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viernes, 27 de noviembre de 2020

DE VIDAL, VIDALIA, POR ANTONIO CARVAJAL

 Para la sección Extractos críticos y De la métrica Celeste, del blog Ancile, que como verán, en ambos sitios pudiera estar perfectamente contenida, traemos una nueva entrada de mano del enorme poeta y eximio profesor Antonio Carvajal, que nos habla del libro Flores de la inocencia (Olé Libros, Valencia, 2020), del poeta José Luis Vidal, y todo bajo el título: De Vidal, Vidalia. Desde aquí nos unimos con Antonio para expresar nuestra recomendación de lectura de tan exquisito libro de poemas.


De Vidal, Vidalia, Antonio Carvajal


DE VIDAL, VIDALIA




Recibo Flores de la inocencia (Olé Libros, Valencia, 2020), previa consulta de su autor,

José Luis Vidal, que me quiere y me respeta tanto que no me pide para sí tiempo de mi

jubilación, sino que me regala frutos exquisitos y bien escogidos de horas de estudio y

de creación en la suya. Explica Jaime Siles en un ensayo sobre la Eneida que Virgilio

diseña un héroe sobreabundante de piedad y escasísimo de furor; toda mi vida he

querido ser pío, sobre todo en los años de vida que me restan, mas me mueve a furor la

intempestiva invasión de centones éditos o inéditos de quienes piensan que nada puedo

hacer mejor que consumir mis horas leyendo sus ocurrencias que, sin pudor alguno ni

respeto a mis ya escasas canas, me envían.


Repito: José Luis Vidal me consultó previamente. Y heme aquí disfrutando su palabra

medida, llena de piedad y exenta de furores, sometida conscientemente al arte de buen

trovar. Ha trazado un esquema flexible: poemas breves de nueve versos y en metros

ligeros, armónicos y oscilantes. Pocas veces alcanza el endecasílabo, combina los de

cinco, siete y nueve sílabas y, muy raramente, algún pie trisílabo. La brevedad de los

versos le permite al lector apreciar instantáneamente gallardías del pensamiento, joyas

de la dicción, y así nos conmueve definiendo su paternidad como sustancia de su anhelo

mientras se siente arrebatado por un azor azul. Piedad: lleva a su padre incorporado en

sus pulsos, laten en sus manos las manos de sus hijos, que ya se le escapan; por ellos y

en ellos se hace palabra desde su carne.


Frente a la canción trovadoresca, de gran empaque sonoro, aunque en principio sus

esquemas fueran libremente dispuestos y luego disciplinadamente respetados por el

autor, Vidal opta por la estructura breve, constantemente variada y modulada, sólo

sujeta a la cantidad de versos, siempre nueve. Ni siquiera la rima es constante y, cuando

suena, espira vocales, no se ata al tañir de las consonantes, y se desliza por los versos

pares, excepto cuando liga el final con la misma voluntad de subrayar sonoramente los

conceptos con la que nuestros clásicos cerraban sus liras y octavas y los ingleses sus

sonetos desviados del itálico modo:


A Paco Albert en su agonía


Te traigo

este breve murmullo,

humano, torpe,

impuro,

ahora junto a ti.

Y tú, harto del humo

de tantos ritos falsos,

te abrazas a mi bulto,

que ya no es tu mundo.


Hay quienes niegan el simbolismo fónico, allá ellos. Hay quienes braman contra la

rima, con su pan se lo coman. Pero poetas y lectores de mucha sensibilidad notaron que

la ú los sobrecoge o asusta o entristece, desde la famosa “unda recumbit” de Horacio a

la “infame turba de nocturnas aves” de Góngora y a este Vidal que aduzco.

¿Y qué decir del balanceo conceptual, corpóreamente sustentado por los garbosos

encabalgamientos? Óigase:


Amo las nubes. Sus vaivenes

de ser y de no ser

me afectan. Ellas nacen

de un amor sin sentido

que, azul azor,

picotea mis pétalos.

Las nubes, luces

y sombras de mi mal

de altura.


Bullen las rimas internamente, la multiplicidad de vocales tónicas diluye la oscuridad de

la u acentuada, las fricativas sugieren movimientos sordos, las laterales y vibrantes le

dan ligereza y rumor al vuelo. Vidal hace sus versos para que suenen. Digámoslos para

oírnos. Azul azor. ¡Y cómo se eleva!


Hace años tuve la dicha de editar y anotar las jaiquillas de Antonio Piedra. Hoy soy feliz

divagando brevemente sobre estas estrofas de José Luis Vidal que me han dado un

ligero quebradero de cabeza para nombrarlas. No son novenas ni novenillas, porque se

mezclan medidas y no responden a viejos ritos, como el de las coplas castellanas; por lo

mismo no son nonas ni nonillas, aunque en ellas lo par cuente menos que lo impar. Si a

una décima que el autor llamó redondilla los demás la llamamos espinela, llamemos a

esta estrofa vidalia, que para eso tiene padre conocido.



Antonio Carvajal

Motril, 24 de noviembre de 2020







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