Aportamos un nuevos post sobre el tratado sobre la nada que lleva por título: La nada y la lógica paradójica de la creación (fragmento), y todo para la sección Pensamiento, del blog Ancile.
LA NADA Y LA LÓGICA
PARADÓJICA DE LA CREACIÓN
El cuerpo es el árbol de la iluminación,
La mente es como un claro espejo con pie.
Púlelo con diligencia una y otra vez
Sin dejar que en él se acumule el polvo.
Shen-hsiu
La iluminación originariamente no tiene árbol,
ni existe pie para un espejo claro.
Originariamente no existe sino el vacío,
¿dónde podría acumularse el polvo?
Hui-Neng
[…] ser libres y vacíos como
libre y vacío es Nuestro Señor
[…]
Sermones
Maestro Echart
Cuando
al inicio de este conjunto de reflexiones advertíamos de la realidad de la
nada, estábamos hablando de aquella presencia real de todo aquello que,
paradójicamente, permanece oculto al yo y de todo lo que hay –perceptible- en
el mundo.[1]
Mas ¿qué realidad es ésa que no podemos constatar mediante la conciencia y la
percepción, y cómo puede hacerse presente? Desde esa nada, no obstante, hasta
los mismos físicos coinciden en que tienen lugar los procesos creativos, no
solo humanos, sino también naturales.[2][3]
Cuando nos referimos al olvido de sí
para llegar a esa realidad de la nada, hablamos de una realidad que se hace
presente para tomar posesión plena del cuerpo y de la mente. Este olvido de sí
y de todo conocimiento parece tener mucho que ver con el proceso de creación
que aspira algo nuevo desde la nada. El creador aspira pues a un ser separado (que las religiones
identifican como el permiso de la entrada, concepción y nacimiento del Verbo
Divino).[4]
Cualquier proceso de creación tiene como principio básico la nada en tanto que
esta se halla desde el origen como único principio de realidad.[5]
El acceso a la nada es posible por
la vía de lo mors mystica (o la Gran
muerte, en oriente –budismo zen-), pero también en los procesos genuinamente creativos
que aspiran a ser en verdad a ofrecer algo nuevo, y mantienen la exigencia de
un morir a lo conocido para ser en lo nuevo, podemos constatar este proceso en
poesía cuando el lenguaje trasciende los límites lógico gramaticales -y de la
razón- porque la nada exige una lógica
sin porqué, manifiesta en un lenguaje
siempre en exilio.[6]
Cuando Saulo se levantó del suelo y, con los ojos abiertos, nada veía,[7] y
el maestro Eckhart establecía como uno de los sentidos de la frase: nada veía y esa nada era Dios[8], hablamos de la nada de un intelecto
que ya no busca, que permanece en su ser puro y simple, tratamos con una
realidad inefable que alienta especialmente cualquier proceso creativo como
fruto de la nada. Pero, ¿en esta nada accesible a la ciencia? ¿Acaso a la
filosofía –la metafísica-? ¿O es un producto netamente religioso? En el
fenómeno creativo vemos que los límites entre una y otra manera de acceder a la
realidad de la nada se diluyen. Es cierto que la poesía, como proverbial modo
de creación (poiesis) parece nadar
entre ambas aguas, si admitimos el principio poperiano (de falsabilidad) de que
la ciencia no puede ser verdad absoluta, la realidad del vacío puede, en el
reconocimiento de los límites científicos, ser accesible al entendimiento de
manera interdisciplinar, sí aceptamos como contradictio
in terminis que sólo una de las dos puede ser verdad.[9]
Así pues, la nada es una realidad
que adquiere la condición de entidad desconocida que está entre el nacimiento y
la desaparición de las cosas, donde la forma es nada y la nada acaba siendo
forma, y cuyo tránsito entre una y otra es abierto por un abismo absoluto que
es incognoscible, pero que en realidad no
se separan un instante.[10]
Francisco Acuyo
Francisco Acuyo
[1]
Nishitani, K.: opus cit. Pág. 54.
[2] Binning,
Gerd.:Desde la nada, Galaxia
Gutenberg, Barcelona, 1996.
[3] Esto, en
cierto modo, implica una suerte de conciencia regidora en todos los procesos
naturales y fenomenológicos del mundo.
[4] Vega
Esquerra, A.: prólogo a El fruto de la
nada, Maestro Eckhart, Siruela, Madrid, 1998, pág. 15.
[5] Ibidem,
Pág. 28.
[6] Derrida,
J.: Cómo no hablar, Anthorpos, Barcelona, 1997.
[7] Hechos
de los Apóstoles, 9, 8.
[8] Maestro
Eckhart: El fruto de la nada, Siruela, Madrid, 1988, pág. 87.
[9]
Nishitani, E.: opus cit. Pág. 130.
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