Para la sección, Pensamiento, del blog Ancile, traemos una nueva entrada que lleva por título: La mente continua.
LA MENTE CONTINUA
Mente, pensamiento, conciencia.
¿Qué tienen en común estas terminologías? ¿Qué las diferencia? A mi juicio, y
dada la importancia que en los estudios modernos de la conciencia adquiere a
través de la neurociencia, sería más que conveniente trazar algunas nociones
sobre el repertorio terminológico al respecto, sin olvidar que otros ámbitos
del saber humano tiene mucho que decir al respecto.
La
mente (men, mentis) es término que
relaciona su acepción originaria –etimológica- a los procesos que reconocemos a
través del pensamiento, siendo la potencia intelectual del alma,[1]
adquiriendo carácter sinónimo con pensamiento,[2]
aunque observando una más que
interesante vinculación con el propósito, el designio y la voluntad. La mente
entendida como proceso cognitivo[3]
la enlaza con la psicología y así mismo la sitúa más cerca de la enunciada
neurociencia.
El
pensamiento (pensare), coloca su término dentro del campo semántico de la
comparación, la estimación, el examen, la semejanza, la analogía; la facultad
de pensar[4]
lo sitúa en el dominio activo de la acción –y efecto- de pensar,[5]
para conectarlo con el mundo de las ideas[6],
singularmente del eido (yo vi) del
territorio de las formas y las apariencias.
La
conciencia (conscientia) –estar consciente
del bien y del mal, supone etimológicamente: con (unión, conjunto, todo) y scientia
(cualidad del que sabe), una significación acaso más compleja: de aporte
ético[7],
racional y de conocimiento[8]
(espontáneo) de la realidad[9]
y por tanto como especial percepción que
vincula al mundo a aquél que la tiene y la contiene.
Esta
aproximación y diferencia terminológica tiene una gran importancia si queremos
saber de qué hablamos cuando decimos: conciencia. Las tres terminologías
indican en cierto modo una función psíquica (aunque, paradójicamente no sepamos
muy bien lo que es la psique),[10]
cuya referencia al alma (psy-c-khé) abriría
más incógnitas que soluciones, ante todo porque el alma es el principio de la
vida[11],
por lo que intentemos arreglárnoslas con la idea de mente (y pensamiento). Así
las cosas, ¿podemos decir que la mente es un producto de la evolución? ¿Qué es
lo que evoluciona, el sistema nervioso y el cerebro, si la mente (y el pensamiento)
es un epifenómeno de aquellos (sistema nervioso y, sobre todo, cerebro)?
La
mente, se dice, que ha evolucionado en respuesta a otras mentes[12]
en tanto que crea oportunidades y exigencias para otros. En cualquier caso no
debemos ignorar que no son pocos los que piensan que es nuestro cuerpo y no
tanto el cerebro, el responsable de buena parte de la inteligencia con la que
manejamos el mundo (cognición personificada o corpórea).[13]
En cualquier caso, ¿debemos aceptar la afirmación de William James de que la
conciencia, como corolario de la mente (y del pensamiento) de que esta no surge
de manera espontánea o repentina? Se diría que esta continuidad evolutiva exige
de una aproximación distinta en cuanto que atendemos al fenómeno de la
experiencia subjetiva. De todo ello hablaremos en próximas entradas de este
blog Ancile.
Francisco Acuyo
[1] RAE,
primera acepción.
[2] RAE,
segunda acepción.
[3] RAE,
tercera acepción
[4] RAE,
primera acepción.
[5] RAE,
segunda acepción
[6] RAE,
cuarta acepción.
[7] RAE,
acepción primera y segunda.
[8] Rae,
acepción tercera y cuarta
[9] RAE,
acepción quinta y sexta.
[10] Jung,
C.G.: Escritos sobre espiritualidad y trascendencia, Edt. Trotta, Madrid, 2016,
p.145.
[11] RAE,
acepción primera y única.
[12] Godfrey-Smith,
P.: Otras mentes, Taurus, Madrid, 2017, p. 53.
[13] Clark,
A.: Estar ahí, Cerebro, cuerpo y mundo en
la nueva ciencia cognitiva, Paidós, Barcelona, 1999.
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