FE, CIENCIA Y
CONCIENCIA DE LA POESÍA
La escisión entre ciencias y fe
en occidente, pensamos, que será un gesto sino equivocado hiperbólico en cuanto
a la naturaleza mental o psíquica del ser humano, en favor de los postulados de
la razón científica en posición a las intuiciones inconscientes de nuestro
propio espíritu, las cuales han acabado con su propia negación. El rechazo por
el homo naturalis que inevitablemente
respira en nuestros poros, es el síntoma del horror seguro que espera a quien
sin una madurez interior acepte los frutos peligrosos de la ciencia y su
tecnología, aun con sus indiscutibles comodidades y ventajas para la vida
cotidiana. De hecho, todos sus avances y progresos siguen ser capaces de contestar las últimas y
trascendentes preguntas que por siempre agobiarán al hombre en su tránsito
existencial. No todo puede conseguirse mediante el mecanismo de la técnica.
En
realidad, en nada somos superiores a la misma naturaleza de la que todos
derivamos. El desconocimiento de nuestro ser necesariamente vinculado a la
naturaleza nos llevará a la autodestrucción en favor de una voluntad de hacer
camino, pues esta senda es la de nuestra propia perdición. A estas alturas de
nuestra exposición cabe interrogarse: ¿Es posible encontrar un lenguaje, una
expresión, una manera, un menester mediante el que podamos reconocernos a
nosotros en la naturaleza? De forma casi instantánea trataremos de hacerlo
mediante el juicio de razón y el mecanismo de la ciencia. Pero, ¿será esto
suficiente? Parece claro que no. Se queda nuestra alma insatisfecha si
indagamos mediante el intelecto, porque en verdad se hace preciso investigar
más allá de aquél, si ha de hacerse con la más íntimo de nuestro corazón y de
nuestra conciencia.
Si
algo he aprendido del lenguaje poético, es que este nos ofrece la riqueza del
símbolo, de la analogía, de la metáfora, de una suerte de crucial metafísica
que supera cualquier juicio conceptual atento a al proceso lógico de la
gramática al uso convencional, y es que nos habla de lo más hondo de nosotros
en el mundo, que es lo mismo de nosotros con lo(s) demás. Esta introversión,
este ejercicio autógeno del que es capaz el lenguaje poético es una vía
excepcional (y a la vez natural) de ponernos en contacto con nosotros mismos si
ser escindidos de lo(os) demás. Lo oculto se ofrece para ser aprehendido no de
manera analítico reductiva, sino integradora, sintética, creativa. Será por eso
que cuando hablamos de poesía (fuera de la música y el símbolo del verso) poco
se dirá que ver tenga con su singular y genuina sustancia, acaso sólo derivaremos
sobre la ilusión de lo que decimos tenga que ver con ella.
Lo
sensorio y emocional del lenguaje poético (construido sobre su característica
estructura rítmica) lo emparenta de manera muy particular con la música, y
aunque exige de un desciframiento, este, en muchos casos, es universal en
cuanto a los rasgos simbólicos que es capaz de aportar en su discurso. El
significado y el sentido de este lenguaje (no común, si trasgrede el uso usual
de aquella en muchos aspectos) radica en su musicalidad y aporte simbólico que
lo hace universal, si hijo de un acervo inconsciente del hombre que es puesto
de manera manifiesta a través de este modo de construir el discurso, pero,
también se sitúa más allá de lo meramente experimental que no lo puede hacer
verificable sino es a través de su canto que lo trasciende del fenómeno
secundario que es lenguaje común.
Mas
también emparenta a la poesía con la matemática,[1]
no será sólo en matemáticas donde impere el criterio de verdad y belleza, por
demostrable. Las matemáticas no mienten, no fingen (al contrario según Pessoa),
pero que muestra otra verdad no menos innegable aún en la imprecisión y
limitación de la palabra, su necesidad, porque
no podemos pensar lo que no se puede pensar, por tanto tampoco podemos decir lo
que no podemos pensar.[2]
Abundaremos sobre todo esto en próximas entradas del blog Ancile.
Francisco Acuyo
[1] Acuyo,
F. Véanse las numerosa entradas del blog Ancile dedicadas al estudio
comparativo de ambas disciplinas.
[2]
Wittgensteins, L.: Tractatus, Gredos, Madrid, 2017, 5, 61.
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