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martes, 24 de agosto de 2021

TIEMPO CONSTELADO

 Para la sección de Poesía del blog Ancile traemos un nuevo post que lleva por título Tiempo constelado; poema que está incluido en el libro inédito La ciudad constelada, y que incluirá fotos del artista Alejandro Martínez Ferrez para la ocasión.



Tiempo constelado, Francisco Acuyo
Fotografía de Alejandro Martínez




TIEMPO CONSTELADO

 



 

 

VED celestial la estela que, de brillo

ciñe esmaltado el pulso azul o blanco

(purpúreo, a veces) del preclaro cielo

en la noche de marzo añil.

                                                                      Diríase

exclamar constelado aquel paisaje:

¡Tú, conciencia, por fin regresa al único

mandato de tu ser a aquel espejo

en que se reconocen las miríadas

de estrellas, si pupilas de otro mundo!







Francisco Acuyo

 



Tiempo constelado, Francisco Acuyo
Fotografía de Alejandro Martínez

viernes, 20 de agosto de 2021

AZUL CERÚLEO

 Para la sección de Poesía del blog Ancile, traemos otro poema de la serie del confinamiento que lleva por título: Azul cerúleo.



AZUL CERÚLEO

 

Azul cerúleo. Francisco Acuyo



 

(Badinieri)

 

 

 

Para Belén Núñez,

este azul cerúleo de cuarentena

 

Estos días azules y este sol de la infancia

 

Antonio Machado

 

 

El azul florece,

marchita,

vuelve a florecer.

 

Hans Arp

 

 

 

   ESTE azul que canta,

turquesa, celeste,

profundo, calipso,

con matices, verde.

 

   Este azul de luz

marina que mece

el alma en un cielo

soleado, ardiente.

 

   Flujo azul de luz

que el ámbito prende

de la soledad

con un fuego agreste,

 

   que consume el mundo,

color de repente

que anduvo la tierra

con huella celeste.

 

   Infinita música

azul permanente

que el cielo y la tierra

vívidos disuelve.

 

   Delicado azul

que toca la frente

y, en el pecho, un ángel

de zafiro prende.

 




Francisco Acuyo



Azul cerúleo, Francisco Acuyo


martes, 17 de agosto de 2021

NUBE, DE PASTOR AGUIAR.

Traemos para nuestra sección de Poesía, el post que lleva por título: Nube, poema de nuestro amigo y colaborador Pastor Aguiar.



NUBE


Nube, Pastor Aguiar


 

Aquella nube con su rostro leve

es la misma de antes, la de antaño,

la que fuera copiando mi tamaño

en un libro con páginas de nieve.

 

Así la memorizo si no llueve,

regreso tras regreso, año tras año

tratando de mentirle al desengaño

con discurso de lógica tan breve.

 

Yo soy como la nube porque duro

apenas un instante del apuro

y ni siquiera lluevo, soy sequía.

 

Tengo la desventaja de ser hombre,

de ser apuñalado por un nombre

que no me reconoce todavía.

 

 

Pastor Aguiar




Nube, Pastor Aguiar


 

jueves, 12 de agosto de 2021

LA SOLEDAD DEL GATO

  Para el apartado de Poesía del blog Ancile, traemos un nuevo post con el poema que lleva por título: La soledad del gato.




La soledad del gato. Francisco Acuyo





 
 
LA SOLEDAD DEL GATO
 
 
 
 
(Pasacalle)
 
 
 
A mi querido Marramaquiz,
que no olvidamos en este confinamiento
 
 
 
(Un gato solitario,
en la calle deshabitada)
 
 
 
   A la efigie del mundo
como al ser de su enclave,
da la soledad forma
fuera de todo alcance.
 
   La soledad del gato
se desliza en la calle,
sobre un fondo vacío
la figura se deshace.
 
   Mirlado porte el gato
ostenta cuando lame
copete, lomo y cola
un rato interminable;
 
   el mundo es un reflejo:
estará en los detalles
el gato que me observa
mirándolo. Su imagen,
 
   si el mundo es un espejo,
de su ser nunca sabe;
no sé, cuando lo miro,
quien soy y quien su imagen.
 
   En el tiempo posible
la eternidad se deshace
y en la noche retorna
todo a nada un instante.




Francisco Acuyo





La soledad del gato. Francisco Acuyo

martes, 10 de agosto de 2021

UNA REFLEXIÓN SOBRE EL CONSTANTE INFUNDIO DEL FARSANTE QUE EL PODER OSTENTA

Para la sección Pensamiento del blog Ancile, traemos una nueva entrada abundando sobre las condiciones putrefactas en las que se suele amparar el individuo que quiere ostentar el poder, así bajo el título: Una reflexión sobre el constante infundio del farsante que el poder ostenta. 


UNA REFLEXIÓN SOBRE EL CONSTANTE INFUNDIO

DEL FARSANTE QUE EL PODER OSTENTA

 

Una reflexión sobre el constante infundio del farsante que el poder ostenta.  Francisco Acuyo

Lo dijo, o mejor, predijo para las más tristes y trágicas jornadas el más insigne poeta. Tiempo ha, sí, pero, por la grande actualidad de sus juicios ya amparados por la calamidad de sus acciones, bien puede, adoptarse (y adaptarse) para las ignominias que rigen en los putrefactos corazones de los poderosos de nuestro tiempo. Con enorme infatuación y falsaria compostura engañan sin pudor faltando todo el preciso y cabal respeto al ciudadano que desgobiernan. Así decía el prodigioso poeta denunciando la falsedad de su impostura aquello de: ¡Cómo la cortesía hace desear que se oculte el delito![1]

                Qué cierto es que cuando se es un inflexible e incorregible hipócrita, el que emite juicios (y actúa en ¿virtud? de ellos), no hay nada en sus palabras (y en sus actos) sino la interesada apariencia. Sin entidad moral y nulo decoro son lo suficientemente depravados para ignorar su falsa, inútil y dañina comparecencia en este mundo, cuyo peso en pundonor equivale igualmente al del humo incapaz de sostenerse en un mismo sitio, si en realidad está sujeto al albur nefando del viento azaroso que sople a la conveniencia de su putrefacto interés.

                Es claro que aquél que no enrojece de pudor al cometer de palabra y obra los actos más execrables sin vergüenza, advierte al prudente de sus nulos escrúpulos, y la necesidad imperiosa y no menos evidente de mantener distancia, y aún circunspección muy meditada para la defensa de la integridad propia. Es algo extraordinario que estas conductas (acaso psicopáticas) se hayan visto reflejadas con extraordinaria perspicacia desde antiguo, los clásicos grecorromanos dan buen testimonio de todo ello, y la excelencia genial de Shakespeare, especialmente para esta suerte de tiranos y tiranías.

                No obstante, la nulidad, ineptitud, incompetencia y profunda ignorancia dan muestra de la muy baja estofa de algunos de los que ocupan distinción mediante el poder en nuestros días, pues, no hacen sino mover a la hilaridad inevitable con sus comportamientos ridículos, mezquinos y estrafalarios, tan distantes a la calculada maldad y a la inteligente perversión de sus maneras y ademanes, así por el estudiado conocimiento del sentir, alienado o negligente, de la estirpe del hombre desgobernado, así, descollan los tiranos literarios del psicólogo artista aventajado de antaño. Hoy día todo es una suerte de despropósitos imbéciles alentados por la necedad de una ambición sin inteligencia, anclada en una pretensión fatua tan infinita como la estupidez en donde arraiga, que no es otra que en la vanidad vacua del hombre ridículo con ínfulas grotescas y sin término, que no hacen sino bosquejar la caricatura de un idiota sin escrúpulos.

                Ciertamente no merecerían dos minutos de la vida de cualquier persona sensata la dedicación a reseñar o hacer inventario de personajes tan ineptos si no fuera por el peligro que suponen para la estabilidad social en la que tan nefanda y funestamente influyen, y cómo envilecen las consciencias individuales. Que una falsedad lleva a otra falsedad es una evidencia, y que casi siempre aquellas son parientes de los peores delitos, es una convicción que arraiga en los hechos más ignominiosos que nos ha mostrado la historia sin reserva, y todo para la contemplación de toda suerte de oprobios a la dignidad de la persona.

                Pero también es cierto que abusan del que tiene el poder quienes le adulan, y por eso son merecedores, desde la putrefacción de sus acciones, de cualquiera clase de desgracia; ya lo decía el poeta: Cuando el signior Zalamero… proclama la paz, os adula,(y) declara la guerra a vuestra vida[2]. No obstante, el tirano, en la abyección e iniquidad de aquellos que le lisonjean, se sostiene. En cualquier caso, y por todo lo antecedido, es bien sabido que hay que temer el momento en que los tiranos parecen querer besarnos, por eso los temores hacia el déspota nunca decrecen, sino que se acrecienta al pasar el tiempo, y es que para el opresor todo hombre es un villano que está obligado a ser tal por la escritura no firmada de un inexistente juramento.

                Nada hay que narrar ante semejante estampa. Aún la imaginación más pobre puede figurarse el teatro de este mundo, sobre cuyo proscenio, mentido por los farsantes actores, aparece el tirano en su mendaz papel de hombre honrado.

 

 

Francisco Acuyo



[1] Shakespeare, W.: Pericles, Rey de Tiro, Obras completas, V.IV, pág. 12.

[2] Ibidem.


Una reflexión sobre el constante infundio del farsante que el poder ostenta.  Francisco Acuyo


viernes, 6 de agosto de 2021

SOBRE LOS NOMBRES DE AMAL

 Para la sección de Poesía del blog Ancile este poema con su juego léxico y nemotécnico para recordar el  nombre de la profesora y buena amiga Amal Haddad, y que lleva por título: Sobre los nombres de Amal.



SOBRE LOS NOMBRES DE AMAL

 



Sobre los nombres de Amal. Francisco Acuyo


 

Para Amal Haddad este juego

léxico y nemotécnico

para recordar su nombre.

 

 

 

 

 

 

PUREZA del armiño,

aroma del rosal,

la sombra de los sauces,

la brisa en el galán,

 

su nombre anuncian todos,

si esperanza es Amal:

el alma, Amal, el alma:

amar, el alma, amar.

 

   El ente que te anuncia

Amal, es alma, Amal

A fuente va de amor

y aroma el azahar.

 

   Tu nombre la azucena

ya no pudo olvidar,

guardó dentro de sí

para siempre jamás.

 

   ¿Mas,  quién de ti más sabe

con gran profundidad,

pureza del armiño,

aroma en el rosal,

 

   sombra bajo los sauces,

brisa sobre el galán,

si el nombre anuncian todos?

Amal, el alma, Amal.

 

 

 

 

Francisco Acuyo



Sobre los nombres de Amal. Francisco Acuyo


 

miércoles, 4 de agosto de 2021

FOTÓGRAFO, DE FRANCISCO SILVERA

 Traemos este texto dedicado al profesor y artista, maestro fotógrafo, Francisco Fernández, en forma de relato breve de Francisco Silvera, y que incluimos en la sección Narrativa del blog Ancile, bajo el título de Fotógrafo.



FOTÓGRAFO



 

Fotógrafo. Francisco Silvera
Francisco Fernández, por Javier Leal

 

                                                                                                A Francisco Fernández, ladrón.

 

 

-Esto ya está.

                E, inclinando el cuerpo, cerró su trípode y marchó. El escritor retratado miró los cielos y vio caer el día. Aflojó su corbata y tuvo ánimos para bromear con quienes aún le rondaban. Cada nueva ausencia era un silencio añadido al descenso inexorable del sol; y así, blandamente cayendo, la reunión se disolvió quedando solo y vivo el campo, los campos.

                En casa, tras breve travesía, tuvo tiempo de sentarse en el patio. La vegetación amortiguaba el ardor del suelo recalentado; una ligera ventolina frisaba la hojarasca vibrante de las flores de buganvilla secas. Los jazmines derramaban un frescor meloso e inconstante, a ráfagas como el tiempo: acelerando con un rubato que hacía inagotables aroma y transcurso, decelerando con una desidia y dejadez que mermaban el ánimo del hombre.

                Incapaz de centrar la atención, el escritor leía de la tarde al libro, del libro a la tarde; una y otro le dejaban un vacío, un cierto mareo de los sentidos hechos carencia, pero ¿carencia de qué?

            Preparó un buen baño caliente, frotó su cuerpo con regodeo y se secó con lentitud, demorándose en la placidez de quedar limpio. Dejó húmeda su barba y después se afeitó morosamente; con restos de jabón en el rostro, cepilló sus dientes y saneó boca y encías con un colutorio preciso. Lavó su cara, al fin, y puso en sus mejillas una loción alcohólica y valiente; se refrescó con colonia de aroma par a la loción, vistió un pijama suave, renovado, y se metió en la cama como un sultán que esperara a su odalisca.

                Tomó un cuaderno y comenzó a recordar charlas, risas, presencias, lecturas, abrazos, discursos, y, en soledad, intentó escribir el poema que necesitaba, trató de elaborar sentimientos con palabras, de hacer flor con aquellos pétalos deshojados... Pero no pudo. La vida, espléndida aunque cortada, plenamente fresca para tan breve ser, al albur de la robusta mano, con la belleza inútil de la rosa en un vaso sobre el paño y contra el moblaje oscuro, la vida se le escurría entre los dedos... Volvió a notar la falta, sentía distinto, el mundo parecía otro, se le acercó el sueño y, a diferencia de otras noches, no lo espantó.

                El fotógrafo entró en su cuarto oscuro. Roja y tenue luz lo envolvía. Descargó su cámara y buscó el sitio en el anaquel. El silencio era absoluto. Cogió un frasco y allí guardó, del escritor, el alma.

 

 

Francisco Silvera




Fotógrafo. Francisco Silvera


domingo, 1 de agosto de 2021

DEVELACIÓN DEL CASO BIGORNIA, POR PASTOR AGUIAR

 Para la sección de Narrativa del blog Ancile, otra muestra del portento y capacidad narrativa de nuestro amigo y excelso narrador Pastor Aguiar, esta vez con el relato intitulado: Develación del caso Bigornia.


Develación del caso Bigornia. Pastor Aguiar


DEVELACIÓN DEL CASO BIGORNIA

 

 

Sabía que ibas a caer en la trampa del título, que enseguidita te fascinaría la posibilidad de enterarte, ¡al fin!, de la solución de aquel misterio del “caso bigornia”, que conmovió al mundo durante la primera década del siglo veinte. Cómo no, si aún los ejemplares de los diarios relacionados con el hecho son los más solicitados en todas las hemerotecas.

    Es más, te prometo que muy pronto voy a decir en detalles lo que descubrí al respecto, gracias a las confesiones de Aquilino Rubicundo, allá en las prisiones de emigrantes descarriados de las Bahamas.

            Para que no te desencantes, te adelantaré que la tercera bigornia, donde se encerraba la clave reveladora del tesoro, era una reproducción en miniatura pícaramente oculta en el sitio donde Ceferino Heissel sabía que ningún mortal se atrevería: Las tetas de su abuela centenaria.

            Pero vayamos a lo que pretendía contar, y que si lo hubiera insinuado al inicio, muy pocos se habrían interesado, por la amenaza de aburrimiento.

            Se trata, nada menos, que del canario flauta de Francisco Antunes.

            Francisco vivía colindando con la finca de mi abuelo, y se dedicaba a la cría y venta de canarios de cuanta raza se pueda imaginar, porque algunas las creó él mismo mediante interminables y pacienzudos cruzamientos.

            Hasta desde La Habana llegaban los compradores, ofreciendo sumas en verdad enjundiosas, imagina, que algunos llegaron a pagar más de mil pesos, porque un canario verdirrojo de media libra, con cresta de gallo y sumamente fiero, por mencionar una de sus creaciones, era todo un tesoro.

            Con la fortuna que fue acumulando, nuestro hombre pudo darse el lujo de recorrer los países más remotos en busca de canarios desconocidos. Siempre regresaba con media docena, como mínimo. Algunos los comerciaba acabados de traer; pero a los más extraños los iba cruzando una y otra vez en busca de especies exquisitas, donde colores, tamaños, costumbres, anatomía y repertorio vocal, resultaran únicos.

            Así surgió Voltaire, el canario negro, mezcla de transilvano y de balbino de la isla de Tonga. Voltaire llegó a repetir la sinfonía cuarenta de Mozart sin equivocar una nota.

También Maquiavelo, adquirido por un francés. Esta avecilla entre añil y azafrán, más que trinos, ejecutaba maullidos de gatos en celo, y si el hambre era suficiente, cacareaba como las gallinas.

Develación del caso Bigornia. Pastor Aguiar
            Pero de Isidoro nunca se despegó. Le puso tal nombre en homenaje a su padre, quien había sido famoso trovador repentista. Isidoro era un canario flauta que consiguió en Tenerife en junio de 1963, según rezaba en la tarjeta de bronce que colgó en la portada de su cautiverio.

            Desde los primeros tiempos Isidoro interpretaba tristísimas melodías que jamás fueron creadas por el hombre, y era muy común ver a Francisco hecho un mar de llanto mientras atendía a cada animalito.

            Eran tan complejas y atrayentes las notas que Isidoro encadenaba durante las tardes de otoño, que a cada rato un sinsonte caía reventado desde los árboles vecinos, al no lograr reproducir tales sonidos.

            Un príncipe congolés llegó a ofrecerle diez mil pesos en oro a Francisco; pero no, Isidoro no era negociable ni por su propia hija.

            Para colmo, ni durante las mudas, el canario dejaba de regalarse en renovadas interpretaciones, siempre irrepetidas. Y aquí haré un aparte para referirme a la voz de Isidoro. No era la del tipo castrati de la mayoría de sus congéneres; era un timbre de tenor con matices de bajo cuando se iba silenciando en un ahogo rayano al suspiro. Yo creo que más que las complejidades interpretativas, esta cualidad era la causa principal de la muerte de los sinsontes.

            Además de los canarios, Francisco tenía un gato siamés de nombre Anselmo, quien hasta entonces

Develación del caso Bigornia. Pastor Aguiar

jamás se había interesado por las aves. Sin embargo, desde la llegada de Isidoro, se pudo ver a Anselmo debajo de la jaula, panza arriba, en éxtasis absoluto.

            Francisco, al parecer, no se percataba de este detalle y continuaba con su rutina, cambiando el agua de cada quien, agregando media onza de semillas de chía solamente para Isidoro, porque imaginaba que éstas, mezcladas con miel de abejas, eran la causa primera de la salud vocal del artista.

            Y así llegó aquel día en que nuestro hombre se fue al pueblo cercano por provisiones. Para colmo se demoró más de lo habitual buscando un micrófono en miniatura con la idea de hacer grabaciones de las cantatas de Isidoro. Era un crimen que tales maravillas no pudieran quedar para la historia.

            Regresó con las sombras del anochecer, y se extrañó del silencio que invadía la casa. Nunca antes hubo un espacio insonoro allí, ni siquiera en plena noche.

            Las primeras jaulas eran las de los canarios en venta, y los vio temblando, engarrotados como puños en los ángulos más remotos, con un espanto en sus ojos que lo hizo correr a donde Isidoro.

            La puerta del teatro estaba abierta de par en par, y casi al borde, donde el piso metálico se precipitaba al vacío, las dos patitas de Isidoro clavadas, fijas, sin cuerpo, remedando a lo que quedó del coloso de Rodas.

             mi casa escuché el grito desgarrador de Francisco, y en un minuto estuve junto a él, pero ni me miró; estaba arrancándose las ropas, diezmándose los cabellos, mirando a la redonda hasta que descubrió a Anselmo escupiendo plumas ensangrentadas, junto a los sacos de la comida.

            No supe qué hacer, estaba pasmado. A duras penas vislumbré el bulto de Francisco rumbo al cuarto del fondo, y en menos de lo que canta un gallo, de vuelta con su machete.

            _ ¡Hijo de las mil putas paridas por la putísima madre de todos los gatos!

            Yo me eché a un lado, porque el asunto pintaba muy mal. Ya Francisco se abalanzaba contra Anselmo, quien al borde de la decapitación, saltaba sobre una de las jaulas. Así fue repartiendo mandobles a diestra y siniestra, y los canarios saliendo por la puerta sin saber cuál rumbo tomar, porque desconocían la libertad, sus riesgos.

A los pocos minutos no quedaba objeto sano en la casa, y Francisco terminó tendido sobre las losas, con ambos brazos en cruz, lo más parecido a un cadáver.

Entonces Anselmo vino a lamerle la cara.

 

 

 

Pastor Aguiar

 


Develación del caso Bigornia. Pastor Aguiar