Para la sección Pensamiento, del blog Ancile, traemos una nueva entrada que lleva por título: La realidad de la nada, fragmento del conjunto Todo sobre la nada, inédito por el momento y que se baraja entre varias editoriales su publicación. Cuando esté decido se avisará previamente.
LA REALIDAD DE LA NADA
¡Oh alma mía,
sal fuera, Dios
entra!
Hunde todo mi ser
En la nada de Dios.
[…]
¡Oh Bien más allá
del ser!
Maestro Eckhart
El grano de mostaza
Del nata al vacivus, o del cultismo vacuus
latinos (pronombre y adjetivo, respectivamente), se puede trazar la señal, el
signo, el punto de partida etimológicos[1] de
dos términos que veremos en este corpus de
reflexiones sobre la nada, desfilar en
muchos momentos como análogos. No
obstante, debemos reconocer y distinguir convenientemente el concepto de nada
en oriente (Upanishads) como conciencia profunda, sin imágenes, y que se
relaciona con la nada mística que no es la negación absoluta. Es una realidad
inobjetiva e inefable propia de los misticismos más diversos (pues nada puede cambiar sin producirse el
contacto con esa región del ser absoluto… que es la nada).[2]
Muy interesante diferencia la idea –egipcia- del vacío, relacionada con la
abstracción y el concepto de espacio, o
lugar que se produce por la pérdida de la sustancia necesaria para formar el
cielo.[3]
Así las cosas, y aunque se dice que la naturaleza
aborrece el vacío (la nada) por carente de espacio y lugar, es cierto que nos persigue de la manera más extraña y
paradójica: No hay nada más real que la nada.[4] No
recabaremos nosotros en esta ocasión documentaciones de carácter neurológico y
neurofisiológico de personas que hayan estado sometidas a condiciones diversas[5]
que les hayan llevado percibirse como la
nada en este mundo[6].
Demócrito,
Lucrecio y Epicuro encabezando la corriente tomista clásica acaso fueron
primordiales en occidente en la concepción y necesidad de la nada como vacío en
las nociones filosóficas y científicas incluso hasta nuestros días. Plutarco
ponía en boca de Demócrito que el algo no
existe en mayor medida que la nada,[7]
invistiendo a la nada de naturaleza y realidad propia. La movilidad del átomo
es la garantía de la existencia del vacío (la nada como topos en donde ha de producirse dicho movimiento, y cuya cualidad
incorpórea es característica).
Los dos grandes monstruos del pensamiento occidental,
Platón y Aristóteles, se postulan en contra del vacío (o de la nada,
considerada como espacio intermedio entre el ser inmutable y absoluto y el ser
relativo que deviene, siendo para Platón un espacio independiente de los
cuerpos que, influiría en pensadores posteriores platónicos)[8],
sobre todo la aportación a aristotélica a esta oposición es proverbial y se extiende
aún en nuestros días, tratando de refutar que el movimiento implicara
necesariamente la existencia del vacío.[9] De
nuevo (con matices varios) la nada es rechazada posteriormente como realidad,
si acaso como algo concebible o abstracto (estoicismo y otras corrientes de
pensamiento de la antigüedad y de un posterior eclecticismo)[10].
Veremos que la contraposición de tomismo y aristotelismo ha prevalecido durante
siglos en relación a la concepción de la nada o vacío.
Lo cierto es que el cuestionamiento de la realidad de la
nada o vacío no ha sido (no lo es hoy día) un asunto baladí y controvertido al
tiempo. El horror vacui (fuga vacui) medieval y escolástico fue
en verdad un principio[11]
de rechazo empírico y metafísico que habría de culminar en la clausura teológica del mundo.[12]
La realidad de la nada, como se puede ir constatando, será una constante de
discusión que no cesa, en el Renacimiento vuelve la controversia con la
admisión de algunos a dicha realidad[13] y
que culminaría con la concepción revolucionaria de Copérnico y su
heliocentrismo, aun cuando el mantiene la idea del mundo como pleno y no
postulando nunca un espacio (vacío), pero es claro que el modelo copernicano[14]
contiene en germen las ideas de la vacuidad del espacio.[15]
Francisco Acuyo
[1]
Curiosamente, nata, es forma femenina
del participio natus-a-um (nacido),
del verbo nacer (nasci) y su singular
y extraña evolución semántica que, proveniente de la expresión latina res nata (la cosa en cuestión), acabó
derivando en la expresión en sentido negativo, nada, así el nasci, nacer, dar a luz, …acaba por tener
la acepción que reconoce la misma RAE: inexistencia total o carencia absoluta
de todo ser. Las acepciones de la RAE en cuanto a vacío son bastante más
dispersas (y diversas), pudiéndonos quedar con la acepción primera: Falto de
contenido físico o mental; hasta la trece: espacio carente de materia.
[2] Cirlot,
J. E.: Diccionario de símbolos,
Siruela Madrid, 1997, pág. 327.
[3] Ibidem,
pág. 459.
[4] Gregory,
R.L. : Diccionario Oxford de la mente,
Alianza, Madrid, 1995, pág. 783.
[5]
Narcolepsia, anestesias y condiciones diversas bajo el efecto de drogas.
[6] Ibidem.
[7] Diels,H.
– Kranz, W.: Die fragmente der
Vorsokratiker, Berlín, 1934-35, Los
filósofos Presocráticos, Gredos, Madrid, 1979-1980, Plutarco, Adversus
colotem.
[8]
Donde el espacio sería luz inmóvil que cohesiona el mundo.
[9]
Deduciéndose en la Edad Media de esta concepción aristotélica la distinción
entre vacío continuo, intersticial y extracósmico.
[10]
Como es el que caso de Estratón, Herón y Filón, que llegarían a admitir el
vacío intersticial.
[11]
Ribas, A.: Biografía del vacío,
Destino, Barcelona, 1997, pág. 61.
[12]
Tomás de Aquino rechaza la nada del vacío porque el límite del mundo es
impenetrable; Duns Scoto que rechaza cualquier correlato espacial al margen de
la ubicuidad de Dios.
[13]
Telesio y Patrizzi aceptan su realidad en las obras: De rerum natura iuxta propia principia (1586), y Nova de universis philosophia,
respectivamente.
[14]
Modelo que rompe la oposición entre materia y la quintaesencia etérea (éter)
vinculada al símbolo de la luz y cohesión universal, llevando a la confusión
entre éter y vacío.
[15]
Ribas, A.: opus cit. Pág.98.
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