A vueltas con la teoría de signos en lingüística y matemáticas, traemos un nuevo post para la sección de Ciencia del blog Ancile, esta vez bajo el título: ¿La semiótica lingüística versus lenguaje matemático?
¿LA SEMIÓTICA LINGÜÍSTICA,
VERSUS LENGUAJE MATEMÁTICO?
Que una demostración matemática se pueda hacer sin palabras, no quiere decir que el instrumento con el que se realiza dicha operación no sea un lenguaje. El lenguaje matemático puede emparentarse con el lingüístico en razón de que utiliza signos y símbolos para una representación cualesquiera. Si recordamos los recetarios verbales podemos encontrar singulares pifias lingüísticas mezcladas con enormes aciertos de abstracción matemática. Pongamos como ejemplo la terminología raíz, que acabaría en un gran malentendido en el intento de querer geometrizar la artimética,[1] por lo que dicha palabra se puede confundir, de acuerdo con el contexto, con la base o raíz de una planta,[2] en cualquier caso el resultado final fue la realización de un concepto más abstracto, perfectamente adecuado a los propósitos del cálculo matemático.
La diversidad de cada lenguaje, sea lenguaje propiamente dicho, fundamentado en las palabras y sus diversas relaciones, o lenguaje matemático, se contempla y estructura a tenor de las reglas que cada cual tiene para su lógica y razonable configuración. Pero en los casos singulares que nos ocupan a lo largo de esta trayectoria expuesta las diferentes entrada sobre el tema (la descripción, traslación, representación del signo matemático en ámbitos como el de la mecánica cuántica, o de la misma relatividad, o de la teoría del caos, o en literatura y su lenguaje específico, y no digamos del poético, que puede abarcar por si sólo una ontología y una epistemología propia del signo), tienen en común en su función semiótica la de describir y explicar con su aparato de signos lo que quieren representar. En lingüística, además, supone el intento de verificar el por qué y el cómo surge el sentido, y noción de significado de las cosas. En matemáticas, sobre todo en las aplicables al mundo de la paradoja que imponen los comportamientos de los objetos a describir (partículas subatómicas, el tiempo, el espacio a velocidades cercanas a la de la constante de la luz, o a los comportamientos caóticos de sistemas complejos…) aquella noción de sentido, de significado no está tan, sin embargo, tan clara. No obstante, a partir de estas incertidumbres podremos establecer similitudes y diferencias entre la interpretación del signo lingüístico y matemático.
La dimensión que se nos abre en esta diferenciación y analogía es en verdad fascinante, y veremos por qué en siguientes entregas de este blog Ancile.
Francisco Acuyo
[1] Rojas, González, R.: El lenguaje de las matemáticas, historia de sus símbolos, Fondo de Cultura Económica, México, 2018, pág. 34.
[2] Ibidem, pág. 36.
[3] Sucede algo similar con el signo poético que, siendo de uso desviado a la convención de la norma, también ofrece disímiles fronteras en el fenómeno de representación en tanto que el signo poético se convierte en realidad en sí mismo.
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