centrales. En su Tratado de la asociación doméstico agrícola, (capítulo V. “De la condición de las mujeres”) llegaría a afirmar nuestro reformador francés lo siguiente: “Las naciones más corrompidas han sido aquellas que con mayor rigor han subyugado a la mujer”. Para Fourier el avance social coincide siempre con la marcha de la mujer hacia la libertad y el retroceso de los pueblos resulta de la disminución de las libertades femeninas. La extensión de los privilegios de las mujeres es la causa fundamental de todo progreso social[4]. Una vez analizada su compleja cosmovisión, con sus aciertos y sus errores hay que reconocer –y aquí es donde el precursor de los socialistas se convierte en el precursor de Freud que Para Fourier los meramente económico no puede bastar, ni calmar la búsqueda de la plenitud o de la felicidad del hombre, ella solo se podrá encontrar en el “sí mismo” del hombre.

            Entre sus discípulos y seguidores fourieristas más destacados podemos señalar a Victor Considérant, sobre todo por sus periódicos (Le Phalanstère 1832-1834, La Phalange 1836-1840, principal propagador de su doctrina y que conquistó numerosos adeptos a su causa, a veces procedentes del saint-simonismo. Trató de experimentar sin éxito falansterios. En realidad, aligeró bastante la doctrina de Fourier, apartando los manuscritos que juzgó libidinosos, como Le Nouveau Monde amoureux, que permaneció inédito hasta 1967. La influencia de Fourier en el extranjero fue considerable, en toda Europa (en Prusia, Inglaterra, Alemania) en España, en donde sobresalieron Garrido, Sixto Cámara y Joaquín Abreu[5], y sobre todo en los Estados Unidos, donde fueron fundadas numerosas comunidades fourieristas. Su personalidad y doctrina fueron redescubiertas en el siglo XX tanto por los surrealistas  (admiradores de su ingenio e imaginación, recordemos la Ode à Fourier de André Breton, de 1945) y por el  movimiento de las comunidades hippies de la década prodigiosa (influido por el pensador de la contracultura Herbert Marcuse), como por parte de los ideólogos de mayo del 68  y un considerable grupo de la izquierda freudiana, en su versión más heterodoxa (G. Groddeck, Sex-Pol, etc.).


Tomás Moreno



[1] De ahí que su pensamiento político haya sido calificado indistintamente de socialista, de utopista o de anarquista. Cf. Carlos Sanchez-Casas y Felipe Guerra, Fourier, ¿Socialista utópico?, Editorial Zix, Madrid, 1973 y Mirella Larizza, Presupuestos del anarquismo de Charles Fourier, Ed. Zyx, Madrid, 1970.
[2] John Gray, Misa negra. La religión apocalíptica y la muerte de la utopía, Paidós, Barcelona, 2007, p. 31.
[3] Algo así “vislumbrarían” Marx y Engels para su “sociedad comunista” una vez establecida, tal y como nos lo describe en La ideología alemana de 1845 (cap. 1, parágrafo 2), en donde, según profetizan los fundadores del socialismo científico, nadie tendrá “una esfera de actividad exclusiva sino que cada quien puede hacerse ducho en la rama que desee […] Así me es posible hacer una cosa hoy y otra mañana, cazar en la mañana, pescar en la tarde, criar ganado al anochecer, criticar después de la cena, como se me antoje, sin convertirme nunca en cazador, pescador, pastor o crítico”.
[4] Charles Fourier, Doctrina social (El Falansterio), op. cit., pp. 30-34.
[5] Socialismo utópico español. Selección de Antonio Elorza, Alianza Editorial, Madrid, 1970.



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