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martes, 19 de octubre de 2021

SOBRE ELOGIO DE LA DECEPCIÓN

 Para la sección de Pensamiento del blog Ancile, traemos un nuevo post que se centra en la nueva edición del libro Elogio de la decepción, con prólogo del filósofo Tomás Moreno, recientemente presentado en la Feria del libro de Granada, entrada que lleva por título: Sobre elogio de la decepción.



SOBRE ELOGIO DE LA DECEPCIÓN

 


Sobre Elogio de la decepción. Francisco Acuyo



Elogio de la decepción, y sus aproximaciones a los fenómenos del dolor y la belleza, quizá no sea sino una larga y profunda reflexión sobre cómo es posible la excepcionalidad de la belleza en el mundo  frente a la constante ineludible del  dolor y el sufrimiento en la existencia. Pero acaso lo que hace de este libro algo diferente en sus introspecciones sea la convicción de que indagar en cualquier cuestión, aun no siendo aquella objeto de certificaciones y experimentos  objetivamente exactos, como la aseveración matemática del dos más dos son cuatro, sí de intentar la superación de la grosera opinión (doxa) que conjetura tosca y vulgarmente, se demanda la exigencia y atención a los hechos para advertir la verdad (episteme), incluso, o sobre todo, en asuntos o materias en la que la apreciación subjetiva les atañe fundamental mente. Es así que el dolor no puede medirse, como tampoco la belleza. Por eso el rigor ha de ser el máximo posible a la hora de establecer parámetros para una interpretación, si no precisa, al menos correcta en virtud de los hechos incuestionables de la existencia e intromisión vital de ambos fenómenos en la vida de los hombres. Sufrimiento y belleza, aun en contraste, son hechos incontestables que marcan el designio de los que con conciencia y aviso suficientes los ven desfilar e influir en el acontecer y sobrevenir década uno de los sucesos que alimentan el acervo de sus vidas.

Sobre Elogio de la decepción. Francisco Acuyo
            Para esa correcta aproximación establecemos en el libro una serie de parámetros orientadores en los que la decepción, como concepto y sobre todo como realidad vital, se establece como guía de máximo interés, en tanto que su experiencia emocional puede  conllevar, y de hecho así sucede, un racional, a veces científico  acercamiento al sufrimiento del que procede dicha emoción. Su experiencia da fe irrebatible de su factualidad. Se trazan en este libro, para una cabal y adecuada referencia, una suerte de magnitudes, imprecisas, sí, pero también incuestionables en nuestras vidas, a saber: la amistad, el amor, la rara necesidad de trascendencia, y todas ellas articuladas por la verdad del sufrimiento y la percepción y vivencia no menos extraordinaria de la belleza.

            En la era de la incertidumbre como principio incluso en la ciencia más dura cual es la física, ésta indeterminación e inseguridad, muy bien puede ampararnos en este propósito aparentemente extravagante cuando no inaudito de querer abarcar con seriedad lógica y racional lo más íntimo de nuestra conciencias: el agobio sufrimiento y el éxtasis de la belleza.[1].

            ¿No es así que nuestra conciencia manifiesta una análoga y fascinante correspondencia con el funcionamiento de lo más básico de la materia en sus estructuras corpusculares básicas? Si las partículas ya no siguen trayectorias definidas (en el mundo cuántico) y su conocimiento se adhiere a una aproximación estadística, y de esta manera no podamos determinar  sino probabilísticamente su distribución en la realidad física del mundo, ¿no sucede algo similar a la hora de intentar determinar lo que mide o alcanza nuestro dolor y percepción de la belleza en el mismo mundo?

            Para hablar con algún rigor de las verdades que se manifiestan factualmente a lo largo del tránsito existencial de cualquier criatura con conciencia, y aun reconociendo la necesaria incertidumbre objetiva en lo que atañe a su magnitud, proporción o providencia, se manifiestan, insistimos, como hechos incuestionables en todas y cada una de las criaturas que sufren, se decepcionan o se deslumbran con el inopinado paisaje de lo bello que se arroja tantas veces ante nuestras miradas atónitas que no entienden cómo conjugar el dolor con la contemplación de las diversas manifestaciones de la belleza en nuestras vidas. Son hechos incontestables, digo, que marcan el ser y el devenir de cualquiera que sea testigo, cómplice, acreedor o paciente sufridor de estos hechos ¿contradictorios? que acaecen en sus vidas.

Sobre Elogio de la decepción. Francisco Acuyo

     El singular mecanismo de compensación de sufrimiento y deleite de la belleza es el que puebla con reflexiones varias estas páginas, decía: el amor, la amistad, la trascendencia y su manifestación silenciosa a través del dolor o la pasión y la belleza misma son las constantes del discurso de este conjunto de pensamientos que, nos conminan al reconocimiento de su realidad a un nivel idéntico al de cualquier manifestación fenoménica material  medible o sujeta a las incertidumbres de la ciencia de lo infinitamente pequeño, mas también la poesía, no sólo como manifestación estético literaria, sobre todo como impulso creador (poiesis) que da sentido a la existencia de las criaturas que intuyen o saben de su potencia. Son verdades irrebatibles que deberían hacernos meditar sobre el significado de nuestras vidas que, acaso, no están en modo alguno tan separadas de las de los demás como creemos, y que nos avisan del otro como otro yo mismo.

            La belleza vinculada al dolor es una vía abierta al reconocimiento fundamental (aunque en principio nos resulte inexplicable) de una realidad que nos hace iguales y distintos, si de manera semejante o muy diferente todos sufrimos y somos testigos de excepción de ese dolor y de esa belleza que parece indicar que el impulso creativo que caracteriza a la vida y a la conciencia humanas están asociados a esa intuición de trascendencia en la que, lo que es hermoso y lo que duele hasta la extenuación, están unidos en un ansia inexplicable de razón, de entendimiento y de vida duradera.

            La decepción es la potencia  que abre los ojos ante lo superfluo de nuestras vidas, la que expone descarnada y dolorosamente la realidad del sufrimiento y de sus causas para entender la alegría que sorprende con la belleza de este entendimiento, a veces doloroso, pues a pesar de tanto dolor, se alza inexplicable y arrebatador todo el cúmulo que es evidente e incuestionable de la belleza, expreso en la naturaleza, en la razón, en el arte, en la ciencia e incluso en las abstracciones más profundas de las que son capaces los seres con conciencia.

            Es así que, en fin, necesario reconocer la verdad profunda que encierra la decepción, si nos muestra el engaño, y nos ofrece el ethós (lo ético) como una realidad tan necesaria como incuestionable para hacer sostenible nuestro sufrimiento, si amparado siempre por la potencia trascendente de lo bello contemplado o conseguido, y es que la decepción es elogiosa porque sabiamente nos desengaña, nos revela y nos avisa.

 

 

Francisco Acuyo

 



[1] Recuerdo el principio básico de incertidumbre y relación de indeterminación  en la apreciación de la realidad más íntima de la materia establecido por el genio matemático y físico de Werner Heinserberg en 1927: la imposibilidad de conocer con precisión de terminados pares de magnitudes físicas, por lo que no se puede determinar con precisión simultánea y arbitraria la situación, pongamos, entre la posición de una partícula y su velocidad por lo que sólo podemos acceder a su realidad física de manera probable



Sobre Elogio de la decepción. Francisco Acuyo


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