Bajo el título de La gracia de la razón: y la aspiración al infinito, recogemos una nueva entrada para la sección Pensamiento del blog Ancile.
LA GRACIA DE LA RAZÓN:
Y LA
ASPIRACIÓN AL INFINITO
Es proverbial el reconocimiento
de la vía racional para el entendimiento o comprensión o alcance o intuición
razonada de lo trascendente. Se deduce que es inevitable la pregunta por esta
trascendencia, aunque esta interrogante y potencial sabiduría provenga de lo
estrictamente vinculado a una conciencia, en nuestro caso, una conciencia
humana que se pregunta sobre la realidad última y primera de la cosas. Desde
luego también somos perfectamente conscientes. En este sentido la razón que
interroga está investida de la gracia que debe partir de la idea misma de esa
Realidad Total. Así lo explican los filósofos y prácticamente cualquier teólogo:
la idea de Dios debe provenir de Dios mismo en tanto que está en todos nosotros
desde siempre.
Aun
con las limitaciones del conocimiento (que nos impiden acceder a esa Realidad
suprema directamente), las aproximaciones y potenciales pruebas racionales de
su existencia no hacen sino dar crédito mediante la fe de su posible
revelación, inalcanzable para la lógica ordinaria y conceptual.
Es
así que la creencia e incluso la intuición de la Verdad, si tiene su origen en
la humanidad (o en cualquier entidad con conciencia) que razona sobre ella, se
reconoce ampliamente que esta idea o impronta proviene de lo que en nosotros
hay de trascendente, que no es sino lo que pudiere de tener semejanza con
aquella Realidad última.
Al
margen de las perversiones de la fe llevada a la idolatría más variopinta
(nacionalismos, ideologías políticas, fundamentalismo políticos y religiosos…)
que llevan a la sacralización de entidades bien distantes a la sustantividad de
lo trascendente (arraigados en supuestas realidades históricas: patria, Estado…
–lo veíamos en el anterior capítulo-), no hacen sino dar fe bastante pagana de
la necesidad de llenar el hueco inmenso que ha dejado la obliteración de ese instinto de lo trascendente, y que es
acaso lo que más me ha hecho, personalmente, mantener una prudencial –en muchos
caso radical- distancia con las creencias religiosas institucionalizadas.
Aquellas
realidades que no se perciben directamente son las que abarca no solo la fe,
también la gracia de la razón que indaga sobre ellas. Y es que la realidad
ordinaria desde donde parte el entendimiento racional de lo perenne tiene su
sustancialidad o ser en la Realidad de lo Absoluto.
Resalto
nuevamente el hecho incontestable de las limitaciones iniciales del lenguaje estándar,
anclado en las conceptualizaciones gramaticales y de sintaxis de su uso
habitual para alcanzar o expresar estas realidades trascendentes, a no ser
mediante el especial lenguaje de la poesía que, al igual que las matemáticas
hacen, indagan sobre la base de un uso desviado de la norma y en relación
directa con una simbología excepcionalmente potente para aproximarnos a este
ámbito de lo trascendente. La extravagancia expresiva, la paradoja verbal, las ambigüedades
y analogías propias de la poesía que quieren entrar en ese Orden de Realidad de
otra forma totalmente inaccesible.
El
planteamiento verbal discursivo al uso es totalmente inútil para el entendimiento
y acceso a la realidad, y por eso el lenguaje poético, integrador, paradójico
ofrece la posibilidad de esa unión para el acceso al Fundamento de toda
Realidad Última
Abundaremos
en estas reflexiones sobre esta cuestión harto interesante y aún en otras no
menos fascinantes para los amigos de estas indagaciones sobre lo que en última
instancia nos estimula y puede dar sentido a nuestras vidas.
Francisco Acuyo
No hay comentarios:
Publicar un comentario