Abundando sobre la razón e instinto de trascenderse, traemos un nuevo post para la sección Pensamiento del blog Ancile que lleva por título: Realidad, ciencia y creencia en la modernidad.
REALIDAD, CIENCIA Y
CREENCIA EN LA
MODERNIDAD
Hablábamos en anterior entrada
del cierre categorial del saber científico sobre cualquiera otra manera de
comprensión o entendimiento del mundo. La clausura epistemológica es tan
estricta como violenta, en tanto que cierra cualquier aproximación a la
realidad que no sea deducida desde su seno metodológico ¿infalible?. Nihilismo,
escepticismo, deconstrucción… son entre otras las claves para afrontar lo que
la realidad sea en la posmodernidad.
El
injustificado rechazo al pensamiento
simbólico conlleva, a mi juicio, más déficits que beneficios. Es claro que su
rechazo deja aún en más evidencia las deficiencias del rigor epistemológico de
la ciencia para atender a las necesidad profundas del ser humano que, por
cierto, acaba por poner sobre la mesa las carencias de la misma razón al pairo
exclusivo del método científico. Mas, entonces, por qué habremos de creer en
una ciencia que no puede dar respuesta a interrogantes que se muestran a lo
largo de los siglos como necesarias para, cuando menos, una higiene mental
razonable que nos ponga en armonía con el mundo del subjetivo que, a mi juicio,
trata de solventarse con resoluciones y dictámenes netamente profanos.
Si
atendemos a aquel asombro extasiado (y extasiante) de Einstein[1]
ante la contemplación del universo nos habla de este asombro por el
conocimiento de las cosas como un fin en sí mismo (Goethe), mas no instalado en
un placer o una visión hedonista de la contemplación de tanta belleza, sino
como puerta para la realización de las grandes preguntas y la posibilidad de
encontrar respuestas.
El
desiderium sciendi (Tomás de Aquino)
no se detiene, como decimos en el mero gozo de belleza sino de entendimiento.[2]
Es clara que la curiosidad del funcionamiento intrínseco de las cosas anima la
curiosidad, y deja evidente su funcionalidad práctica, científico-tecnológica,
que no puede dejar entrever otra necesidad acaso mentalmente aún más
perentoria: el significado o el sentido de las cosas.
Proponemos
en este espacio que la realidad, la ciencia y la búsqueda de significados no
tienen por qué está en franco enfrentamiento y ser fuente de continuas
controversias. Acaso el reconocimiento del espacio que la ciencia ocupa no debe
estar en guerra perpetua con la indagación de aquellos significados.
¿No
estaremos entrando un momento peligroso para la propia ciencia al intentar
indagar más allá de las estructuras y metodología para las que fueron
consideradas y construidas? Creo que el inquietante reconocimiento de sus
límites, por cierto, base fundamental metodológica para ser ciencia, abre un
horizonte de incertidumbre por no reconocer la verdad científica, si bien es
exacta, es también incompleta y penúltima,[3]
y todo porque acaso lo fundamentalmente último será el valor y el sentido de
las cosas.[4]
Seguiremos
indagando en posteriores post de este blog sobre estas consideraciones por su
interés revelador para intentar acercarnos a la realidad a la que pretende
acceder la ciencia, mas, también otras maneras
de aproximación a la misma.
Francisco Acuyo
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