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viernes, 16 de julio de 2021

AQUEL HOSPITAL

   Nuevo post para la sección de Narrativa con un flamante relato de nuestro querido colaborador y amigo Pastor Aguiar, bajo el título; Aquel Hospital.

 

AQUEL HOSPITAL

 






 
 
El hospital vino hasta mí; no voy a jurarlo porque a fin de cuentas no estoy narrando esta historia frente a un tribunal, el colmo sería.
 
Y no era exactamente como el hospital donde habitualmente trabajo de técnico de pruebas de sueño. Por fuera aparentaba tener tres o cuatro pisos, pero más tarde, por dentro, comprobé que pasaban de seis. Además, lo vi más ancho, extendiéndose casi a la redonda por toda la manzana.
 
Yo quise entrar por el frente, para marcar mi tarjeta en el reloj, y desde allí subir al laboratorio. Estaba en tiempo, quince minutos para las siete. Debía tener al menos un paciente esperándome en el saloncito del quinto piso, adyacente a nuestro lugar de trabajo. De no haber sido así, el jefe me hubiera pasado un mensaje de texto: “No tenemos casos hoy”.
 
En vez de parquear mi auto en el sitio de los empleados, se me ocurrió dejarlo sobre un filón de césped solitario, nunca antes visto.
 
_ Ahí podrás pastar a tus anchas, cabrón_ Le dije al carro riendo.
 
Sin embargo, la entrada principal exhibía una tela blanca con letras rojas anunciando su remodelación, y para colmo no ofrecía alternativas, no quedaba otra que ser adivino.
Di unos pasos atrás para situarme en un punto desde el cual pudiera ver todo el edificio, ya que a tales alturas no dudaba de su transformación.
 
_ Pastor, ¿qué haces ahí como un vigía?, ¿piensas redescubrir América?_ Era el enfermero Sinencio, vecino de la sala de maternidad.
 
_ Estoy medio perdido, salvaje, ni he podido ponchar la entrada en mi tarjeta, ya tengo cinco minutos de retraso. ¿Por dónde se puede penetrar esta mierda?
 
_ Sigue bordeando la acera hasta el área de emergencias, junto al mar. Por allí acabo de salir, me voy que jodo, estoy hecho leña.
 
Creo que Sinencio iba a decir algo más, cuando una mujerona que lo doblaba en estatura lo levantó en peso rumbo al parqueo. Entonces decidí buscar la entrada de emergencias, a unos cincuenta metros, pegada a la costa. A los pocos segundos estaba allí, mirando a todas partes embobecido.
 
Durante un momento me olvidé de todo, porque el litoral ofrecía un espectáculo de cuentos, eran mangles con enormes raíces iguales a patas de cangrejos buscando profundidad a través del diente de perro.
 
_ Qué bueno para pescar, carajo, si lo hubiera sabido_ Me dije con el temor de que la próxima vez nada de aquello se repitiera.
 
Sabiendo que se me hacía tarde, me dirigí al salón, atestado de gente, cuya mayoría se me antojaron curiosos. Un grupito de jóvenes disimulaba jarros de cerveza, y fumaban sin hacer caso a las prohibiciones.
 
_ Necesito que me atienda, voy a parir aquí mismo_ Me haló una barrigona.


_ Yo no soy partero_ Respondí dándole un empujón del que me arrepentí al instante.
 
_ ¿Y ese uniforme?
 
_ Trabajo en las pruebas de sueño. Vaya a aquella ventanilla para que la atiendan, grite si es necesario.
 
Como frente a la ventanilla había una cola tremenda, la mujer me hizo caso y comenzó a vocear al tiempo que se arrancaba mechones de canas.
 
_ Tan vieja y se le ocurre parir_ Exclamó alguien junto a mí.
 
De inmediato surgieron dos fornidos camilleros, maniataron a la mujer, le colocaron una cinta adhesiva en la boca y la derribaron sobre la camilla que reposaba en el piso de grandes losas negras.
 
_ Esto no puede ser verdad, ¿qué me dice usted, que parece trabajar aquí?_ Me pregunto el tipo de antes.
 
_ No, no es verdad, ni el hospital es el mismo de ayer; no se preocupe, que estas cosas pasan una vez cada mil años_ Le dije riéndome en su cara y saliendo en busca de algún elevador.
 
_ Ya tengo una hora de retraso, tendré que hablar con el jefe para que me justifique la tardanza; digo, si el jefe no resulta Cristóbal Colón en carne y huesos_ Exclamé en voz alta. Tenía necesidad de ser escuchado.
 
Al comprobar que nadie me hacía caso, me fui sobre un sujeto con cara de pocos amigos y lo sacudí por los hombros.
 
_ ¡Óigame, que tengo una hora de atraso, qué me dice!
 
_ ¡Que te vayas a hacer una paja en el baño, come mierda! Como si yo estuviera para locos.
 
_ ¿Quieres fajarte, primo? Vayamos a la costa, que te voy a dar una buena tunda.
 
El tipo me midió de arriba abajo y escupió delante de mis pies.
 
_ No voy a caer en la trampa, sé que pretendes desgraciarme la vida para después quedarte con mi hembra.
 
A tales alturas un trío de enfermeras conocidas me estaba halando hacia los elevadores.
 
_ Vamos, Pastor, no se envenene la sangre con hijos de puta_ Me aseguró la más vieja.
 
_ ¿Creen que llueva hoy?_ Pregunté.
 
_ Si le da la gana, que llueva y truene. Vamos.
 
A duras penas entramos al elevador donde la parturienta inmovilizada hinchaba los cachetes tragándose sus gritos.
 
_ Como siga jodiendo le vamos a sacar la cría a patadas_ Exclamó uno de los camilleros.
 
_ Si quieren ayuda avisen_ Dijo la enfermera mayor.
 
Debíamos ir a mitad de camino verticalmente, cuando el elevador pareció encasquillarse, se puso a temblequear y a dar saltitos arriba y abajo.
 
_ Esto parece una rumba_ Comenté sin perder la compostura.
 
_ Ahora sí que nos sacamos la rifa del guanajo_ Escandalizó otra enfermera.
 
Para colmo, cuando se arregló el aparato, vino a detenerse en el sexto piso.
 

_ ¡Cojones!_ Grité al tiempo que pedía perdón.
 
Las enfermeras se bajaron allí mismo y el resto marcamos insistentemente el botón con el número cinco.
 
Yo cerré los ojos varios segundos y al abrirlos estaba solo, de nuevo en el primer piso, la misma algarabía y otra parturienta armando pelea.
 
_ Está visto que no es mi día. Voy a seguir dando la vuelta a ver si hallo otra entrada_ Decidí.
 
Fui dejando atrás emergencias y me adentré en un terreno cenagoso. Al rato el agua me daba por las rodillas. Islotes de yerbas acuáticas abundaban, y detrás de uno de ellos asomó la cabeza un cocodrilo.
 
_ ¡Solavaya!_ Le grité a boca de jarro, y el animal salió despavorido alejándose de mí.
 
_ Menos mal. Ahora no tengo más remedio que llamar al jefe a su casa. Como va la cosa, no voy a poder entrar a este búnker de mil demonios.
 
Cuando saqué el celular se me resbaló de las manos para hundirse en el lodo, y ahora sí voy a jurar que vi una tortuga agarrándolo y ocultándose detrás del yerberío para ponerse a jugar con las teclas.
 




 
Pastor Aguiar
 







1 comentario:

  1. Gracias, querido amigo del que siempre aprendo y me enriquezco. disculpen algunos diálogos algo subidos de tono, pero son fieles al ambiente emocional del cuanto. Abrazos.

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